Aparté los ojos de él demasiado tarde. Y por incontable vez esa mañana. Tenía que parar de mirarle mientras ejercitaba sus músculos si no quería morir de vergüenza en ese maldito gimnasio.
-No te veo muy concentrada. -Exclamó entre risas, al darse cuenta-
Negué y agaché la cabeza avergonzada. ¿Cómo no se me había ocurrido traerme, no sé, unas gafas de sol al gimnasio? Yo trataba de situarme en todo momento en la primera máquina de ejercicio para evitar desviar mis ojos a donde no debía, mientras que él, siempre encontraba una manera de entrar en mi rango de visión y desconcentrarme.
-La culpa es tuya. -Respondí tras unos segundos-
Mats rodó los ojos y se situó frente a mí mientras yo trataba de completar las veinte repeticiones. Tras hacerlo, me tendió su mano, que agarré, para levantarme de aquella máquina que ejercitaba mi espalda.
-Ya hemos terminado, ¿no? -Pregunté, bastante cansada-
Mats asintió con la cabeza y me volvió a ofrecer su mano, esta vez para chocarla, y como por inercia, acabé abrazándome a él mientras me felicitaba por el esfuerzo con golpecitos en mi espalda.
-Suelo hacer rutinas bastante más suaves. -Reí-
Mats arqueó una ceja y asintió sorprendido. Con su brazo al rededor de mi cuello, caminamos hacia la puerta que llevaba al vestuario y fue ahí donde nos separamos. Tras una pequeña ducha, salí de allí en busca de Mats.
Segura de que ya tenía que haber salido del vestuario, anduve por los al rededores hasta toparme con su mochila colgada en un perchero en el pasillo que llevaba a la piscina. Al asomarme, lo encontré metido en el agua y nadando de un lado para otro.
Me situé a un lado y lo observé moverse de un lado a otro hasta llegar al otro extremo de la piscina.
-¿Dónde está tu bañador? -Preguntó desde el otro lado-
Reí y negué con la cabeza.
-Aquí no. -Respondí-
Mats chasqueó la lengua y llevó su mano a su cara, simulando decepción.
-Pero si te lo avisé... -Se quejó-
Esbocé una sonrisa y me encogí de hombros. Mats se metió bajo el agua y nadó hacia mí, por lo que me senté en el suelo y lo esperé.
Me miró a los ojos con sus brazos sobre el suelo de aquel gran pabellón y ambos nos quedamos mirándonos sin decir nada y más cerca de lo que nos habíamos mirado nunca.
-¿Dónde quieres que vayamos a comer? -Preguntó tras varios segundos-
Me encogí de hombros y levanté mis cejas.
-¿Y tú? -Le devolví la pregunta-
Mats también se encogió de hombros y esbozó una sonrisa.
-No conozco casi nada por aquí, lo poco que me han enseñado los del club. -Dijo entre risas-
-Las discotecas y poco más, ¿no? -Reí-
Mats asintió dándome la razón y yo rodé los ojos. A decir verdad, aquello fue lo primero que me enseñaron a mí nada más pisar Múnich.
-¿Cuánto llevas aquí? -Me preguntó-
-Casi dos años. -Respondí-
El moreno pareció sorprendido, como con la mayoría de cosas que le contaba, y asintió con la cabeza.
-¿Cuando conociste a...?
Asentí con la cabeza y él hizo lo mismo.
-Nos mudamos aquí, juntos, desde Leipzig.
Mats me escuchaba con interés, por lo que ahora fui yo quien se interesó en él.
-Yo... hasta hace un mes vivía en Dortmund, y jugaba para el equipo de esa ciudad.
Asentía a sus palabras mientras me fijaba en su sencillez y todo lo que me transmitía ese hombre. Dentro de ese chico tan guapo y robusto, seguramente se escondía una bonita historia con un increíble recorrido que me encantaría descubrir.
-¿Me pasas la toalla?
Asentí y agarré la toalla que se encontraba a unos pasos de mí. Mats salió del agua y la agarró de mis manos para agradecerme y echársela por encima. Ahora, ambos caminábamos hacia la salida y, sin saber cómo, agarrados de la mano y riendo sin razón alguna.
* * * *
Al rededor de una hora después, Mats y yo nos encontrábamos sentados uno frente al otro comiendo en el buffet libre que su lujoso hotel ofrecía. Y es que, vestidos de chándal y con una bolsa de deporte colgada de nuestro hombros, pocos restaurantes de lujo nos dejarían disfrutar de una comida en una de sus mesas.
-¿Cuánto tiempo te piensas quedar aquí?
Aquella era una de las preguntas que más deseaba formularle al jugador, principalmente, para tomar su respuesta como un consejo para mí misma.
-Pues... -Comenzó- la verdad es que no lo sé.
Tragué saliva tras imaginar una posible respuesta. "Hasta que mi mujer me perdone y vuelva a casa". Solo deseaba que esas palabras solo pasaran por mi cabeza y no por la suya.
-Supongo que hasta que encuentre una casa en un lugar tranquilo y que no esté muy lejos del estadio.
Que aquello era difícil, lo sabía hasta yo. Y que su respuesta no ordenaba ni siquiera un poco mi cabeza, también.
Terminé mi bebida de un trago y Mats y yo agarramos nuestros platos para llevarlos al mostrador de comida.
¿Y ahora qué? Esperé paciente a que el moreno dijera algo.
-¿Tienes sueño? -Preguntó, acercándome a él y pasando su brazo por alrededor de mi cuello-
Asentí con la cabeza, apoyándola en su hombro mientras caminábamos hacia el ascensor y bostecé.
-¿Te quedas entonces a dormir un rato conmigo?
Y aunque quise hacerme la dura, pensar mi respuesta o incluso rechazar su propuesta, no pude. Asentí con la cabeza, aceptando, y él besó mi mejilla mientras yo ahora agarraba su cintura apoyándome en él por completo y entrar al ascensor.
No podía negar que Mats me encantaba. Pero aún me encantaba más lo despacio que nos estábamos conociendo y lo lento que estaba siendo el proceso de enamorarnos el uno del otro.
Y es que, aunque aún existiera el miedo de que a él no le estuviera ocurriendo lo mismo, mis sentimientos hacia Mats aumentaban peligrosamente.