¡Que comience la función!

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"Ni aun permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar, puede el hombre escapar a la sentencia de su destino".

Esquilo

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Selene de la Roquet se encontraba paseando con gracia por el jardín sur del palacio asariano. Después de haber ayudado a su futura cuñada con algunos preparativos para la fiesta de compromiso, se había ido a refugiar en la tranquilidad de aquel floreado lugar. No era que tuviera problemas con Alice, al contrario, estaba contenta de que su hermano escogiera a la noble chica como su compañera de vida y futura reina de su pueblo; pero admitía que le daba cierta envidia su felicidad.

Habían transcurrido dos meses desde la última vez que vio a Patrick en aquella mágica velada, en donde bailó una y otra vez con aquel chico que era dueño de sus suspiros. A pesar de que el joven acquariano no dejaba de estar al pendiente de la intercesora, se había comportado muy galante y atento con ella. Pero no podía engañarse, él siempre era así con ella y todo por aquella palabra que amaba y odiaba a partes iguales: amistad.

Sin importar las discrepancias de sus predecesores, Patrick y Selene se habían hecho muy buenos amigos en el transcurrir de los años. Sin embargo, y para pesar de la princesa asariana, no era lo que su corazón pedía a voces. Ella deseaba sentirse amada por él, besarlo hasta quedar sin aliento, pero no podía hacerlo, no mientras Patrick la viera solamente como amiga.

En eso pensaba cuando llegó a una pequeña plaza, adornada con varias asarias, rosales de diferentes colores y un par de columpios en la zona central donde estaba sentada una niña de unos 8 años, cabello rubio platinado largo y tez blanca.

-Samantha ¿Qué haces aquí? Deberías estar en tu salón- exclamó sorprendida al acercarse a la infanta de peculiares ojos azules.

-No quiero estar allí- dijo la pequeña con un puchero. -Solo me recuerda la tragedia-

Selene respiró hondo, eso era algo que tenía nerviosos últimamente a los habitantes del reino. Samantha, al ser un oráculo, tenía premoniciones, y lo que veía pasaría indudablemente. Pero el miedo era mayor por la angustia que reflejó la niña después de ver aquella visión. Jamás se le había visto así de asustada.

-Samy, te hemos preguntando una y otra vez que viste para evitarlo y te rehúsas a decírnoslo-

-Es porque no puede evitarse. Tiene que pasar para que se libere la verdad-

La rubia frunció el ceño, desconcertada por la respuesta. -¿A qué verdad te refieres?-

El oráculo se levantó del columpio con un salto, haciendo que la chica retrocediera. -Una verdad que liberará y dolerá a partes iguales- y sin esperar otra pregunta, salió corriendo.

El comienzo de una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora