Ocupé mi asiento, tras la portería rival y alejada del resto de familiares y parejas, por suerte. Admiré aquel templo en el que me encontraba. El Santiago Bernabéus era el lugar más bonito que había visto, por detrás del Allianz Arena.
En el campo se encontraban los jugadores, cada uno en un lado y realizando varias clases de estiramientos. Poco tardé en localizar a Mats, sonriente y estirando ahora sus abductores. Me acerqué lo más posible y, detrás de un par de chicas que gritaban a Robert, lo observé de cerca. Cuando me vio, esbozó una sonrisa y apartó sus ojos de mí. Tras excusarse, anduvo un par de pasos a su izquierda para reunirse conmigo.
-¿Eres titular?
Mats asintió con la cabeza. Di un pequeño salto, fruto de mi alegría y Mats volvió a sonreír de esa manera.
-Te deseo toda la suerte del mundo. -Dije, mirándole a los ojos-
Mats asintió y, tras mirar a su al rededor, reprimió un beso. Una llamada de su entrenador le hizo volverse por completo y, casi sin despedirse, se dirigió al grupo de nuevo.
Volví a mi asiento y me entretuve viendo a los chicos entrenar mientras continuaba dándole vueltas a ciertos temas.
Fijé mi mirada en Robert. ¿Cabía la posibilidad de que el polaco hubiera engañado a Anna? No. No cabía. Pero entonces, ¿qué explicación había a aquello? Si Joshua había pasado la noche jugando a la consola con algunos de sus compañeros... ¿de dónde procedía lo que Mats y yo escuchamos?
Los chicos volvieron a los vestuarios y, pocos minutos después, aparecieron de nuevo.
Ahora el estadio lucía de un color blanco epectacular. Los aficionados del equipo bávaro éramos pocos, y comparado con la afición del Real Madrid, una tremenda minoría. Aquel himno al que ya me estaba acostumbrando comenzó a sonar. Pese a que estaba rodeada de aficionados del equipo rival, viví aquel momento como una auténtica fanática del Bayern Múnich.
La primera parte del partido comenzó y terminó rápido, y a decir verdad, mis ilusiones se fueron con ella. Con Mats al otro extremo del campo y con Joshua en el banquillo el partido se me había hecho de lo má aburrido. Mi único entretenimiento fue ver cómo Robert trataba de marcar en la portería rival y cómo el defensa del equipo contrario, que no conocía en absoluto y que portaba el número seis, le anulaba las posibilidades a cada ocasión que el polaco tenía.
Una vez los jugadores saltaron al campo de nuevo, traté de atender al partido, pero la insistencia de una aficionada del Real Madrid, unos asientos por debajo del mío, tomando fotografías que solo ocupaban a Robert y a un defensa del Real Madrid, me entretuvieron durante varios minutos.
El gol llegó a los pocos minutos, y con él varias miradas de odio de parte de los aficionados a mi al rededor. Pese a aquel gol anotado por Robert, el partido, lejos de mejorar, empeoró. Pues Crisitiano Ronaldo, tras un fallo de Mats que pude ver gracias a las repeticiones, marcó el primer gol de equipo blanco. Tras ello, un gol en propia puerta del conjunto blanco, me devolvió la esperanza por un momento. El partido se iba a la prórroga, o al menos eso era lo que podía entender de aquellos gritos que los madridistas
Mi confianza en Robert y en el resto del equipo aumentaron a medida que el tiempo pasaba. Verlos concentrados, ayudándose a estirar entre ellos y apoyándose mutuamente me hicieron creer en que mi equipo podía hacerlo. En que Mats, esa noche, dormiría con una plaza segura en la Champions League.
Pero el siete del Real Madrid terminó con todo aquello. Tres goles que a penas los separaban cinco minutos me hizo derrumbarme y derramar alguna lágrima. Los aficionados a mi al rededor, celebraban mientras que yo luchaba por no ver los rostros tristes de los jugadores. De Robert, de Mats.
Salí de aquella zona lo más rápido que pude y con lágrimas en los ojos. ¿Cómo podía haber sido posible? Los habíamos tenido contra las cuerdas, y, en menos de diez minutos, nos habían hecho tres goles en los que Mats, con todas sus fuerzas, había intentado detener sin éxito alguno. Al ver cómo el moreno llevaba sus manos a la cabeza tras el pitido final, me vine abajo. Joshua caminaba enfurecido hacia el túnel de vestuarios, Robert felicitaba al contrario y Mats... ni siquiera quise ver cómo el hombre de mi vida encajaba aquella dura derrota, pues las lágrimas ya ocupaban la mayor parte de mis ojos.
Me reuní con las chicas a la salida. Algunas me miraban como un bicho raro al percatarse de mis lágrimas, y otras, me abrazaron también tristes. ¿Y ahora qué? Aquella noche había comenzado como nunca y había terminado de la peor manera posible.
Sin poder ni siquiera recibir a los chicos, el autobús que nos había despazado hasta el estadio, nos llevó de vuelta nada más terminar el partido. Los planes de salir por Madrid si la noche terminaba bien se esfumaron como era obvio.
Subí a la habitación totalmente desolada. No podía hablar con Mats en ese momento, seguramente tampoco después y a saber si lo haría al día siguiente, antes de volver a Alemania. ¿Había sido aquella una de mis peores noches? Sin duda, pues recordaba algunas noches dolorosas cuando acompaba a Joshua a los partidos, pero nunca el fútbol con Josh me había hecho derramar alguna lágrima. En cambio, con Mats, todo era diferente.
Aquel hombre y su amor por lo que hacía era todo lo que necesitaba.Traté de llamar a Mats en varias ocasiones, pero su respuesta siempre era la misma, y es que ni el moreno ni Joshua estaban dispuestos a cogerme el teléfono aquella noche.
Tumbada en la cama y con los ojos de par en par, pensaba en aquello. Mis ganas de ver y abrazar a Mats en ese momento eran enormes, más grandes que nunca, y aquella opción se me pasó por la cabeza en varias ocasiones. Pensativa, mi móvil se encendió sobre la mesilla de la habitación. Lo miré esperando un nombre, pero recibí otro.
"Hola Kate, estás con los chicos? Estoy intentando localizar a Robert pero no contesta a mis llamadas ni a mis mensajes, y siempre suele hacerlo. Estais con ellos, en el hotel?? Puedes decirle que me llame, si estás cerca de el?"