¿Tranquila navidad? (Segunda parte)

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La Navidad no era una de las fechas preferidas de Severus Snape. No tenía gratos recuerdos de ella, su muggle padre se había encargado de eso con sus maltratos y su desprecio. Su madre siempre hacía todo lo posible para que esas fechas fueran lo más amenas posibles a pesar de lo poco que tenían, pero siempre terminaban en una gran tensión por el descontrol de su progenitor.

Al crecer, su pensamiento no había cambiado en absoluto. A pesar de haber compartido esas fechas con sus colegas en Hogwarts o en Malfoy Manor, se sentía solo y eso era algo que hacía sentirse incómodo en esas fiestas. Mientras veía como otros tenían con quien compartir y disfrutar, a él solamente le quedaba encerrarse, servirse un buen vaso de whisky y mentalizarse una y otra vez que la felicidad no era para él.

Ahora, al compartir nuevamente con los Malfoy, se sentía distinto. Una agradable paz lo abrigaba, era libre de toda atadura del pasado, estaba con los suyos y... tenía a una castaña que lo motivaba a ser feliz, a buscar esa felicidad que le fue negada.

Y su paz hubiese sido completa, de no ser por una mujer rubia y de ojos grises que se encontraba sentada a su lado parloteando animadamente con Narcissa y Andrómeda sobre moda.

-Un galeón por tus pensamientos, Severus- comentó Lucius Malfoy al ver a su amigo tan pensativo. -Llevo minutos tratando de tener una conversación contigo-

El pelinegro se limpió con la servilleta, haciendo gala de su innata elegancia. -Discúlpame ¿Qué me decías?-

El rubio mostró una sonrisa digna del Gato de Cheshire. -Ni en mis más alocados sueños pensé verte tan pensativo por una mujer- comentó con ironía.

El pelinegro dirigió nuevamente su atención a su plato mientras tomaba una porción de su pastel de calabaza y volvía a su impasibilidad. -El pensar es, a veces, una buena forma de escapar de la... cruel realidad- decía mientras miraba disimuladamente a Lynette y le daba una mirada cargada de reproche a Draco quien estaba sentado a su derecha. -¿Tranquila Navidad?- preguntó en un siseo que denotaba burla.

-No es mi culpa- masculló con molestia el joven ojigris degustando de su tarta de fresa. -No tuve nota máxima en Adivinación para predecir visitas no planificadas-

-Ya Severus, no es para tanto-

El pelinegro le dedicó una mirada fría a su amigo haciéndole recordar a Draco los tiempos de intimidación de su padrino en el colegio.

-Está bien ya entendí- dijo el rubio mayor en son de paz.

La visita de Lynette había sido inesperada. Todos pensaban que ella estaba ya instalada en la romántica ciudad de París con su familia paterna. Sin embargo, se llevaron una gran sorpresa al verla entrar intempestivamente en el salón, muy bien vestida y con la explicación de que había decidido que mejor pasaba las navidades con su adorado primo.

-Y dime, Lynette ¿Cuándo te vas a casar? Por lo que tengo entendido falta poco para que el reloj biológico se ponga en tu contra- preguntaba Andrómeda mientras le daba de comer a Teddy un poco de helado de vainilla.

-Pues espero que sea pronto, solo me falta convencer al hombre que quiero. Ese fue uno de los motivos por los que regresé a Gran Bretaña- la ojigris culminó su explicación con un guiño al pocionista y continuaba degustando su tarta de melaza de forma provocativa. El mago soltó un bufido mientras centraba su atención al postre que tenía enfrente. Lo que le faltaba para completar la noche, que Lynette declarara delante de todos que no lo iba a dejar en paz.

Los tres rubios se miraron sorprendidos de los planes que tenía su prima con su amigo. Pensaban que lo que ella sentía por él era meramente atracción, deseo, un encaprichamiento por lo difícil que era Snape para conquistar... nada más. Había llegado el momento de que la rubia saliera de su error.

El comienzo de una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora