Capítulo 17

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Gerard se dio varias vueltas, mirando su cuerpo desnudo desde distintos ángulos.

Su vientre tenía notorias estrías, al igual que sus muslos. Si se ubicaba de lado podía ver lo mucho que su estómago resaltaba y como sus piernas se veían gordas a pesar de intentar usar pantalones unas tallas por sobre la suya. Joder, sobre todo cuando se sentaba. Cuando se sentaba parecía que sus muslos harían trizas los jeans.

No podía verse más enorme, definitivamente eso no era una opción.

Jamás iba a tener un novio de esa forma, jamás iba a gustarle a nadie. Era asqueroso.

Aguantó la respiración y siguió dando vueltas frente al espejo de cuerpo entero, intentando ser visualmente agradable de alguna forma.

Entonces recordó a Jamia. Tan perfecta, llena de pequeñas curvas que estaban justo donde tenían que estar. Con sus vestidos cortos y sus lindos ojos cafés. Dios, tenía que dejar de pensar en ella. Y en Frank. Y en toda esa mierda de los celos y el dolor en el pecho que sentía cada vez que los veía juntos. Llevaba semanas deseando que el tatuado la dejara. No porque pensara que estaría con el, si no por puro capricho. Así podría volver a tomarle la mano inocentemente sin sentir que le estaba faltando el respeto a Jamia, después de lo buena que era con el. Aunque también sabía que sólo era percepción suya, porque Frank no lo dejaría hacerlo si fuera así, ¿Verdad?

-¡Gerard, baja a cenar!

-¡No tengo hambre!

-¡Y yo no tengo tiempo para tus porquerías! ¡Ven ya!

-¡No! ¡Después como!

-¿Sabes que? ¡Haz lo que quieras!

Podía escuchar como Donna se quejaba, hablando sin parar sobre su vida de ama de casa y sobre que ella no tenía cosas más importantes que hacer además de cocinar para ellos- Niños malagradecidos.

***

-No tiene nada de malo recibir ayuda. -Le dijo Linda con sinceridad.

-No lo entiende. Esta es la secundaria y el es mi único amigo. No puedo perderlo, es como...¡El me cuida las espaldas! ¿Sabe lo que es eso?

-Si, lo sé. -Ella suspiró, buscando una forma de llegar a su paciente, de hacerle entender- Pero Gerard, deberías ser sincero. No creo que se enoje por...

-Pensará que soy raro.

-¿Y que tiene de malo? ¿Te has detenido a pensar el porque es tu amigo si eres tan raro como dices? Yo personalmente pienso que esa es la razón. Eres diferente.

Gerard guardó silencio.

-Y -Prosiguió- Creo que se va a molestar más porque no se lo has dicho. El te quiere.

-¿Cómo lo sabe?

-Pues, fuera de está escuela soy madre, y el habla mucho de ti.

El esmeralda reflexionó las palabras de la mujer, mirando sus manos como si fueran lo más interesante del mundo.

-¿Linda? -Preguntó después de un rato en silencio, con el tic tac de un reloj como único sonido en la habitación.

-¿Si, Gerard?

-¿Crees... -Tomó aire, tratando de ordenar sus ideas- ¿Crees que... que yo pueda... gustarle? Digo, se no soy mucho pero en serio...

-¿Por qué no le preguntas?

Detestaba cuando Linda se ponía en plan formal. Con su cara de sabiduría y sus piernas cruzadas. Eso la hacía parecer distante, menos real.

-No voy a hacer eso. -Pasó las manos por su mugroso cabello, frunciendo los labios.- De todas maneras no importa. Es algo tonto.

-¿Por que dices que es tonto? Tienes 16 años. Los chico salen con chicos todo el tiempo. Es algo común. Tienes que comenzar a pensar en ti, no en el agrado de los demás.

-El tiene novia.

-Oh, sí. -La mujer asintió, mirándolo con delicadeza.- Bueno, si es así, no estaría bien que intervinieras.

-Ella es muy buena conmigo ¿Sabe? -Gerard habló como si no la hubiera escuchado- Demasiado buena, la verdad. Y yo sólo le tengo envidia. Ni siquiera la aprecio. Sólo... -Sus ojos se acuaron y se tapó la cara con sus regordetas manos.

Linda lo miraba confundida. Muchos chicos pasaban por esa silla a lo largo de la semana, pero no había ninguno como el pelinegro. Todos tenían mal comportamiento, eran groseros y se la pasaban ingiriendo sustancias ilícitas. Normalmente se largaban a mitad de la sesión y la llamaban vieja estúpida. Eran la clase de chicos a los que quería abofetear y gritarles que se despertaran de una vez, pero no podía porque eran pacientes, y porque había algo detrás de su actitud, había un por qué.

Y ahora estaba ese muchacho con sobrepeso, con el cabello oscuro casi hasta los hombros y una sonrisa triste en los labios. Conocía a Gerard Way desde hace años, y nunca había visto a un chico tan triste como el. Solía darle las gracias constantemente y le dedicaba pequeñas sonrisas en señal de comunicación.

Siempre se preguntaba si lograba abrirse realmente con alguien. Ella era su psicóloga, claro que sí, y el le confiaba cosas que nunca le había contado a nadie, pero aún así. Linda podía sentirlo.

Gerard estaba irremediablemente roto.

Esa era su conclusión luego de meses charlando con el chico. Y no era algo de unas cuántas palabras hirientes por parte de su madre y sus compañeros, era producto de años de abuso psicológico y físico.

Lo peor de todo era que en el momento en el que vio una pequeña mejora en el esmeralda, su ánimo comenzó de decaer notablemente otra vez, asemejandose a las primeras sesiones, cuando pensaba que estaba completamente sólo contra el mundo.

¿Tenía esto algo que ver con Frank Iero?

Probablemente.

-Soy una terrible, terrible persona. -Gerard sollozo- Se que no es mío pero lo quiero tanto, tanto.

Tal vez era una buena idea recomendarle antidepresivos de nuevo.

-No eres malo. Está bien tener emociones. Todo el mundo lo hace.

-No estas comprendiendo, Linda. El no me quiere ¿Es que no lo ves? Soy gordo, soy tan jodidamente inútil.

-Gerard, ya hemos hablado de esto -La mujer tenía en seño fruncido con enojo. Profundas arrugas se formaban en su cara. Marcas que adquiría a medida que pasaba el tiempo- No puedes simplemente ir por ahí menospreciandote de esa forma. ¿Le dirías esas cosas a alguien mas? ¿Se lo dirías a tu yo de 10 años? ¿Cómo puedes decir eso de ti?

-Porque es verdad, yo lo sé, todos lo saben.

Crash Into My Arms {Frerard}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora