Las siguientes dos semanas pasaron sin que Eduardo me llamara, y he de admitir que me dio un poco igual. Solamente me fastidio un poco, porque siempre te gusta que te llamen, aunque pases del chico. Tampoco le vi, ni a ninguno de sus amigotes, porque tuve una boda y una comunión en fines de semana consecutivos y no salí apenas, y cuando lo hice procuré no ir a los sitios que sabía que iban a estar. Sabía que al final acabaría yendo al Club, porque tenía una especie de vocecilla por dentro que me decía que fuese.
Las dos semanas de relax me sentaron de maravilla después de todo el ajetreo de las semanas anteriores. Me di cuenta de que no me estaba dando tiempo a asimilar todo lo que me estaba ocurriendo. Dentro de poco llegarían las vacaciones de Semana Santa y era lo único que me importaba realmente.
Pero a las dos semanas Eduardo vino a romper mi tranquilidad. Un jueves salía de clase y estaba hablando con Irene.
- Oye ale ¿no es ese Eduardo?.
- ¿Quién?
Me di la vuelta y allí estaba Eduardo, impecable como siempre. Se acercó a nosotras.
- Hola Alejandra. ¿Podemos hablar un momento?.
- Sí, me voy Irene, ¿vale?, Mañana nos vemos.
Se fue Irene y Eduardo me indicó el camino hacia su coche aparcado en doble fila a la puerta de mi facultad.
- ¿Qué quieres?.
- No te he llamado ni he intentado contactar contigo, porque no quería agobiarte, supuse que necesitarías tu tiempo para recapacitar.
- ¿Sobre que se supone que tengo que recapacitar?.
- Sobre todo lo que ha pasado. Sobre nuestra relación. NO sé, eso es cosa tuya, tú sabrás.
- No necesitaba recapacitar, tengo muy claro todo lo que pasó Eduardo. Demasiado claro.
- Fue un error por mi parte, lo reconozco. Tenía que haberte creído a ti.
- Pero no lo hiciste.
El coche iba avanzando por Madrid alejándose cada vez más del centro. Conducía sin rumbo fijo.
- Lo siento de todo corazón, te juro que en estas dos semanas no he hecho otra cosa que pensar en ti. No sé que me pasa contigo que me tienes de cabeza.
- Todo esto es una situación muy rara para mí. Yo no conozco a nadie de tu mundo. No conozco a tus amigos. Realmente no sé nada de ti, nada.
- Lo iras descubriendo con el tiempo. Yo tampoco sé nada de ti. Dame otra oportunidad, por favor Ale.
- No sé, no sé-contesté dubitativa
- Vamos…. Por favor- estaba adorable suplicando. Aquel hombre fuerte, seguro de si mismo me estaba pidiendo por favor que volviera con él. No podía resistir.
- Pero la próxima vez que te cuente algo de eso me tienes que creer, ¿vale?.
- Ya me siento mucho mejor. Te he comprado una bobada para celebrarlo.
- ¿Cómo sabias tu que yo iba a aceptar?.
- No lo sabía, pero confiaba en ello.
Me sacó un estuche pequeño, el típico de joyería. Yo lo cogí y lo desenvolví. Había una cajita pequeña de terciopelo. La abrí y pude ver un anillo de oro y diamantes precioso. La verdad es que tenía un gusto impecable.
- No puedo aceptar esto, es un regalo demasiado caro.
- No hay nada "demasiado", para ti. Te quiero Alejandra y no te dejaré escapar. Tengo muchos planes para nosotros.
Dicho esto, me puso el anillo en el dedo y se me quedó mirando intensamente con aquellos ojos azules. Por un momento esa mirada se volvió obsesiva y me asustó un poco.
- Y además como dices que no conoces a nadie de mi entorno lo voy a solucionar. Este fin de semana yo me tengo que ir a un sitio y tú te vas a venir conmigo.
- ¿A dónde?
- Es una reunión que tenemos en una finca. Es como una especie de fin de semana de relajación. Un finde campestre. Ya verás es muy divertido. Conocerás a mucha gente y como casi todos van con sus esposas, novias, amantes o lo que sea tendrás compañía femenina. Además estará Babi, así ya conoces a alguien.
- No sé si me dejaran mis padres Eduardo.
- Di que sí. Que te dejan fijo. Sería estupendo. Dos días para recuperar el tiempo perdido estas dos semanas.
- Está bien, se lo preguntaré a mis padres esta noche.
- ¡Genial!.
Empecé a animarme y la idea comenzó a gustarme. Me imaginaba un finde tranquilito en el campo y en compañía nueva, pero suponía que agradable.
Cuando llegué a casa les pregunte a mis padres que si me podía ir a casa de una de mi clase que iba a organizar una capea. Se lo pinté todo de rosa y al final accedieron a dejarme ir. Llame a Eduardo para comunicarle la noticia. Le pregunte cuánto dinero me tendría que llevar y él me respondió que nada. Que me aseguraba que allí no habría gastos, que todo estaba cubierto. Aun así cogí algo de dinero que me dieron mis padres, por si acaso había un pueblo cerca y podía comprar alguna cosa de recuerdo o algo para llevarles a mis padres. La finca, me dijo Eduardo, estaba en Toledo y se tardaba escasamente una hora y media en llegar. De pronto me sentía ansiosa porque llegase ya el día siguiente y partir.
ESTÁS LEYENDO
JUGANDO A JUEGOS DE MAYORES
RomanceAlejandra es una niña bien, estudiante de periodismo guapa que le gusta mucho salir por la noche. Pronto descubrirá que enamorarse de mafiosos no es un juego y que en ocasiones los amores mas reñidos, son los más pasionales al final.