La fuerza del amor: Draco y Scorpius

1.2K 69 4
                                    

Scorpius y Hermione aparecieron afuera de su casa. Entraron con el corazón desbocado en su pecho. ¿Habrá funcionado? No lo sabían a ciencia cierta, pero ahora estaban por averiguarlo. Entraron y Hermione removió el hechizo que juntaba su casa con la de Draco. Scorpius caminó dentro de su casa y comenzó a recorrerla con pasos temerosos, con su varita en mano. Todo se veía muy tranquilo, no se oía ningún ruido, iba a ir al estudio de Draco a buscarlo, de repente una voz le sobresaltó

— Scorp, ¿dónde estabas?

Para él ocurrió como en cámara lenta, como se giró aún apretando con fuerza su varita, para encontrar a su padre parado frente a él con el ceño fruncido y sus brazos cruzados sobre el pecho

— Padre... — soltó en un suspiro y corrió hacia él. Sin pensarlo, sin contenerse, al diablo los modales, al diablo todo, se abrazó a su padre que estaba muy impactado, pero le correspondió el abrazo

— ¿Qué pasa? Me asustas

— No es nada, perdona padre — dijo él separándose de Draco y tallando sus ojos con su brazo

— Scorp... — dijo Draco agarrándolo por el brazo y mirándolo con atención — no hagas esto, dime qué te pasa, sabes que puedes confiar en mi ¿verdad?

Draco había pasado unos momentos muy angustiantes cuando recordó lo que ocurrió cuando Scorpius y Rose viajaron al pasado. Él se comportó horrible con Scorpius. Dejando de lado el hecho de que nunca fue una persona cálida y amable y definitivamente no lo fue con él cuando lo conoció allá, lo había convertido en su nemesis personal. Había buscado la forma de hacerlo miserable y aunque lo había justificado con la enorme desconfianza que le produjo el saber que ocultaba algo, la verdad es que sí había llegado a odiarlo. ¡Iba a torturarlo! Desconfianza o no, mentiras o no, ¡iba a usar una imperdonable con él! Si Rose no lo hubiera detenido, sabía con certeza que nunca iba a perdonarse, aunque aún sin haberlo hecho, no sabía si podría. Sobre todo había algo que le molestaba. Scorpius lo perdonó así como sin nada. ¿Cómo era eso posible? Él jamás hubiera perdonado a nadie que quisiera torturarlo, aún si hubiera sido su padre y lo hubiera hecho inconscientemente por no saber quién era él. Ahí lo comprendió todo: Scorpius era una mucho mejor persona que él. No se sintió orgulloso por ser su padre. Sintió envidia de él. ¡De su propio hijo! Porque una persona con tan nobles sentimientos sólo podría ser posible si era criado en un ambiente radicalmente diferente al suyo. Una familia amorosa más unos padres decentes, igual a un chico increíble como él. Scorpius tenía todo lo que él no tuvo: una familia feliz, la capacidad de tener amigos de verdad y una chica que lo amaba y que él amaba a su lado. En ese momento no se sintió capaz de amar a Scorpius. Esperaba que eso cambiara en el futuro, cuando él naciera y ninguno recordara esos horribles momentos que vivieron por su culpa. Por fortuna, Draco fue capaz de amar a su hijo, en cuanto lo sostuvo en sus brazos la primera vez, lo amó como nunca imaginó y deseó darle todo lo que él no tuvo y más, sin envidia, sin egoísmo, quería que ese pequeño fuera feliz y fuera todo lo que él no fue. Sólo que ahora que esos terribles recuerdos volvieron a él, lo hicieron sentir terrible. No quería que su ya de por si imperfecta relación con su hijo, siguiera ensombreciéndose más, tenía que disculparse adecuadamente con él, tenía que hacerle saber que lo quería

— Desde que recupere mis recuerdos... hay algo que me ha molestado y es... la forma como te traté, cuando estuviste en el pasado, yo... era... bueno, un idiota, y Scorp, no quiero que dudes que yo te quiero... no soy una persona expresiva lo sabes pero... me importas, espero que sepas eso también y que lo qué pasó entre nosotros allá... no arruine nuestra relación

Scorpius le sonrió conmovido. No sólo porque conocía lo suficiente a su padre para saber lo que le habían costado esas sencillas palabras, que por sí mismas le revelaban demasiado, sino porque le constaba que su padre daría su vida por la de él, de hecho, lo hizo, y eso ya le había dicho más que mil palabras.

La lástima fue el comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora