Capítulo 29

1.9K 266 83
                                    

El auto de Frank resultó ser un Volvo plateado que seguramente costaba lo mismo (o más) que su casa y estaba casi abandonado en la cochera. Gerard supuso que una capa de polvo lo cubría en cuanto su novio se lo mostró pero no era así. Linda obligaba al chico a mantenerlo limpio porque: "Era un regalo, mocoso malagradecido" y "Ya sabes como se pone tu padre".

Le sorprendió que Frank encendiera el auto con naturalidad y retrocediera como si fuera lo más fácil del mundo, mirando por el espejo retrovisor con tranquilidad. Era extraño. La luz del sol le llegaba directo a los ojos y se veían de un hermoso tono verde, tenía la vista fija en el camino.

Tuvo que entrar por la ventana de su habitación para ir a buscar sus cosas y se le hizo tan difícil escalar por la puta pared que finalmente decidieron que entrara Frank.

Dejó un beso en cada una de sus mejillas, después se afirmó del marco de la ventana para darse impulso y ya estaba trepando con agilidad. Se giró a verlo cuando estuvo arriba, cruzandose de brazos y moviendo la cejas.

-Presumido -Gruñó Gerard en voz baja.

El tatuado rió, pasando una mano por su cabello- ¿Dónde está tu ropa, amor?

-En el mueble junto a la mesita de noche. -Volvió a gruñir de mal humor.

La casa estaba vacía por lo qué no corrían el riesgo de ser escuchados y que Donna se les lanzara encima como una fiera otra vez, pero la puerta estaba cerrada y Gerard no tenía llaves. En ese momento pensó en lo mucho que lamentaba nunca haber sacado una copia de éstas porque, sinceramente dudaba que sus padres lo esperaran en la puerta para recibirlo con los brazos abiertos. Iba a dormir en el jardín, estaba seguro.

Frank abrió el primer cajón y se encontró con camisetas anchas y arrugadas pero limpias al fin y al cabo, tomó 2 al azar y las metió en el bolso que Gerard usaba para llevar sus libros a la escuela. Luego la misma cantidad pantalones.

-Gee, ¿Y los calcetines?

-En la cómoda que está al lado ¿Seguro de que no eres de esos que huelen la ropa interior ajena? Porque eso sería...

-Idiota. -Contestó con una sonrisa, sin asomarse a la ventana, en un tono de voz lo suficientemente alto para que el pelinegro pudiera oír desde abajo- ¿Hay algo extra que quieras llevar?

-No, nada. Ya baja, puede llegar alguien en cualquier momento -El esmeralda jugueteo nervioso con el borde de su jersey. Levantó la vista al escuchar su diminutivo salir de los labios de Frank y éste le hizo una seña, lanzando el bolso a las manos de Gerard.

Se quejó, bajando con lentitud y aferrandose con fuerza a la cañería. El pelinegro pensó que en cualquier momento lo vería estrellarse contra el césped.

-Lo dices como si no fuera tu casa -Replicó el avellana con el seño fruncido, quitándole el bolso y colgandoselo al hombro para comenzar a caminar hacia el Volvo.

Gerard se encogió, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón- Jamás he sentido que ésta sea mi casa, Frankie.

Era realmente tierna la forma en la que el niño de ojos esmeralda pronunciaba su nombre. "Frankie". Su voz se ponía jodidamente aguda y sonaba como un niño pequeño...

De pronto sintió el impulso de besarlo. Y lo hizo. Dejó el bolso en el asiento trasero y se giró, su pecho chocando bruscamente con el de Gerard. Éste lo miraba sorprendido. Tomó su rostro entre sus manos y lo acercó hacia si con cuidado, besando su mandíbula, detrás de su oreja, en el mentón, en la mejilla, para después aterrizar en sus labios.
El pelinegro suspiró. Sus bocas mezclándose. Su puto corazón derritiendose.

Los dientes de Frank tironearon su labio inferior, mordiendo con suavidad y metiendo su lengua en la boca abierta del menor.

-Vamos -Susurró el esmeralda con las mejillas rosas, rompiendo el beso y apartando la mano de Frank de su redonda cintura.

El tatuado soltó una risita, llevando su mano al mentón de Gerard para que levantara la vista. Tenía los labios un poco hinchados y lucia avergonzado. Sólo pudo abrazarlo, apretarlo contra su cuerpo y dejarle un sonoro beso en el pelo.

Para cuando salieron de Belleville el sol ya casi se había ido y la luz del atardecer iluminaba el auto, tan fuerte que no podía mirar el paisaje sin gafas de sol. El pelinegro había bajado el vidrio para poder sentir el viento golpeando su rostro y provocando que algunos mechones oscuros le cubrieran los ojos.

Tenía que cortarse el cabello, su madre estaba en lo cierto, parecía una niña así, decidió al mirarse en el espejo sobre el asiento del copiloto.

Sujetó su cabello de tal forma que parecía como si lo tuviera corto y mierda, nada mejoraba. Arrugo la nariz y mostró sus pequeños dientes al espejo, totalmente consciente de la mirada extrañada que le dedicaba su novio.

-Ni siquiera llevamos una hora de viaje y ya te estás volviendo loco ¿Tan aburrido soy?

-Silencio. -Murmuró centrando su atención en su reflejo y en su cabello, sin escuchar del todo el monólogo de Frank.

Una risotada salió de los labios del avellana ante una de sus muecas. Se rió tanto que tuvo que detener el jodido auto para evitar tener un accidente en medio de la carretera.

-Bien, bien. Ya está ¿Cuál es el problema, bebé? -La sonrisa no se quitaba de su rostro. Estúpido Frank. Era tan lindo que ni siquiera podía enfadarse con él. Que puta injusticia. A las personas como el no deberían permitirles salir de casa. Maldito animal.

-Nada, ya vamos.

-Yo creo que tu cabello se ve hermoso así -Gerard puso los ojos en blanco, bajando la cabeza para mirar sus pies. No podía sostener la mirada profunda de Frank sin sonrojarse- Contrasta con tu piel pálida, es condenadamente adorable.

El tatuado se inclinó para presionar su boca contra la del esmeralda, volviendo a su lugar con lentitud. El pelinegro aún miraba hacia abajo con inseguridad, su novio estiró el brazo para acomodarle un mechón detrás de la oreja. Gerard era precioso. Tenía las mejillas rojas como tomates de calidad, su boca rosada formaba una fina línea, escondiendo sus dientes de niño pequeño, nariz pequeña y puntiaguda, pestañas espesas y oscuras. Frank notó al analizarlo desde ese ángulo que llevaba una casi imperceptible capa de rimel.

Iba a morir de ternura ahí mismo y Gerard tendría que regresar caminando por qué no iba a poder revivirlo con nada. Cuándo el menor alzó la vista se lanzó a besarlo y comerle el cuello a mordiscos.

Se fijó en sus ojos esmeralda que ya no lucían tan tristes como la primera vez que lo vio. El delineador resaltaba su color y joder, mil veces joder.

-¿Tu crees, Frankie? -Habló al fin con timidez, trayendo al mayor de vuelta a la realidad.

-No lo creo, Gerard. Lo veo. -El avellana suspiró y su novio no volvió a replicar, regresando su atención al paisaje. El cabello se le veía casi castaño a plena luz del sol y sintió ganas de cubrirlo de pies a cabeza con protector solar. Se quedo mirando fijamente el cuello de su jersey por donde asomaba una diminuta marca roja de su autoria, sin poder evitar imaginar su piel bajo todas esas capas de ropa holgada... Era tan blanco y puro y hermoso...

Frank arrancó el auto luego de acariciarle la mejilla con los nudillos. Si tan sólo Gerard pudiera ver lo que él ve... Si tan sólo pudiera verse de verdad...

Crash Into My Arms {Frerard}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora