Capítulo 30 -Venganza

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Saludé a Robert con un abrazo de lo más sentido. El polaco suspiró abrazado a mí y susurró algo.

-¿Anna está bien?

Asentí con la cabeza, mintiéndole al ver su notable cansancio y él insistió, por lo que negué con la cabeza. Él chasqueó la lengua y estrechó la mano de Mats.

Los tres dirigimos nuestra mirada a la puerta, que ahora Nina cruzaba también con rostro de agotamiento.

Saludé a la rubia, al igual que Mats y pronto Robert fue a encontrarse con su mujer, con la que ahora hablaba y robaba un trago de su vaso lleno de agua.

Una vez Nina entró, Mats abrió la puerta para que yo pasara. Sin ningún tipo de miedo, crucé la puerta y Mats lo hizo a mi espalda. Tragué saliva al ver a Cathy, consultando su móvil, quieta a unos metros de la puerta. Mats bufó y se puso a mi lado.

Comenzamos a andar hacia el coche del moreno y, cuando nos acercamos a donde la rubia se encontraba, pareció escuchar nuestros pasos. Levantó la mirada y la dirigió directamente a mí.

Bloqueó su móvil en su mano y se cruzó de brazos a la vez que pasabamos por su lado. Mats dirigió una mirada a ella que apartó rápidamente para llevarla a su coche. Para mi sorpresa, la rubia y todavía mujer de Mats, lo saludó.

-Hola, Mats.

El moreno pareció sorpredido, al igual que yo, y respondió con un saludo similar a la vez que se acercaba a su coche y lo abría con su llave a distancia.

Mientras esperaba a que Mats sacara el regalo, observé a la rubia mirarme desde su posición, que no había cambiado desde que nosotros salimos. Tenía su mirada clavada en mis ojos, con un rostro serio y de lo más enfadado. Sin quererlo y en el silencio, reí. ¿Qué pretendía hacer desde ahí, de pie y mirándome en la distancia?

Mats me miró y arqueó una ceja para cerrar el maletero.

-¿De qué te ríes? -Susurró con una sonrisa-

Señalé a la rubia alzando mis cejas y tapando mi boca con mis manos disimuladamente. Mats rodó los ojos y cerró el coche.

La rubia, que no me quitaba el ojo de encima, aclaró su garganta y apartó un mechón de su cabello de su rostro.

Mientras nos acercabamos a su lado, directos a la puerta, la rubia levantó por un segundo sus ojos de mí y los llevó a Mats. Pero eso no duró más de dos segundos. Por tercera vez esa noche, la rubia repasó mi vestido, la americana de Mats cubriendo mis hombros y la sonrisa algo fingida que ocupaba todo mi rostro.

Esperando a que al pasar por su lado dejara de hacer aquello que tan nerviosa me estaba poniendo, no me molesté en cambiar mi camino y pasé por su lado, casi rozando su brazo. Aquello me recordó a la mañana en la cafetería con Anna, cuando la rubia entró y, tras vernos, estuvo a punto de golpearnos con su bolso colgado en su hombro.

Sin problemas, pasamos de largo de la rubia, pero antes de que Mats pudiera poner la mano en la puerta trasera del local, escuché una risa a mis espaldas. Mats se giró y yo no pude evitar hacer lo mismo. Mientras que el moreno se mantuvo callado, yo imité la pose de la rubia y no me pude quedar callada.

-¿Qué te pasa? -Pregunté-

Esperaba que Mats agarrara mi brazo y me pidiera por favor que me callase, pero no fue así. El moreno pasó su brazo por mi espalda en señal de apoyo y se quedó callado.

-Nada, -respondió- solo me pregunto cómo Mats puede estar con alguien como tú.

Reí, sin más. El moreno se quedó callado.

-Deberías preguntarte por qué te dejó y por qué se te da tan bien eso de arruinar las fiestas de cumpleaños. Creo que es más difícil de averiguar.

La rubia pareció indignarse y yo me encogí de hombros al ver su rostro cada vez más enfadado y sus manos apretadas convirtiendo los nudillos de estas en color blanco.

-Y puestos a preguntar, ¿por qué no te preguntas también por qué esa necesidad de llamar la atención?

Para colmo, Mats soltó una carcajada. Ahora sí, la rubia de lo más enfadada, le dirigio un par de insultos a su todavía marido y lo empujó de la puerta para entrar ella en primer lugar. Aún desde fuera, pudimos escuchar cómo todo el local enmudeció y sus tacones recorrieron el camino desde la puerta a la pequeña barra instalada allí.

Sin decir nada, Mats me besó.

-Ya está, ¿vale? Ahora, como si no estuviera.

Asentí a sus palabras para nada convencida y ambos entramos de nuevo en la fiesta. Todo el local nos miró, hablaron entre ellos y volvieron a hacer lo que estaban haciendo tras ver nuestros rostros totalmente tranquilos.

Mats le entregó a su compañero de equipo nuestro regalo, una gorra y unos auriculares a juego y el portero nos lo agradeció para invitarnos a otra copa que los tres disfrutamos mientras hablabamos animadamente y de lo más tranquilos.

Mientras Mats le contaba algo a su compañero y que no entendí por mucha atención que puse, eché un vistazo a la fiesta de cumpleaños.

Al grupo de Anna y Robert ahora se habían unido un par de parejas más, la mayoría desconocidos para mí, las chicas seguían disfrutando de la fiesta sentadas y charlando al otro lado y sus respectivas parejas continuaban jugando con la estrella de la fiesta, la bolera. A mi izquierda y poco más de un metro, Joshua y su grupo continuaban hablando, relajados y con una nueva incorporación. Cathy, quien no hacía más que beber de su copa y lucirse frente a Josh, quien por el momento parecía ignorarla. Movía su cuerpo al ritmo de la música mientras hablaba con él, reía y se apoyaba sobre su hombro y parecían compartir historias entre ellos que a ambos les resultaban de lo más divertidas. De pronto, otra mirada envenenada de la rubia mientras Josh pedía otra copa me hizo arquear una ceja. Apartó la americana que el chico llevaba puesta y pasó su mano por su espalda para agarrar su costado.

Tragué saliva y recordé entonces por qué no me gustaba salir de fiesta tan a menudo, con gente que conocía de vista y con zorras como Catherine revoloteando por vengaza al rededor de Joshua.

Lo que necesitas (Mats Hummels)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora