Capítulo 8 -Así de juntos

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Había tenido el privilegio de haber visto a varios de los famosos más deseados de mi país dormidos sobre mí, a punto de quedarse dormidos e incluso recién despiertos. Pero ver a Mats Hummels alborotando su cabello frente al espejo y cambiando su pantalón de pijama por uno de chándal y una camiseta de la marca que le patrocina... eso no se podía comprar con nada, ni con nadie.

Volví a cerrar los ojos cuando lo vi desaparecer tras la puerta. ¿Estaba soñando? No recordaba la última vez que me desperté con una enorme sonrisa. Ni con ganas de besar a la persona con la que me había despertado, era igual de duro que como sonaba.

Aproveché que Mats no estaba para levantarme, y tras pensarlo varias veces, decidí quedarme con la ropa que me había prestado. Pasé por el servicio para más tarde dirigirme a donde él se encontraba y justo cuando estaba a punto de cruzar la habitación, alguien tocó el timbre.

Me quedé quieta, sin saber si abrir o no la puerta cuando Mats vino deprisa hacia ella y se topó conmigo. Al verme, se quedó parado y esbozó una sonrisa.

-Buenos días, no sabía que estabas despierta. -Saludó sorprendido a la vez que alborotaba su cabello-

-Buenos días. -Repetí yo, sin poder separar mis ojos de él-

Ambos nos quedamos quietos, mirándonos y muriendo de ganas. El timbre sonó una segunda vez. Mats dio un paso al frente y señaló la puerta que yo bloqueaba sin querer.

-Perdona, voy a...

-Oh sí, lo siento. -Reí, apartándome-

También había perdido la cuenta de la de veces que me había sonrojado por culpa de quedarme fija mirando al jugador. Simplemente mirar su sonrisa o fijarme en sus ojos mientras hablaba, me encantaba, y podía pasar así horas mientras él se fijaba también en mí.

En pocos segundos, la pequeña mesa de cristal en mitad de las dos sillas se llenó con un muy completo desayuno.

Todavía de pie, al lado de la puerta, observé a Mats agradecer a aquel chico del hotel el servicio y cerrar la puerta tras él. Me tendió su mano derecha, que yo agarré y con la izquierda señaló una de las dos sillas. Avanzamos unos pasos, me senté aún agarrada de su mano y él se sentó frente a mí.

A mi derecha, las vistas de la habitación de hotel mostraban una de las calles más transitadas de Múnich, y frente a mí, uno de los monumentos que la ciudad acababa de incorporar. El más bonito que había visto desde que la pisé por primera vez.

-¿Has dormido bien? -Preguntó-

Asentí con la cabeza y bebí un trago de zumo.

-Me costó un poco, pero una vez cerré los ojos...

Hice un gesto de caer rendida y Mats comenzó a reír.

-¿No te fiabas de mí? -Preguntó, fijo en mí mientras degustaba sus tostadas-

Fruncí el ceño y reí de nuevo sonrojada.

-Me fiaba de ti, pero estoy acostumbrada a dormir sola, y...

Ahora me miró sorprendido, por lo que asentí. Así de rara era mi vida hasta hacía dos días. Dormía sola, desayunaba sola y pasaba la mayor parte del día sin la compañía que quería.

-Se ve que echabas de menos dormir con alguien.

Lo miré extrañada e incluso algo molesta. Antes de que pudiera contestar, siguió hablando.

-Me has abrazado varias veces durante la noche.

Levantó sus cejas, esperando mi reacción y yo traté de taparme con la servilleta con la que limpiaba ahora mi boca. Mats soltó una carcajada al ver mi reacción y yo morí de vergüenza.

-No sé... estaba dormida, lo siento. -Improvisé a sus palabras-

Mats continuó riendo y no pude evitar mirarlo mientras lo hacía.

-En serio, lo siento. -Repetí ahora, entre risas- No me di cuenta, pensé que había dormido toda la noche en la otra punta del colchón.

-Qué decepción, yo pensaba que lo habías hecho a propósito porque realmente querías abrazarme...

Reí y él hizo lo mismo. Me resistí a contestar a esas peligrosas palabras y me limité a seguir riendo. ¿Que si realmente quería abrazarle? No lo sabía él bien.

Una vez terminamos el desayuno, Mats volvió a insistir en algo a lo que me había estado invitando desde que me preguntó si tenía algo que hacer a continuación... porque sí, Mats me había propuesto pasar la mañana juntos, yo le había rechazado, y él todavía no se había dado por vencido.

-¿De verdad no te quieres venir al gimnasio conmigo?

Rodé los ojos y negué con la cabeza de nuevo. Solo de imaginarlo, me ponía mala. Me levanté de la silla y él hizo lo mismo para agarrar mi brazo.

-Venga, que no insisto más... ¿Cojo el coche y me paso por tu hotel en un rato?

Decidí hacerme de rogar solo un poco más, y me lo pensé unos segundos, momento que Mats aprovechó.

-Venga, que si terminamos pronto nos da tiempo a meternos un rato en la piscina. -Dijo, tratando de convencerme-

Y no le hizo falta más. Fingí pensármelo un poco más, y luego asentí con la cabeza aceptando su plan. Todavía no sabía si haberle contado a Mats que era una loca del deporte había sido mala o buena idea...

Con mi móvil todavía apagado en mi bolso y sin ninguna intención de encenderlo, dejé la ropa de Mats doblada encima de la cama para ponerme mi ropa de la noche anterior y salir de allí.

Tras ponerme a pensar, caí en la cuenta de que toda mi ropa no se encontraba en el hotel, sino en mi casa. Le di la dirección al taxista y busqué las llaves en mi bolso, que milagrosamente encontré.

Sólo deseaba que aquella persona a la que había engañado por el hombre con quien había pasado la noche no se encontrara en casa, que mis pertenencias siguieran en su sitio y que pudiera entrar y salir de aquel lugar sin problemas. Estaba siendo cobarde no enfrentándome a todo aquello relacionado con ese chico de ojos claros, pero... había un hombre al que deseaba esperándome para pasar la mañana juntos. Y no tenía tiempo que perder.

Lo que necesitas (Mats Hummels)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora