Me deslicé por aquel vestido negro y traté de ajustarlo lo mejor posible a mi cuerpo. Giré un par de veces frente al espejo y me senté para ponerme mis tacones del mismo color. Me puse en pie y volví a mirarme. Aquel vestido de Lurelly y los zapatos de Yves Saint Laurent me quedaban tal y como imaginaba. Perfectos.
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Los pasos firmes sobre el suelo me avisaron de que Joshua se acercaba hacia la que, supuestamente, era nuestra habitación. En la que ni siquiera dormíamos... juntos. Miré hacia la puerta, me crucé de brazos y entonces, tras dar dos toques, entró. Me miró durante unos segundos, de arriba abajo y de abajo a arriba mientras yo me mantenía firme, mirándolo a los ojos.
-¿Qué quieres? -Pregunté- Todavía no he acabado.
Apartó sus ojos de mis piernas y las dirigió a mis ojos.
-¿Me... ayudas con la pajarita?
Rodé los ojos y me acerqué a él. Agarré el complemento de su mano y me puse tras él, la pasé por alrededor de su cuello y la até con cuidado.
-Ya está. -Exclamé alejándome-
Se giró para mirarme de nuevo y esbozó una sonrisa para más tarde hablar.
-Estás... -Comenzó, para luego morder su labio inferior-
-Joshua... -Le corté a la vez que paré su mano, antes de que llegara a mi cuello-
Agachó la mirada y llevó su mano a su cabello.
-Te espero fuera.
Asentí y cerré los ojos cuando escuché la puerta cerrarse.
Llevábamos dos años. Dos años juntos, dos años de una aburrida, monótona y desesperante relación. Kimmich y yo no éramos la pareja que todos creían.
Salí de la habitación más triste de lo que ya estaba antes de que ese chico entrara. Era difícil de decir, pero cada día le quería menos y nunca me pude imaginar lo que dolía aquello.
Pasé por el baño y luego por el vestidor de nuestra casa y tras media hora, me encontré con él en el salón. Miraba su móvil de lo más interesado, y ni siquiera levantó sus ojos de aquella pantalla cuando le propuse irnos. Simplemente asintió, guardó su móvil en el pantalón de traje y agarró las llaves del Mercedes para salir de allí.
Joshua siempre había sido el hombre del que me enamoré. Tímido, romántico... El problema no era él. Era yo.
Durante nuestro último año me había aburrido completamente de él, de su romanticismo y de su timidez. Lo que una noche de fiesta me enamoró, se había convertido en algo totalmente indiferente para mí. Era yo la que había cambiado. Era el mundo de la fama lo que me había cambiado.
Había pasado de vivir en un piso en el centro de Múnich a vivir en una de las mejores casas, vecinas de jugadores famosos y rodeada de lujos. Todo por ser la novia de Joshua Kimmich "la nueva joya del fútbol alemán", defensa del mejor equipo del mundo, Bayern de Múnich.
Lo mejor de todo, estaba por llegar. Kimmich, al contrario de mí, estaba completamente enamorado, como el primer momento que cruzamos miradas. El salto a la fama que él había presenciado por mi parte, lejos de no gustarle, le atrajo aún más. Inexplicablemente, en sólo unos meses me había convertido en una modelo bastante conocida, e internacionalmente deseada. Una modelo "enamorada" de un inocente chico de veintiún años, jugador de un equipo de fútbol y con cara de angelito.
Joshua Kimmich no era lo que yo necesitaba.
Escuché el motor del coche pararse, y puso su mano sobre mi pierna.
-Actuemos... normal, ¿vale? -Exclamó-
Asentí con la cabeza y acepté un beso por su parte. Actuar. Eso había sido todo.
Bajé del coche y caminé junto a Joshua hasta la entrada de aquel enorme restaurante. En un cartel cercano a la puerta, el motivo de la cena.
"Cena de Navidad Bayern de Múnich Jugadores y directiva Planta dos, salón número uno"
Con una de mis mejores sonrisas y con la mano de Joshua sobre mi cadera, entramos a aquel salón.
No era la primera, pues ya había asistido a dos cenas más de ese tipo, y, curiosamente, siempre lograba conocer gente nueva, tratar con las novias de algunos de los futbolistas y... hablar con ellos mismos.
Paseé de la mano de Joshua al rededor de la gran mesa mientras saludaba a algunas caras conocidas para sentarme frente al cartel que llevaba nuestro nombre.
"Kate Kirch y Joshua Kimmich"
Eché un vistazo a mi alrededor. Manuel Neuer y su simpática mujer charlaban con Joshua mientras que yo charlaba con una embarazada Anna Lewandowska.
Frente a mí, se encontraban dos asientos vacíos, que disimuladamente leí. Eran dos nombres desconocidos para mí, pues desconocía la identidad de las nuevas incorporaciones.
Poco a poco, fueron llegando más parejas. Un soltero David Alaba me saludaba con una enorme sonrisa y un abrazo. Los españoles y sus parejas eran recibidos por mi parte con dos besos. Todo iba bien hasta que mis ojos fueron directos a cómo una chica de estatura baja, con unos bonitos ojos y un cabello largo y liso, se sentaba frente al asiento de Joshua.
A su lado, un hombre trajeado, con algo de barba y con una figura de lo más formal, se sentó frente a mí. Automáticamente, acudí a mi izquierda.
-¿Quiénes son? -Susurré disimuladamente-
-Hummels y Cathy Fischer. -Respondió Anna-
-¿Hummels? -Pregunté desconcertada-
-Mats Hummels, fichaje de este año.
Asentí con la cabeza y devolví mis ojos a él. Ahora reía mientras charlaba con el entrenador y mostraba una sonrisa de lo más encantadora.
-¿Veintisiete? -Le susurré a Anna-
-Veintiocho. -Respondió-
Asentí de nuevo y volví a mirar, fijándome ahora sólo en un detalle, su mano. Un brillante anillo de oro ocupaba el dedo anular de su mano derecha, al igual que el de su... ¿mujer? ¿Estaba casado con aquella chica?
Un sonriente Kimmich apareció tras ellos para saludarlos, por lo que me levanté para hacer lo mismo.
Mientras dejaba que ese tal Mats me observara de arriba a abajo, me acerqué a su mujer para saludarla. Tras ello, la mano de aquel fichaje se posó en mi costado, su aroma recorrió mi cuerpo por completo y sus dos besos erizaron mi piel.
Así que Mats Hummels, casado con... ¿Cathy? Estaba sentado frente a mí, preguntando por mi nombre, mientras jugaba con el anillo de su mano y miraba mi boca mientras yo le explicaba que era Kate Kirch, modelo, y olvidaba el detalle de que llevaba dos años con el chico que en ese momento charlaba con su mujer. ¿La causa de aquello? Sus ojos fijos en los míos y sus dientes mordiendo su labio inferior a medida que apartaba mi cabello hacia mi espalda con mis manos.