Capítulo 12

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-Gerard, levantate. -Despertar con la desagradable voz de su hermano menor no era exactamente algo que aportara al terrible estado de ánimo del pelinegro. Éste tenía la cabeza enterrada en la almohada y nada de ganas de ir a la escuela, ni de hablar con Michael. No quería ver a nadie. Ni siquiera a Linda, joder. Iba a enterrarse en el patio trasero antes de poner un pie fuera de la cama.- Vete a la mierda.

-Lo haría, créeme. Pero Donna dice que debo ir contigo a la escuela. Si pudiera elegir no te llev...

-¡No iré a ningún lado contigo, cabron! Sal por la ventana o algo y no vuelvas. -Gerard le dedico una mirada cansada, tenía oscuras ojeras bajo los ojos.

-¿Esto es por lo de ayer? -Mikey levantó las cejas hasta llegar al nacimiento del cabello.- Fue una broma, Gerard. Que resentido eres.

-Sal de aquí. -El esmeralda apretó los dientes con rabia. Claro que había sido una broma, y tal vez estaba siendo exagerado pero así se sentía. Y era horrible que Michael ni siquiera se esforzara por entenderlo, no le importaba. El nunca había sido rechazado así. Mejor dicho, nunca había sido rechazado en la vida y no había forma de que comprendiera a Gerard.

-Mamá...

El pelinegro se levantó con un movimiento brusco que obligó a Mikey a cerrar la boca y abrió su armario, que consistía en prendas negras y camisetas de bandas o películas. Tomó su uniforme y froto su rostro con ambas manos.- Baja. Ya voy.

***

Tuvo que correr por el pasillo a toda velocidad porque el timbre ya había sonado y la profesora de matemáticas era una mujer amargada que albergaba un odio injustificado por Gerard, y el llegar tarde era una buenísima razón para complicarle la vida a su regordete estudiante.

Y ella no desaprovechó la oportunidad.

-Son las 8:15, Way. La hora de entrada es a las 8:00. Lo sabes.

Su cabello rubio y corto estaba desordenado y Gerard podía apreciar que sus raíces comenzaban a tomar un color negro. Vaya, Gerard estaba en lo cierto, la bruja no era rubia.

-A la oficina. -La mujer acomodó sus gafas y lo miró con seriedad.

-¿Qué? Pero sólo son 15 minutos... -Sus uñas con esmalte rojo resonaron en el escritorio con insistencia y el de ojos esmeralda supo que había perdido. Ella estaba esperando a que saliera para continuar con su clase.- Bien. -Suspiró sin fuerzas para enojarse o argumentar algo a su favor. Ni siquiera le gustaban las matemáticas.

El director no sabía su nombre porque realmente no iba muy seguido a su oficina. Casi nunca. No era problematico, de hecho en la escuela rara vez decía algo que no fuera "Sueltame, Pete" o "Déjame tranquilo, Pete", lo cual era jodidamente muy triste.

Al no estar en la lista negra del hombre, esté le dio un tedioso sermón, preocupado por tener otro niño problema del que hacerse cargo. Tardó toda la maldita hora y para cuando logró librarse, el corredor estaba atestado de adolescentes gritones.

Gerard se asustó. Frank no estaba allí. El avellana últimamente lo recogía a la salida de clases, sin falta, y luego le mostraba a Pete el dedo corazón cuando éste pasaba a su lado. Pero ahora no sabía como encontrarlo y el moreno podía aparecer en cualquier momento.

Al principio pensaba en no verlo más. Estaba demasiado apenado por lo ocurrido en la fiesta y el hecho de que el tatuado no lo supiera no disminuía su vergüenza. Se sentía muy estúpido.

Pero eso no evitaba que Pete lo fastidiara o algo peor, así que deslizó la mirada por todo el lugar, buscando al avellana. Después volvió a la puerta de el salón de matemáticas y tampoco estaba allí. Tal vez se dio cuenta de que Gerard no estaba y fue a buscar a otra parte. El pelinegro recorrió los baños y también afuera, en las mesas donde usualmente se sentaba con Frank y los imbéciles. Ahí pudo encontrar al tatuado. Estaba sentado bajo un árbol, debido a los leves rayos de sol que iluminaban el patio. Llevaba jeans gastados con agujeros en las rodillas y una camiseta negra sin mangas que dejó a Gerard anonadado por unos segundos, sintiendo unas ganas enfermas de tocar los tatuajes que decoraban la piel de su brazo, ese brazo con el que rodeaba a una chica.

Ella tenía el cabello castaño corto, limpio y brilloso, con un pequeño flequillo en su frente. Su piel era blanca, tenía pecas y un suave tono rosado decorando sus marcados pómulos. Era delgada y llevaba un vestido azul con lunares blancos. A Gerard le recordó al vestido que usaba su abuela. Ew.

En cuanto los ojos esmeralda chocaron con los avellana, Frank lo miró sorprendido. Parecía lamentarse con la mirada y dejó de rodear a la chica (Gerard había descubierto que era la misma de la condenada fiesta) para comenzar a sacudir el pasto de su ropa, levantarse y ofrecerle una mano a su acompañante.

Gerard seguía de pie en mitad del lugar, con su tez pálida reluciendo a la luz del sol, su cara no tenía expresión alguna.

-¡Gee! -Frank notó el estado de Gerard y sacó precipitadas conclusiones. Atrajo a la chica por la cintura para apagarla a el ante la mirada rota de el pelinegro. Ella sonreía con amabilidad pero no hablaba.- Lo siento, perdí la noción del tiempo. En serio lo lamento, no volveré a olvidarlo...

Gerard ladeo la cabeza confundido. Pero volvió a su posición inicial al entender. No es que Frank se haya cansado de buscarlo, sino que nunca lo había buscado. Y el esmeralda sólo pudo encoger los hombros. El tatuado no era su tutor, tenía cosas más importantes que hacer y Gerard no lo había visto antes.

-Frank, no. Está bien. -El niño bonito seguía hablando y la chica seguía sonriendo.

-¿Seguro? -Alzó una ceja y el pelinegro asintió.

Entonces Frank pareció dar el tema por zanjado. Su rostro se transformó en algo alegre otra vez y las comisuras de sus labios se levantaron para dar paso a una preciosa sonrisa.

-Oh. Casi lo olvido -Frank lo miró igual que siempre. Despreocupado, natural y con cariño.- Ella es Jamia, mi novia.

Crash Into My Arms {Frerard}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora