Todas las historias tienen una intención, un mensaje que, consciente o inconscientemente, plasmamos ya sea en forma de líneas, dibujos o música. Es algo innato, como la capacidad de nuestras células de activar el sistema del complemento mediante tres intrincadas vías. Inspirada en dichas vías, hoy vengo a hablaros de mensajes, de personajes muy, muy diferentes y cómo trasmitir una idea sin convertir tu novela en un folleto informativo.
Sí, las células tienen tres vías, pero yo solo hablaré de dos. La tercera para otro día.
LA VÍA CLÁSICA: trasmitir un mensaje ya masticado y deglutido.
La vía clásica es el mecanismo que se usa por defecto para denunciar algo, trasmitir una reflexión o hacer llegar un mensaje a tus lectores. Y es tan sencillo como poner en boca de tus personajes aquello que quieres trasmitir. Tal cual.
Se puede usar esta vía por pasiva o por activa, ya sean con pensamientos de los personajes...
Tras sus tantas y variadas aventuras, el monje Filipino se recostó sobre un abedul para ver el atardecer. A la mañana siguiente quemarían a Roberta por bruja, algo que, en el pasado, él habría apoyado sin dudar, pero después de su viaje había aprendido que no todas las chicas a las que acusaban eran hechiceras, que la tortura solo sirve para sonsacar falsos testimonios y que, a veces, hay brujas buenas que están ahí para ayudarte. No, no podía permitir que quemasen a Roberta.
...acciones...
Los cuatro guerreros miraron a la espadachina. "Es solo una chica", rieron por lo bajo, incapaces de aguantarse, "Vete a fregar, las espadas no son para mujeres". La espadachina, sin decir nada, pegó un salto mientras blandía su arma. En cuestión de nanosegundos, los cuatro mentecatos estaban tirados en el suelo, con las narices rotas, los dientes mellados y el orgullo pisoteado por aquella muchacha que no había llegado a despeinarse. Qué cansada estaba la espadachina de hombres idiotas que solo veían a las mujeres como objetos y de la sociedad por alimentar aquella idea. Ella era igual de hábil que cualquier guerrero de la corte.
...palabras de los protagonistas...
No, él no era un chico más. Todos sus compañeros eran muñecos enñoñados que parecían haber sido producidos en masa. Estaban las chicas populares, rubias, arregladas como modelos y que solo parecían fijarse en la proporción de músculos de los tíos; luego los chicos guays, que parecían competir entre ellos para ver quién marcaba más paquete o era capaz de decir más obscenidades por minuto. Ambos grupos tenían sus lamepies que solo estaban ahí para asentir todas sus idioteces con tal de ganarse su favor. No, él era diferente en mil maneras: le gustaba leer (Mientras que aquellos burros seguro que solo leían Crepúsculo o 50 sombras de Grey), la moda le importaba un pimiento (Todos los días llevaba su camiseta reglamentaria sobre algún anime o película) y valoraba más las habilidades de las personas que lo que decía la moda o lo popular. Y, claro, todo el mundo se metía con él llamándole friki.
...y vamos, mil maneras más.
Es un recurso sencillo, intuitivo, que seguro que habremos leído o visto en más de una ocasión. Y si escribes, raro sea que no te haya asomado por algún párrafo. Es la manera más simple de decir lo que quieres decir. Tal cual. Y si tu lector no va muy despistado, te aseguras que entenderá tu mensaje de manera clara y consisa.
La vía clásica es tan sutil como repetir tropecientas veces "No te puedes casar con el primero que conoces".
Ahora bien, esta vía tiene varios inconvenientes:
El primero de ellos es que es muuuuuuuuuuuuuuuuy repetitivo encontrarte con escenas o personajes que no paran de decirte lo mismo. Hace poco estuve leyendo al mismo tiempo un par de libros que, contándote historias muy diferentes, todos tenían un personaje que estaba ahí para repetir lo especial que era, que él no era como el resto y aprovechaba para soltar un discurso sobre la hipocresía, la sociedad y bla bla bla.
¿La escena esta que os he contado de la espadachina? Su esencia es la misma que la de otras tres mil historias que para reafirmar que tienen un personaje femenino fuerte necesitan demostrarlo y, de paso, colar una nada sutil crítica al machismo.
¿Es malo ser repetitivo? Pues ya depende. Quejarse de ciertas cosas nunca es malo, pero llega un punto que aburre leer la misma reflexión enfocada de la misma manera y en el mismo contexto. Y me imagino que nadie quiere que su historia aburra.
Otro problema es que a veces soltar esos discursos corta el hilo de la narración. El personaje o el narrador empieza a enfrascarse en la idea a contar y todo lo que estaba sucediendo se detiene.
Y más problemas: corres el riesgo que esa idea que tanto querías trasmitir entre por un oído o salga por el otro. O, en este caso, de un ojo a otro ojo.
LA VÍA ALTERNATIVA: dejar que sea el lector quien mastique el mensaje
En este caso, no eres tú quien explica, profundiza y le da vueltas a la idea, sino que desperdigas una serie de pistas para que sean otros los que lleguen a ella. O, simplemente, representas aquello que quieres.
Este es el caso en el que, en vez de crear personajes anómalos que se reafirman en sus cualidades para criticar la sociedad (Como la espadachina o el friki), cambias la sociedad para convertir lo anómalo en común. Sí, es menos obvio que repetir capítulo tras capítulo que las mujeres también pueden ser guerreras y que la protagonista es una mujer fuerte e independiente, pero en su lugar te encuentras leyendo una historia en la que la protagonista es fuerte y puede que sin ser una guerrera o tan poderosa como la anterior; es independiente y lo es de manera natural, sin que nadie se burle, sin que tenga que demostrar su fuerta una y otra vez. Es un personaje que se desarrolla sin límites y sin repetir los tópicos que tanto hemos leído.
Problemoncio: esta vía no deja un mensaje claro y puede que muchos no lo entiendan, pero lo que busca es la reflexión: nuestra intención es que cuando alguien acabe la historia y cierre el libro se quede dándole vueltas a lo sucedido. No dar una única idea con principio, nudo y final, sino algo maleable, a lo que pensar y sacar nuestras propias conclusiones.
La vía clásica es que sea el propio Peter Parker el que te cuente porqué se convirtió en Spiderman mientras te remarca la importancia de los actos y sus consecuencias en un bonito discurso.
La vía alternativa es verle pelear, exigir el dinero de su apuesta y como, al ser estafado, decide ignorar a un ladrón. Luego, al ver cómo ese ladrón mata al tío Ben, eres tú quien entiende las repercusiones de aquel acto y acaba pensando en ellas.
Sin necesidad de una reflexión kilométrica, el mensaje llega a nosotros. Con suerte ahí se quedará ahí, resonando, mucho más potente que cualquier otro préviamente desmenuzado y servido en bandeja.
Siguiendo con mis símiles culinarios: la vía clásica te regurgita todas sus ideas directamente en el gaznate. La vía alternativa intenta que seas tú quien deguste, paladee y saboree.
Aunque, claro, no es lo mismo hincarle el diente a un filete crudo que a un flan, ¡así que no olvides cocinar todo lo posible tu mensaje! Las primeras veces te quedará crudo, quemado o soso, pero seguro que luego consigues un plato estupendo.
Por supuesto: ya sea para leer, escribir o desarrollar historias, cada uno es libre de elegir su vía favorita. Yo prefiero mil veces más disfrutar de una historia que te hace pensar antes que un folleto informativo de doscientas páginas, pero para gustos los colores.
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Consejos para escribir
Random¡Hola! Soy Celia Añó, dibujante y escritora de fantasía. Aquí os cuento mi experiencia en el largo camino de la escritura, mucha motivación, trucos, errores en historias y cómo aprender a publicar tus propios libros.