Mi hermana tiene tropecientos mil personajes. Ni siquiera yo los conozco todos, pero ella de alguna manera no solo es capaz de recordar sus mil nombres, sino más o menos se las apaña para que todos sean únicos... ¡Y encima dibujándolos con aspectos diferentes! Pues resulta que anoche estaba repasando los diseños de algunas de sus criaturas cuando mi madre se asomó para cotillear. Y claro, se quedó asombrada por esa cantidad desorbitada de demonios, chicas o monstruos. (que no, que no exagero. Si queréis luego le pregunto cuántos tiene y seguro que salen más de cien). No tardó en salir cierta pregunta: ¿no es mejor tener unos pocos y repetirlos en las historias en vez de seguir creando más y más?
No sé vosotros, pero para mí los personajes son uno de los pilares fundamentales de una historia, quizás su alma. Hay series que no soporto y cuya trama me pone negra y que, sin embargo, sigo viendo por esos dos personajes que me han robado el corazón. O historias que me niego a acabar porque no quiero despedirme de sus protagonistas. Y, al revés, si no soporto a la protagonista, le puedo coger mucha manía al resto del cuento.
Así que no, para mí no es lo mismo tener a una Dalila alegre en el Cuento A, una Dalila triste en el Relato B y una Dalila seria en la Novela C. No es interesante y, encima, te pasas por el forro la propia esencia de Dalila.
Con esto en mente (y porque crear personajes es lo que más me gusta de inventar historias) estreno la primera de una serie de entradas para hablar de la Creación de personajes. No os engañaré: va a ser un batiburrillo de las ideas, trucos y consejos que a mí me han funcionado. No son reglas imprescindibles para seguir a rajatabla (yo las aplico de tanto en tanto), pero pueden ser útiles para aprender trucos nuevos.
En esta primera parte voy a hablar un poco de los cimientos de los personajes. Ahora mismo me atrevo a decir que los personajes que creo son bastante majos y variados. Pero creedme, no siempre fue así.
La protagonista de mi primer intento de novela era una niña pija. ¿Algo más? Se llamaba Rebeca. ¿Y qué más? ¿Personalidad? ¿Gustos? ¿Aspecto físico? Pues no: no tenía nada de nada. Solo un nombre y un concentrado de todos los estereotipos sobre las niñas pijas. La coprotagonista era una niña gótica y su fórmula era un poco de lo mismo: un nombre+clichés de góticos. Supongo que la primera era rubia y la segunda morena. Nunca las llegué a describir, pero es lo típico que iría en cada paquete.
Mi primer, primer, primerísimo personaje con el que me calenté un poco la cabeza y me esforcé por darle una personalidad única nació gracias al TRUCO DE LAS MIL PREGUNTAS.
ESTÁS LEYENDO
Consejos para escribir
Random¡Hola! Soy Celia Añó, dibujante y escritora de fantasía. Aquí os cuento mi experiencia en el largo camino de la escritura, mucha motivación, trucos, errores en historias y cómo aprender a publicar tus propios libros.