Lo reconocería aunque hubieran pasado mil años, pero en realidad exageraba. No había pasado tanto tiempo, pero aun así, caminando en la calle después de muchos años, sabría que era él. Prácticamente me congele en medio del restaurante, avente mis órdenes de regreso a la barra y corrí a los brazos del chico de cabello corto, con un cuerpo más ejercitado y las facciones demostrando que ya era un hombre. Su uniforme solo era otra prueba de los años, la edad, pero sobre todo que seguía vivo. Mis piernas se enredaron en cintura y mis manos en su cuello, llore en su hombro, era feliz, pero aún tenía miedo de perderlo.
-¿Cómo me encontraste? –Pregunte alejándome lo suficiente para verle el rostro.-
-¿En serio hace falta preguntar? –Sus labios formaron una sonrisa como la que recordaba de tiempos atrás.-
Sabía que Frank le había dicho.
Algunos de los clientes comenzaron a aplaudir y gritar de alegría por el soldado recién llegado. Fue entonces cuando me di cuenta que no estábamos solos, regrese al suelo, con plena conciencia de mis mejillas rojas. ¡Por Dios! ¿Qué pensarían de mí los clientes? ¿Qué pensaría de mi...
Red? RED!! Levante mi mirada de mis zapatos para buscar sus ojos color avellana. Al igual que el resto de los trabajadores estaban con la boca abierta.
-Ven quiero presentarte a algunas personas.
Mientras caminábamos a la barra, note que tenía su mochila colgando de su hombro izquierdo, estaba segura que había venido directamente a verme.
-Quisiera presentarles a Darío, él es mi mejor amigo desde la secundaria. –Dije con felicidad al recordar viejos tiempos.-
Darío era un chico muy alto, pasando por poco el metro noventa, tenía tez oscura y ojos profundamente negros. Ahora tenía un cuerpo trabajado, tal vez por el entrenamiento, su cabello usualmente chino y esponjado ahora era tan corto que no se le notaba nada.
-Gracias por tu servicio. –Dijo Sophie.- ¿quieres algo de comer? Pero claro que quieres, debes estar hambriento. Vamos siéntate enseguida te traeré algo.
Con el paso de los días, descubrí que ella era así con todo mundo. Me dejo descansar para acompañar a mi amigo en su comida, estábamos en una mesa apartados de todos.
-Te he extrañado, aunque te ves bien. –Sus modales no habían cambiado, hablo con la boca llena de comida y los codos sobre la mesa.-
-Yo también te he extrañado. ¿Cuánto tiempo te quedaras? –Pregunte con un poco de miedo porque su estadía fuera muy corta.-
-Bueno, solo una semana. Tengo que visitar a mi mama, ya sabes cómo se pondrá cuando se entere que no llegue con ella primero, pero tenía que asegurarme de que estuvieras bien. Sobre todo después de que me entere que ya entraste a la universidad. –Su sonrisa me dejo ver sus dientes blancos, envidiaba su sonrisa, siempre lo había hecho.-
Tenía una semana yendo a clases, aún estaba aterrada cada que entraba al salón pero las cosas estaban marchando a la perfección.
-Estoy bien, tan bien como podría estarlo. –Una sonrisa apareció para luego desvanecerse.- la escuela es difícil, pero eso lo supe desde hace mucho. Siento no poder estar contigo como quisiera, pero la escuela y el trabajo me están exprimiendo.
-Descuida sé que llegue sin avisar, solo quería verte a sí que no te preocupes. Por cierto, me quedare contigo.
-Si sabes que vivo con Silene ¿verdad? –Comí de la ensalada que Sophie seguía poniendo en mi plato, obligándome a comer más saludable.-
-Sí, lo sé. Pero ambos somos adultos. Además supongo que ya debe de haber superado el pasado.
-Bueno éramos niños, además fingir que no existía cuando iba a visitarme no era algo muy lindo para ella, lo sabes.
Sé que Red se la pasó viéndonos todo el rato en el que estuve con mi viejo amigo, pero ahora estando con Darío me sentía culpable, no quería mirarlo. Red no me gustaba, pero si me hacía olvidar muchas cosas, las cuales todavía me perseguían en mis sueños.
Después de nuestra comida, continúe trabajando, Darío dijo que no solo había venido a verme sino que también tenía que algo que decirme.
No regrese a casa en la parte trasera de la moto de Red, regrese junto a Darío en un taxi, Silene nos vio mientras estaba sentada en la sala con un bote de helado. Aún no había arreglado las cosas con Dante, de hecho no se hablaban, él estuvo insistiendo varios días, incluso se apareció en la casa pero ella lo ignoraba. Quería darle un escarmiento pero también tenía miedo de regresar con él.
Vio a Darío junto a mí y brinco del asiento.
-Llegas en un muy buen momento, cuanto te extrañe! –Cuando los brazos de mi prima rodearon el cuello de mi amigo, ambos pensamos que lo ahorcaría, no fue así. Lo que nos dejó en shock.-
-Creo que el helado te está haciendo daño. Vamos que los dos se odian.
-Oh pequeña e inmadura Paige, no ves lo que yo. Con la llegada de tu fastidioso amigo, un soldado, alto y algunas personas podrían considerarlo guapo tengo que el pretexto perfecto para ir a ver los chicos tocar y poner celoso a Dante. Así que si te quieres quedar aquí, se tienen que arreglar los dos, fingir que nos la pasamos muy bien y que te gusto. ¿Entendido?
Los dos asentimos preocupados por lo que pudiera pasar si le decíamos que no. Al parecer el hecho de que Darío formara parte del ejército no implicaba que no le siguiera teniendo miedo a mi prima, algunas costumbres simplemente no se pierden.
Tarde años en actualizar pero tuve problemas, lo siento mucho pero no se preocupen la historia continua, dejen sus comentarios, lo que piensen de la historia, lo que no les guste o lo que quieran.
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Mi reflejo
JugendliteraturEstoy ahí frente a él, se parece a mí lo sé, somos iguales lo sé. Pero tengo miedo. tengo miedo de mi reflejo. Cuando me mude al mismo departamento que mi prima Silene no imagine que descubriría un mundo diferente, pasaba mis días en mis clases d...