No había nada que Gerard detestara más que la Navidad. La estúpidamente alegre decoración, el espíritu que todos tomaban ese día, la desastrosa cena familiar y la expresión que su madre lo forzaba a llevar durante todo el día, eran una tortura para él.
Prefería estar en su cuarto, viendo películas de zombies o leyendo los nuevos cómics que había conseguido en la tienda cuando lo obligaron a salir de casa. En la poca seguridad que su habitación le brindaba se sentía más cómodo.
Nunca encajaba en ningún lugar, ni siquiera con su propia familia, mucho menos en la escuela.
Y últimamente había sacado la conclusión de que era su culpa por ser tan jodidamente raro.Tenía 16 años y nunca había dado un maldito beso. La única persona que lo trataba decentemente fuera de su familia era su psicóloga. Nunca había tenido un amigo realmente, no le sorprendía.
Era gordo y un antisocial de mierda.
¡Su hermano menor tenía más vida social que el! Y eso se debia a que Michael era la persona mas agradable y simpática del planeta, incluso con el. Impresionante. No ponía mala cara cuando Donna le ordenaba llevar a Gerard cuando salía con sus amigos de la escuela, aunque el Way mayor sabía que le molestaba e incomodaba.
Pero de verdad ponía su mayor esfuerzo para comportarse bien y no avergonzarlo ante sus amigos. Gerard en serio lo intentaba.
No era para nada divertido estar siempre sólo.
Su padre fue el primero en notarlo, cuando Gerard tenía 11 años y Mikey 10. El menor traía niños a casa para jugar en su habitación y ver películas, salía a andar en bicicleta y jugaba a las escondidas en el jardín. Mientras Gerard arrastraba los pies por la casa con una expresión triste e indescifrable en el rostro, llegaba de la escuela con hematomas o la cara roja de tanto llorar y pasaba fines de semana enteros con su cuerpo rellenito sentado en el sofá, mirando la tele y devorando enormes paquetes de galletas.
Donald había intentado hablar con Gerard innumerables veces pero no lograba nada, y en la escuela las respuestas que le ofrecían no eran mucho mejores.
Sus hijos se llevaban por un año solamente, no lograba comprender como es que eran tan distintos.
O por qué su primogénito estaba tan triste.
En una de sus últimas visitas a la oficina del director esté le recomendó la psicóloga escolar, la señorita Linda Iero, una mujer muy profesional que de seguro lograría ayudar a Gerard.
Y lo hizo, un poco.
De igual forma, Gerard estaba encantado con ella, porque mostraba mucho interés en el. Nunca nadie lo había tratado así. Y siguió queriendola cinco años más tarde, cuando era un chico en plena adolescencia, que pensaba mucho y hablaba muy poco, siguió queriendola incluso cuando descubrió que sólo lo trataba bien porque recibía dinero a cambio, aunque ella negara hasta el cansancio esto último.
Donna convenció a su esposo de que no era nada, que Gerard estaba bien y que por el amor de Dios lo dejara en paz. Su madre siempre mostraba más interés por Mikey y Gerard fingia no notarlo.
Le molestaba en demasía la condición física de su hijo mayor, tanto que le había regalado una máquina para hacer abdominales en su cumpleaños número 15, aparato que Gerard guardaba sellado bajo su cama.
También solía mencionarle constantemente a su hijo la urgencia con la que necesitaba bajar de peso y que seguramente por eso nunca tendría una una novia, Gerard sentía que tenía razón.
Pero nunca lograba hacerlo. Lo máximo que había durado haciendo dieta era tres semanas.
Gerard se sentía como un verdadero fracaso.
¿Quien querría estar con alguien así? Ninguna chica...más bien, chico, porque si, a Gerard Way le gustaban las pollas, se podría fijar en alguien como el.
Si tan sólo pudiera ser como Mikey...
-Tu madre dice que la ayudes a poner las cosas en la mesa -Su padre habló fuera de su puerta y el chico de ojos esmeraldas bufo enojado.- Gerard, no vas a quedarte toda la noche allí si es lo que piensas. Al menos cena con la familia.
-Como sea -Abrió la puerta encontrándose con que Donald seguía de pie alli- Ya está ¿Feliz?
-Gerard, no seas así. Esto es importante, tenemos... -Las ojeras en los ojos de su hijo eran notorias y la razón era clara esta vez- Ella lo hubiera querido así.
El chico no respondió, sólo bajo la mirada sintiendo sus ojos acuarse.
-Ha pasado bastante tiempo, no puedes undirte así -Le pasó un brazo por los hombros y lo soltó luego de un suave apretón- Estoy seguro de que la pondrá feliz ver como sigues adelante.
Ajá, como si fuera tan fácil. Ya detestaba esta mierda de por si pero sería aún peor ya que Elena no estaría allí. Nadie la extrañaba tanto como el. Gerard amaba a su abuela.
-Oh, toma -Donna puso una montaña de platos limpios y blancos frente a el- Pon esto, saca cubiertos y cuenta las sillas.
Fruncio todavía más el seño al notar que sobraba una silla, pero su madre dijo (como una pausa del monólogo al que Gerard no prestaba atención) que Mikey traería un amigo a cenar hoy.
A penas terminó su labor subió corriendo las escaleras a encerrarse en su cuarto y para cuando se arrastró otra vez a la sala esta estaba llena. Las hermanas y hermanos de sus padres junto a sus respectivos esposos y esposas, más sus jodidos hijos, todos riendo y conversando.
Fue todo un caos servir la comida, eran muchos y todos hablaban a la vez. Gerard quiso ponerse a gritar, a ver la cara que pondrían todos.
Esta era una de las pocas navidades que pasaban en casa y deseó con todas sus fuerzas que no le tocara lavar los platos luego.
-¿Dónde esta el pequeño Mikey? -Preguntó una de sus tías cuyo nombre no sabía, sólo recordaba escuchar a Donna decir que se había divorciado hace poco.
-Está en camino.
Michael Way llegó 10 minutos después de esa corta conversación, sonriendo y dusculpandose por la tardanza, y Gerard habría vuelto a bajar la mirada a su plato, de no ser por el bonito niño tatuado que apareció tras su hermano.
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Crash Into My Arms {Frerard}
FanfictionGerard está perdidamente enamorado de Frank. [♡Portada por mi hermosa niña @mychemicalverga♡]