capitulo 17

101 21 8
                                    

Ana lo miró por un instante y luego continuó su camino hasta encontrarse con otra modelo que ocupaba su lugar. Se escucharon aplausos y, tras bambalinas, Ana comenzó a marcar el número de Giancarlo. De repente, él llegó y ella se sorprendió.

—¿Giancarlo, qué haces aquí? —preguntó, con una mezcla de sorpresa y alegría.

—Quería que te sorprendieras con mi llegada. Estás preciosa, Ana —respondió él, sonriendo mientras la abrazaba y le daba un beso en la mejilla.

—Gracias, mi amor, me encanta verte. Solo espera a que me cambie para que podamos irnos ya termino mi participación en el desfile .----

—Te espero en el estacionamiento —agregó Giancarlo, mientras Ana sonreía emocionada al ver llegar a su amiga Sofía.

—¿Qué sucede, Ana? —preguntó Sofía, intrigada.

—¡Vino de sorpresa Giancarlo! —respondió Ana, llena de alegría.

—Por poco lo besas aquí y ya tendríamos una foto en primera plana, ¿no? —recriminó Sofía al instante, con una sonrisa pícara.

— Hay tanto alboroto por el desfile que nadie se daría cuenta, tranquila, Sofi —mencionó Ana, intentando calmar a su amiga.

— Ana, ¿cómo puedes decir eso, como si no supieras qué tipo de compañeras tenemos aquí? —respondió Sofía, con un tono de preocupación.

En ese momento, Ana entró en su camerino y se sentó en la silla del tocador. Al mirarse en el espejo, se quitó la gargantilla con sus propias manos, pero sintió que alguien la ayudaba a desabrocharla.

Ana sonrió y dijo:

—Mi amor, ¡regresaste!

Se volvió para mirar a Leonardo, quien la observaba con sorpresa. Ana, al verlo, se puso pálida.

—Ana, ¿sabías que estuve aquí? —preguntó él con dulzura, mientras le entregaba un ramo de rosas que había dejado sobre el tocador.

—Gracias, Leo, te lo agradezco —dijo de manera breve.

—¿Qué sucede, Ana? —preguntó Leonardo. Ana lo miró fijamente, sintiendo que era el momento de revelarle la verdad y liberarse de la angustia que la había estado atormentando durante meses, una carga que le impedía ser feliz.

—Leonardo, tengo que decirte la verdad, yo...— comenzó Ana, pero Magdalena llegó y la interrumpió.

—Ana, hay alguien que quiere conocerte. Es un empresario muy importante— sonrió Magdalena. Ana se quedó sin palabras, mientras Leonardo adoptó una expresión seria. Magdalena tomó a Ana de la mano y la alejó de Leonardo.
Después de media hora, Ana salió ya cambiada, Al verla, Giancarlo sonrió, pero pronto se dio cuenta de que Leonardo estaba a su lado, lo que le provocó una profunda tristeza al verla con él.

Horas después, Leonardo dejó a Ana en su casa. Ella entró, notó que las luces estaban apagadas y se dirigió a su cuarto, donde se dejó caer en la cama. Intentaba dormir, pero no podía; su mente estaba atrapada en la complicada situación que estaba viviendo.

—No sé cómo terminar con Leonardo, pero no quiero perder a Giancarlo. ¿Qué puedo hacer? —se preguntó, mientras se tapaba la cara con la almohada en un intento de ahogar sus pensamientos. Finalmente, el cansancio la venció y se quedó dormida.

Al día siguiente, Giancarlo se encontraba en una cafetería, a solo una cuadra del hospital.

Hablaba con Joaquín, quien estaba hojeando el periódico de la mañana.

—¿Puedes imaginarlo? Fui capaz de terminar con Natalia. ¡No lo puedes creer! —exclamó, Giancarlo tomando un sorbo de café.

—¡Qué loco! por ella, ¿no crees? — respondio,  sorprendido.

—Ya veo que sí. Pero, ¿por qué lo hiciste? Natalia es una buena chica. Estoy seguro que nunca te va a perdonar —lo miró  Joaquín con reproche.

—Tenía que hacerlo; ella estaba planeando la boda y yo no iba a casarme con ella. Además, llegó a mi casa y se armó un gran lío; le contó todo a mi mamá. Después, me pidió una explicación. — Él se llevó las manos a la cabeza, angustiado, y golpeó la mesa con fuerza.

—¿Le dijiste la verdad? Me imagino que sí, es lo menos que merecía Natalia. —

—Sí, lo hice. Ya no quería mentirle; no podía seguir ocultándolo. Creo que, en el fondo, siempre supo que ya no la amaba. — Giancarlo suspiró y su mirada se llenó de tristeza.

—¿No has considerado que ella podría hablar con Leonardo y contarle todo por despecho? 
—¿De verdad quieres a Ana tanto? ¿No te importa arriesgar tu trabajo por ella? Es exagerado lo que sientes. —respondió Joaquín, visiblemente molesto, mientras pasaba la página del periódico. 

—La amo profundamente y estoy dispuesto a renunciar a todo por su amor. — contesto con firmeza.

Joaquín comenzó a leer los titulares de la sección de sociales. Tomó un sorbo de su café y casi lo escupió al instante al leer el titular principal en letras grandes.

" Así estuvo la pedida de mano del empresario Leonardo Almazán con la modelo Ana Josselyn Rivera Nieto."

—¡Ten cuidado, Joaquín! —exclamó Giancarlo, levantándose de la silla—. ¿Qué te sucede? ¿Por qué te pones así? Luego, tomó una servilleta de la mesa y se limpió las manchas de café que había salpicado.

Giancarlo escuchó, incrédulo, lo que su amigo había leído en el periódico y le arrebató el papel de las manos. Joaquín, por su parte, se limpió rápidamente la cara mientras Giancarlo leía el titular. En cuestión de segundos, su expresión cambió drásticamente, revelando una profunda ira.

— ¡No puede ser! ¿Cómo me hizo esto? —exclamó, arrugando el periódico y arrojándolo al suelo.

— Te advertí que podía hacerte algo así. Las mujeres tan hermosas siempre terminan jugando con los hombres —le respondió Joaquín, con un tono de pesar. Intentó darle una palmada en el hombro, pero Giancarlo apartó su mano y, lleno de furia, se fue a buscarla.

Dejarlo Todo Por Tu AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora