La importancia de fallar de nuevo

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Hace tiempo que llevo dándole vueltas a un tema y este febrero, lleno de fallos de concursos (y bien fallados), me ha animado a hablar de esto. Y de uno de mis refranes favoritos:

 Y de uno de mis refranes favoritos:

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Este refrán es para grabárselo. Que vale, a nadie nos gusta fallar, pero es mejor que no hacer nada o ni siquiera intentarlo. Así que os quiero contar mi historia. Es algo que me di cuenta el año pasado, cuando me puse a repetir los concursos del 2016.

Veréis, mi 2016 fue espantoso. Tuvo de todo y aunque también hubo cosas buenas, es como si se lo hubiese tragado un agujero negro. Y yo me sentía así, sin ganas, desmotivadísima, empezando proyectos para abandonarlos a los dos días. Pese a todo me tropecé con dos convocatorias, dos convocatorias que decidí repetir al año siguiente.

El primero fue una convocatoria de bolsilibros. Así funciono: ante los bloqueos, tirarte de cabeza al río. Y eso que por entonces no dominaba lo que era un bolsilibro, pero fue mi objetivo para sentir que estaba haciendo algo. Al año siguiente, repetí.

 Al año siguiente, repetí

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El otro concurso fue Alucinadas, donde ni siquiera me presenté

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El otro concurso fue Alucinadas, donde ni siquiera me presenté. Al año siguiente, decidí intentarlo y por partida doble, mandando cosas a Alucinadas y Aterradas.

 Al año siguiente, decidí intentarlo y por partida doble, mandando cosas a Alucinadas y Aterradas

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Acaba de salir el fallo de Alucinadas y puedo decir que no he ganado, y aunque te quedas con una espinita, eso no es nada con el derrotismo del 2016

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Acaba de salir el fallo de Alucinadas y puedo decir que no he ganado, y aunque te quedas con una espinita, eso no es nada con el derrotismo del 2016. Para mí no fue un concurso al que iba a ganar (aunque había intentarlo), sino uno para ver cuánto había mejorado en un año. Esta vez he fallado, ¡pero la otra vez ni eso! Y ahora tengo dos cuentos preciosos a los que pulir tranquilamente por mi cuenta.

Todo depende del punto de vista, porque aunque parece una derrota y sabe a derrota, solo el mandarlo ha sido una victoria para mí misma. Porque no os podéis ni imaginar cómo me sentí de feliz al comparar mi estado de ánimo (y confianza) de un año a otro.

Si no lo intentas, no consigues nada. Claro que si lo intentas puedes fallar, ¿pero y todo lo que se aprende fallando? En un año presentándome a concursos me he dado cuenta de un montón de errores (como dejármelo todo para el último día, meto muchísimo relleno al principio...), errores que ahora que conozco puedo solucionar. Seguramente falle de nuevo, pero fallaré mejor y estaré más contenta conmigo misma. Y a veces sucede lo inaudito: seleccionan tu cuento. Si participas en tropecientas convocatorias, alguna tendrá que ir bien.

Soy criminal reincidente en esto de intentar las cosas una y otra vez. Mi siguiente objetivo es el Ripley y este año voy a por todas.

 Mi siguiente objetivo es el Ripley y este año voy a por todas

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Así que eso: hay algo maravilloso en fallar. Por eso iniciativas como el bingo de rechazos me parecen tan bonitas. Tenemos que deshacernos del miedo a fracasar. Quien no lo intenta, nunca gana. Vale, tampoco pierde, pero hay derrotas que son pequeñas victorias (y yo el año anterior le metí un montón de golazos a mi derrotismo).

El bingo consiste en anotar todos tus rechazos. Hay quien dibuja ladrillos para construir un muro, quien dibuja calcetines para liberar a Dobby o Pokeballs. Y quien se está marcando un camino para llegar a los cien, ya que eso significa haber participado como mínimo en cien convocatorias. Yo este año me he apuntado con ratitas. Todo por animarnos a seguir escribiendo y que los rechazos no sepan a tanto. 

Hablando de concursos, yo misma estoy organizando uno, así que espero que después de esto os animéis a participar ;)

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Hablando de concursos, yo misma estoy organizando uno, así que espero que después de esto os animéis a participar ;)

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