Capítulo 39

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Frank lo empujó bruscamente contra las baldosas, sujetandolo firme por las caderas mientras lo besaba despacio. Su lengua húmeda y caliente deslizándose dentro de su boca.

Gerard trataba inútilmente de taparse, furiosamente sonrojado. Cerraba los ojos con fuerza tratando de concentrarse en los besos de su novio y en cómo sus manos recorrían su cuerpo pero mierda, no podía. Se sentía enorme.

Tal vez incluso más grande que la primera vez que se había desnudado ante el. Sentía sus muslos llenos de horribles estrías, su estómago, su cintura gruesa. Frank seguía besandolo y el correspondía el beso porque era todo lo que podía hacer para no echarse a llorar como un niño.

Mechones de cabello húmedo caían por su cara bonita, el agua se deslizaba por sus mejillas, hasta sus labios. Tenían suerte de que las duchas fuesen individuales, no como en la escuela donde había pasado su primer año de secundaria, en las afueras de Belleville. Las duchas eran una tortura, tratando de que nadie mirase en su dirección y evitar mirar al desafortunado que se duchara su lado.

El avellana se apartó, admirando la figura de Gerard, mojado, desnudo, y muy caliente. Se había puesto duro sólo con eso. Su novio desvió sus ojos al suelo, mirando sus pies avergonzado.

-Bebé... -Se mordió el labio, besandole la frente con cariño- Jamás había visto a nadie tan bonito.

-¿Te gusto? -La pregunta brotó casi por accidente y Frank sonrió sin despegar los labios.

Gee se encogió, besando al tatuado en la mejilla. Se veía precioso así, desnudo bajo en chorro de la ducha, con la tinta en su piel dándole un aire rudo y masculino.- ¿De verdad, Frankie? -El solo se limito a besarle con ímpetu, mascullando un violento "Te amo, joder"  cuando lo tomo de los muslos y lo hizo enrollar sus piernas al rededor de sus  caderas. El esmeralda soltó un gemido al sentir la punta presionar en su entrada, su espalda pegada a la pared y sus brazos en el cuello de su novio, aferrándose a el con fuerza.- Espe-espera, Frankie, no...

-Shh, solo voy a meter mis dedos, corazón ¿Esta bien? -Gerard asintió y Frank se inclino para darle un beso con la boca abierta, sus manos tatuadas sujetándolo de los muslos para no dejarlo caer, era como tocar algodón, pálido y suave. El pelinegro suspiró en medio del beso, con los dedos tatuados invadiendo su interior. Moviendolos cuidadosamente, abriendolos en forma de tijera. Gerard casi grita cuando encontró su punto dulce.

-Bebé, van a oirnos. -El esmeralda tomó su rostro entre sus manos, acercandolo a él para poder comerle la boca y entonces el aire se hizo demasiado tenso, el agua demasiado caliente y necesitaban sentirse. El avellana terminó embistiendolo contra la pared, yendo lo más lento posible que le permitían sus hormonas alborotadas, con las pupilas dilatadas. Gee soltaba pequeños gemidos ahogados, apretando al rededor de Frank. Tenía los ojos llorosos, completamente extasiado.- Joder sí, joder sí... -Jadeaba el mayor con cada estocada. Su espalda tenía algunos rasguños lo suficientemente profundos como para arder, iban a ser un recordatorio constante de la escena. No le hacía mucha gracia ponerse duro cada vez que sintiese un dolor agudo en la espalda.

-Dios, Frank... -Gerard ronroneo al sentir su lengua en sus pezones, tirandole del pelo. Se vino en ese instante sobre el pecho de su guapísimo novio, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás para quedar fuera del alcancé del agua que caía insistentemente, buscando desesperadamente un poco de aire.- Definitivamente hay que hacer esto de nuevo. -Dijo Frank después de poner los ojos en blanco y correrse también. El pelinegro no podía estar más de acuerdo.

***

-Bueno, creo que hemos terminado. -Linda Iero le sonrió ampliamente, apretando su hombro de forma maternal. Habían terminado las clases y se había dirigido a su sesión con ella mientras Frank iba a pasar el rato fumando en las escaleras de la entrada, fuera del recinto escolar para que ningún maestro jodiese con su discurso de "Si fumas te mueres".

-Gracias por todo, Linda. -Le devolvió la sonrisa con sinceridad.

-Puedes venir conmigo por cualquier cosa, lo sabes. Independiente de que ya no vengas con regularidad, si necesitas hablar con alguien, aquí estaré.

-Lo sé, gracias. -Acomodó su bufanda al salir al exterior, protegiendose de la fría brisa. Aquella era su última sesión. Llevaba años yendo a esa oficina, todas las semanas, a la misma hora y era jodidamente raro. Como cambiar la cama de lugar en su cuarto. Pero al mismo tiempo estaba bien, era un enorme paso. Sabía que algún momento debía soltarla, cuando estuviese listo para afrontarse a la crueldad del mundo por su cuenta, sin ayuda. Ya no necesitaba a Linda y eso significaba algo muy bueno. Además, inevitablemente seguiría viéndola. Le quedaba un año más para finalizar sus estudios y vamos, era novio de su hijo. Iba a verla toda la vida. Esperaba que así fuese.

Pero aquella era la última vez que la veía como su psicóloga, una mujer firme, cálida y amorosa con un montón de problemas y desastres en su vida que dejaba a un lado para preocuparse por otros. Ya no la necesitaba y eso sólo significaba una cosa. Una maldita cosa.

Gerard era feliz.

Esa sensación de tranquilidad en su pecho no podía explicarse como otra cosa. Nunca antes había podido considerarse una persona feliz y nunca antes se había sentido de esa forma.

Gerard estaba enamorado.

Enamorado y listo para florecer. Se sentía tan bien que ni parecía real. Ese era el problema del amor y la felicidad. Podían ser fugaces. Fugaces y débiles. Tan jodidamente intensos que te dejan una huella y se van... o a veces se quedan. Frank quería quedarse, estaba seguro. Podía dejarlo cuidar de él y hacerlo también. Podía dejarlo repararlo.

Lo vio sentado en el mismo lugar donde le prometió estar dos horas atrás, con un cigarrillo entre los dientes y su cabello ahora completamente castaño (Habia decidido dejarlo crecer) brillante a la luz del atardecer. Estaba muy absorto en sus pensamientos y en la seguridad que hace meses no sentía que ni siquiera le importó la chica rubia platinada vestida de porrista que parecía absorta en un apasionado monólogo mientras la expresión del avellana era de puro desinterés, a pesar de que intentaba no parecer grosero.

Todo el mundo se podía ir a la mierda, excepto tal vez Frank. A él lo soportaba un poco, a veces. Sólo a veces, hasta lo amaba.

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Nota:

Creo que éste es uno de mis capítulos favoritos tbh. No quiero terminar aún el fic así que he estado pensando en varias ideas (SÍ, IDEAS) para más adelante. No me parece que lxs he hecho sufrir lo suficiente ahre saben que los amo♡ y pues eso, tal vez suba más fics, tengo un millón de temáticas en mente pero siento que no tengo tiempo para todas. So, les aviso♡♡

Pd: No se si notaron que he estado actualizando los fines de semana (espero seguir así) la cosa es que ese será mi horario por lo menos hasta que termine la escuela. Chao, besos en el culo.

Crash Into My Arms {Frerard}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora