Capítulo 24

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-¿Qué quería? -Frank llegó hasta el en cuanto Patrick desapareció de su campo visual, pasando un brazo para rodear la cintura de Gerard y atraerlo hacia si.

-Nada. Preguntó sobre nosotros, es todo. -Murmuró en respuesta, fingiendo que no le avergonzaba el hecho de que las manos tatuadas de Frank tocaban su flacido abdomen. Desvió la vista.

-Uhm... -Frank acercó su rostro y presionó los labios del pelinegro. Éste sintió el aliento del tatuado en su boca, apartandose cuando intentó profundizar el beso, ya que estaba rodeando su cintura con ambas manos, por no decir que estaban a la mitad del pasillo de la escuela y estaba repleto de adolescentes con ojos curiosos. El avellana soltó una risita, besando la punta de su nariz- Qué tímido eres.

-Lo siento, es que debo irme...

-Claro, claro. -Su no-novio puso los ojos en blanco, besandolo una vez más, afirmando la parte posterior de la cabeza de Gerard para que no pudiera apartarse- Te amo. Llamame.

El esmeralda asintió sonrojado.

-Y-yo también te amo, Frankie.

Se separaron luego. El menor se quedó de pie en ese mismo lugar hasta que ya no pudo ver la silueta de su chico a lo lejos.

Entró a la oficina de la psicóloga bastante molesto. El quería pasar tiempo con Frankie, quería besarle y apreciar su belleza por horas. No estar con su madre para hablar sobre cosas que ya no tenían importancia para Gerard. El tatuado ocupaba toda su atención. Lo que era mucho mejor. Prefería mil veces pensar en el lindo niño de ojos avellana que en lo feo y patético que era.  Aunque esas cosas tenían una gran relación. Joder, Frank debía tener un serio problema de vista. ¿Cómo podía mentirle tan descaradamente al decir que era hermoso? ¿Por qué el creía eso? ¿Es que no lo había visto bien?

-¡Gerard! -Saludó alegremente Linda.

Se sentó frente a el escritorio de la mujer, quitándose su mochila y dejándola a sus pies, afirmando una tira y sentado en una esquina se la silla, para largarse rápido apenas se hubiera cumplido la duración de la sesión.

-A si que, ¿Cómo te has sentido últimamente? -Linda llevó su mirada a la carpeta sobre su escritorio, que tenía una pequeña etiqueta con el nombre del pelinegro en rotulador rojo.

-Eh... Pues bien, diría que muy bien.

Eso no era algo nuevo. Desde que ella le recetó píldoras antidepresivas, cada vez que preguntaba sobre su estado el respondía lo mismo. Es que se sentía todavía más raro tomando esa droga y quería dejarla ya. Estaba comenzando a cansarle escorderle esas cosas a Frank. Porque recientemente estaban teniendo conversaciones muy abiertas y el tatuado casi le había mostrado su alma en ellas, hablando con tanta confianza que Gerard sintió un nudo en la garganta al negar cuando Frank preguntó si tenía algo que contarle, que el estaba allí para el, que lo amaba y que si tenía problemas haría todo lo posible por ayudarlo.

"No, estoy bien. Gracias Frankie"

Y bueno, el avellana siempre supo que había algo que Gerard no le estaba diciendo.

***

Frank atravesó las grandes puertas de la secundria de Belleville, respirando profundamente, pensando en la caja de malboros que había dejado en casa. Sus pulmones pedían inhalar nicotina pero estaba pensando seriamente en visitar a su madre en su oficina y tal vez, sólo tal vez, irse a casa con ella.

Realmente se sentía de buen humor, tanto que quería pasar tiempo con su madre y compensar de alguna forma el tiempo que había pasado ignorandola. Gerard siempre le decía que seguramente no era intención de Linda ser así, que era infeliz y que Frankie era todo lo que le quedaba. Cando se lo contara al esmeralda estaría muy contento.

Así que cambió de dirección.

A esa hora ya no quedaba casi ningún estudiante en el recinto, por lo que todo estaba excepcionalmente silencioso. Se sabía de memoria el camino hacia el lugar de trabajo de su madre así que pudo mirar hacia atrás con tranquilidad para vigilar que ningún conserje fantasma estuviera a sus espaldas.

Saludó a la secretaria con un movimiento de cabeza al entrar. Era una habitación compartida, con una pared y una pequeña puerta para dividirla. Sarah era la secretaria de la escuela, una mujer mayor con alguna que otra cana y una cálida sonrisa para mostrarle a los maleducados y groseros estudiantes, había que pasar obligatoriamente por su oficina para llegar a Linda.

-Hola Frank. -La mujer lo miró a través de sus gafas- Tu madre saldrá enseguida, ¿Por que no la esperas aquí, hijo? Hay revistas.

Fue inevitable devolverle la sonrisa.

Estaba sentado en las incómodas sillas que la escuela tenía, duras y con el respaldo jodidamente plano, cuando escucho voces acercarse a la puerta. Era Linda y otra voz masculina que...

Ese era Gerard. Su Gerard. Nadie tenía una voz tan dulce y cansada como el. Pero, ¿Que hacía el ahí? ¿Estaba de paseo? ¿A dejar algunas cosas? ¿Era uno de los chicos con problemas que atendía su madre...

Pensándolo bien, la última opción era bastante factible.

Por eso el horario de dos veces a la semana, desde cierta hora hasta cierta hora. Eso era lo que el esmeralda ocultaba. Ahora todo tenía más sentido en su cabeza. De pronto su ánimo decayó notablemente. ¿Tan mal estaba Gerard? ¿Realmente estaba tan triste? ¿Por que no lo había notado antes, por que no había hecho nada? ¿Por que no lo había ayudado? Necesitaba que Gerard estuviera bien, que estuviera feliz y que supiera lo hermoso que era. ¿Por qué estaba sentado tranquilamente allí, mientras esa obra de arte que tanto quería la pasaba mal?

Entonces algo hizo click, algo que estaba pasando por alto.

El pelinegro no le había dicho nada. Por que no quería que supiera. No quería que Frank supiera que iba al psicólogo.

¿Por qué?

¿Cuál era el maldito problema?

Frank apretó los puños y fruncio el seño. Carajo, incluso se lo había preguntado, le había preguntado si tenía algo que contarle. El confiaba plenamente en Gerard. Le había hablado sobre todos esos miedos y sensaciones que nadie más conocía. Sólo el. Porque sólo se sentía seguro con él. ¿Y ahora qué? ¿Es que no era mutuo? ¿No le tenía la suficiente confianza para decirle algo tan simple como eso?

El avellana se levantó dispuesto a abrir la puerta de una patada y ponerse a gritar como un lunático porque no estaba pensando, sólo estaba dolido de que le hubiera escondido algo así.

La puerta se abrió desde adentro antes de que pudiera pensar en algo lógico que decir además de furiosos balbuceos. Estaba enfadado. Por primera vez estaba enojado con el pelinegro. Pero es que eso no estaría sucediendo si hubiera sido sincero con el. Así podría apoyarlo, sostenerlo, cuidarlo, y no se estaría sintiendo como un idiota. Pero todos sus planes de gritar y patalear se fueron casi al instante en el que vio la expresión profundamente asustada en el rostro de su Gerard.

Crash Into My Arms {Frerard}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora