Capitulo 6

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Pasaron dos semanas y Ana y Giancarlo trataron de retomar sus vidas con la mayor normalidad posible. Sin embargo, el destino tenía planes diferentes para ellos.


Un día por la tarde, Leonardo entró abruptamente a la oficina de Giancarlo, acompañado de Ana. Giancarlo se sorprendió, pensando que tal vez ella le había contado a Leonardo sobre el incidente del otro día. Pero se equivocaba, esa no era la razón por la que estaban allí.

---¡Hola, Doctor Ferrer! Mucho gusto.--- exclamó Leonardo con una sonrisa, estrechando la mano de Giancarlo.

---Mucho gusto, Doctor Almazán. ¿Cómo ha estado? ¿En qué puedo servirle?, respondió Giancarlo.

---Estoy muy bien, Giancarlo. Quiero presentarle a mi novia, Ana Josselyn Rivera Nieto. Ella es modelo en una de las casas de modas más prestigiosas del país.---mencionó Leonardo, abrazando a Ana con cariño.

Giancarlo no pudo evitar que se le escapara una leve sonrisa al escuchar cómo Almazán presentaba a Ana como toda una revelación, casi como si fuera la ganadora del premio Pulitzer.

Cuando sus miradas se encontraron, Ana y Giancarlo se sostuvieron la mirada en silencio, cargada de una energía que parecía crispante. Él iba a mencionar lo que había pasado cuando la conoció, pero Ana habló de inmediato, sin quitar sus ojos de los de él.

--Mucho gusto, Doctor. Es un verdadero placer conocerlo. Me encantaría poder trabajar a su lado.-- dijo Ana, sonriéndole con calidez y entendiendo la mano.

Giancarlo se sintió un tanto desconcertado, pero aun así correspondió al saludo.

--El gusto es mío, señorita Rivera Nieto. Yo soy Giancarlo Antoine Ferrer Scott.-- respondió, tocando suavemente la mano de Ana.

Un breve silencio se instaló entre ellos, hasta que Leonardo lo rompió.

--Ella es mi asistente, Doctor Ferrer. Y como sé que usted quiere ayudar a las personas de escasos recursos que vienen a este hospital, pensé que podría presentarle una propuesta con la ayuda de Ana. Estoy seguro de que ella será de gran valor para lo que necesite.-- Comentó Leonardo, ajeno a la tensión que se respiraba.

--Me parece perfecto trabajar junto a la señorita. Sin duda alguna, me brindará un gran aporte en mi propuesta. Muchas gracias, Doctor Almazán.---añadió Giancarlo, tratando de mantener la compostura.

Leonardo besó a Ana con pasión antes de irse, pero ella se sintió incómoda con su arrebato.

Más tarde, Ana tomó unos expedientes y se sentó en el escritorio de Giancarlo, quien quedó extrañado por su acción.

Comenzaron a trabajar revisando las carpetas de los pacientes. Después de dos horas, Ana finalmente habló, mirándolo fijamente.

---No sabía que eras médico y mucho menos meque eras de otro país. Aunque debí imaginarlo por tu porte, me parece muy interesante, Doctor Ferrer Scott. Quién lo hubiera imaginado.---dijo con una sonrisa en sus labios, mirándolo con curiosidad.

Giancarlo dejó de leer los documentos que tenía en sus manos y la observó detenidamente.

---Claro, para ti soy un acosador. A ver si recuerdo: ah, que soy un don nadie que solo quería tu dinero, esas fueron estrictamente tus palabras, además de 'un bueno para nada.----respondió con un tono de voz calmado, pero firme.

--¡Ay, pero si me  hubieses dicho  que eras doctor, todo habría sido tan diferente! --dijo ella, mirándolo de pies a cabeza con desdén. Luego, con un gesto dramático, echó su cabello hacia atrás.

--. La gente como tú cree que los títulos y las propiedades les dan distinción, pero las personas no valen por esas cosas. Estás muy equivocada.----

---¡Eres solo un amargado!--- exclamó Ana con frustración.

---¡Se nota que jamás has logrado nada en tu vida! Eres una niña malcriada y prepotente.---  La voz de Giancarlo denotaba un claro desapruebo.

--¡Ay, no quiero discutir más contigo! --exclamó ella, levantándose con aire de superioridad.
Sólo quiero hacer mi trabajo, total, esto me da igual. ¿O es que acaso olvidas que eres sólo un empleado de mi novio? --Soltó una risita complacida y siguió trabajando, lanzándole miradas de profundo desdén.

--¡Se nota que lo único que tienes por presumir es a Leonardo! --la provocó, con rabia en su tono--. Eres un completo imbécil. ¡De todas maneras, no sé qué hago aquí, si me voy a casar con Leonardo y no tendré necesidad de trabajar nunca más en mi vida! --Sonrió descaradamente, sin ocultar su arrogancia.

--¡Ay, seguramente Almazán comprará otra muñeca para su colección! --se burló, poniéndose los lentes y hojeando unos papeles con aire de superioridad.

Aquí una versión más expresiva y emotiva del texto:

Giancarlo se sentía completamente confundido y frustrado, luchando consigo mismo por saber si sería capaz de soportar a esa mujer tan odiosa. ¿Cómo podía haber imaginado que, por azares del destino, tendría que convivir con ella a diario? Sabía que le sería sumamente difícil aguantar estar con Ana, pues ella lo exasperaba y le llenaba de una ira que le quemaba por dentro.

Pero sin duda alguna, también sabía que había una atracción que no quería aceptar, esa fuerza magnética que parecía inevitable y quizás la más evidente de todas. Ella no le era indiferente, de hecho le gustaba mucho. Ana era una mujer tan femenina, tan fina y con una mirada que lo volvía completamente loco.

Ana era una mujer difícil de ignorar, imposible de pasar por alto.

Después de horas trabajando, por fin volvieron a hablar.

---Hemos organizado bastante, trabajas muy rápido.--- mencionó Ana con un tono suave.

---Es de urgencia entregar este proyecto, ayudaría a tanta de escasos recursos.---respondió él con una ilusión palpable en su voz.

--Bueno, pero no se cae el mundo por avanzar rápido o despacio. Por hoy hemos visto demasiados expedientes.----concluyó ella con calma.

-- Por favor, debes entender que esto es de vital importancia. Hay tanta gente allá afuera que sufre porque no puede costear los medicamentos que necesitan. Con esta propuesta, podremos brindar ayuda rápida y salvar vidas. ¿Cómo puedes estar tan distante cuando tantos están sufriendo? -- dijo él, y Ana se sintió apenada.

-- Es desgarrador pensar en todas las personas que luchan por llegar a fin de mes, y encima cuando consiguen un trabajo, deben pagar por una atención médica que nunca parece ser suficiente -- agregó el, con tristeza en su voz.

-- ¿Cómo puedes ser tan indiferente? ¿Es que acaso nunca has tenido que pasar por privaciones? -- la cuestionó  Giancarlo, mirándolo fijamente, con una mezcla de frustración y compasión.
-No se trata de haber sufrido personalmente, sino de tener empatía y ser más humano -- concluyó él, levantándose y tomando los documentos.

--Puedes retirarte, eso es todo por hoy.-- agregó en tono seco y salió de ahí.

--Qué fastidio, eres tan delicado. Espero que pasen los días rápido para dejar de trabajar contigo.-- gritó arrugando el rostro.

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Dejarlo Todo Por Tu AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora