Capítulo 31

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Gerard se sonrojo furiosamente, de pie a un lado de la cama matrimonial.

La casa era jodidamente cálida y espaciosa. No era tan pequeña como para que el espacio fuese limitado ni tan grande como para ser tenebrosa. Era una casa linda. Incluso de noche, considerando lo supersticioso que era el pelinegro. Frank le había contado que era de sus padres y que antes solía pasar sus vacaciones de verano allí.

Se entretuvo explorando las habitaciones cuando sus ganas de dormir se esfumaron un poco, poniendo especial atención a los cuadros familiares que colgaban de la pared. Había una foto de su Frankie cuando era pequeño, con traje de baño y un sombrero rojo en la cabeza. Sonreía tiernamente a la cámara, sujetando con firmeza la mano del hombre a su lado, quién, Gerard supuso, era su padre.

Después fue a la cocina para mirar como Frank intentaba preparar un sándwich sin hacer estallar la tostadora, riendo, con el ruido del televisor de fondo.

-Mierda, ¿Cómo saco esto? Gerard no es gracioso... ¡Gee! ¡Deja de reírte! ¿Por qué no me ayudas? La puta madre, está caliente ¡Mi mano! ¡Tenderán que amputarmela! ¡Gerard, Gerard!

-¡Apagalo idiota!

El punto es que Gerard tiene la cara roja como un tomate y pasea sus mirada desde Frank, que está quitándose los zapatos, y la gran cama ante sus ojos. El avellana está sonriendo, sentado en la cama de espaldas a el.

Su sonrojo se intensificó al verlo llevar sus manos al borde de su oscura camiseta y levantarla, quitandosela y arrojandola a un lado, dándole a Gerard una vista perfecta de su espalda tatuada.

El esmeralda se quedó mirándolo embobado durante unos instantes hasta que finalmente reaccionó, su cara aún más roja si es que eso era posible, tapándose la cara con las manos y soltando un grito agudo.- ¡Dios Frank! ¡Vístete!

Escuchó la jugetona risa del niño bonito ahora semidesnudo, sin atreverse a abrir los ojos.

Su timidez y sus ganas de apreciar el cuerpo de Frank estaban teniendo una sería discusión para ordenarle que hacer a continuación.

-Listo. -Abrió los ojos. Mierda. Santa jodida mierda.

Deseaba tener un maldito lápiz a mano para plasmar sobre un papel cada uno de los dibujos en la piel de Frank. No podía dejar de verlo. Sus ojos inspeccionaron con atención las golondrinas en sus caderas, pensando en cómo se sentiría el relieve de la tinta al rozarlo con la yema de sus dedos. Cerró los ojos, chillando, tratando de alejar su mente de las caderas de Frank.

-¿Vas a dormir ahí de pie? -El tatuado se metió bajo las sábanas con tan sólo un delgado pantalón de pijama cubriendolo. Eso hacía sonrojar a Gerard. Parecía un niño así. Sus bonitos ojos curiosos estaban fijos en Frank. Se miraron unos segundos, el mayor tenía los labios apretados para ocultar su sonrisa y sus delineadas cejas arqueadas. Realmente no era incómodo, sólo tenso. Gerard estaba nervioso.

-¿Estás intentando seducirme?

-Tal vez... -El avellana rió, observando al pelinegro sacar un pijama de superhéroes de su mochila y entrar al baño de la habitación- ¡Oye! ¿Y mi striptease?

El chico contestó con una sonora carcajada, saliendo del baño unos minutos después, tapado de pies a cabeza con ese infantil pijama que hacía que Frank se sintiera como un puto pedófilo al sentir el desesperado inpulso de besarlo. El tatuado dejó caer su cabeza sobre la almohada, respirando lentamente. Su vientre se hundía y sus costillas se podían percibir a través de su piel. Realmente era hermoso.

Miró de reojo a Gerard, que aún estaba de pie sobre la alfombra beige que cubría el suelo de casi toda la habitación. El niño se mordia los labios con gesto nervioso y apartó la mirada en cuanto los ojos de Frank encontraron los suyos.

-Ven aquí. -Frankie sonrió cálido, pequeñas arrugas se formaron junto a sus avellanas, palmeando el espacio vacío en la cama.

El colchón se hundió bajo su peso y una de las manos de Frank fue al instante a posarse en su cintura para poder atraerlo hacia si. El mayor hundió la cara en su cuello e inspiró con fuerza el dulce aroma de Gerard, dejando un beso húmedo sobre una visible marca púrpura que le encantaba hacer en el cuerpo pálido de su pelinegro.

El esmeralda suspiró, relajandose y dejando que los labios de Frank invadieran su cuello, besando, mordiendo y chupando. Estaba demasiado cansado como para preocuparse por algo. Había sido un día jodidamente largo para ambos, demasiadas emociones para tan sólo 24 horas.

No necesitaban hablarlo, simplemente lo sabían. Era mejor así, en silencio, oyendo la calmada respiración de el otro y el ruido de los labios de Frank al succionar y besar perezosamente la piel de Gerard.

Las manos del menor se posaron en la espalda del avellana, tocando cuidadosamente la calabaza de halloween, sintiendo (Joder, era maravilloso) el relieve de la tinta contra su palma.

Bajó por toda su espalda despacio, temiendo que le doliera si presionaba muy fuerte algún lugar.

Frank alzó la cabeza de su cuello para poder mirarlo a los ojos y apreciar la expresión anonadada en el rostro de Gerard, con los ojos abiertos de par en par, el cabello negro enmarcando su cara bonita y su boca en forma de "O".

El tacto de su novio era suave y sentía ligeras cosquillas. Sonrió, juntando sus labios con los de Gerard, frotándose contra su boca, atrapando su labio inferior entre sus dientes y mordiendo. Su aliento mezclándose con el del pelinegro y sus lenguas acariciandose.

-Te amo tanto...

Luego Frank se apartó lentamente, dejándose caer de espaldas y dándole a Gerard una vista hermosa de sus tatuajes.

Las regordetas manos del esmeralda fueron a recorrer las llamativas golondrinas en sus caderas, acariciandolo, subiendo y bajando por todo su pecho.

Volvieron a besarse. Un puto beso lento y condenadamente lleno de amor. Las manos de Gerard fueron al mohicano de Frank para mantenerlo quieto y poder tomar aire. Aún no sabía respirar entre besos.

Lo siguiente que supo fue que sus brazos rodeaban la cintura desnuda de Frank mientras se acurrucaba en su pecho y se dormía, contando los latidos del corazón del avellana.

Crash Into My Arms {Frerard}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora