🔆Nosotros no colapsamos; chocamos, nos accidentamos, nos herimos, salimos casi muertos. Jamás fue algo tan suave como la brisa del otoño.🔆
***
Inhalé hondo como por tercera vez.
Sabía que lo que estaba haciendo era ilícito.
Venga, sabía que podía ir a la cárcel y en el camino arrastraría a Dan, sin embargo, me sentía con la adrenalina a tope en mi cuerpo, y tremendamente me gustaba. Me gustaba esa sensación de estar rompiendo las normas sociales. Siempre me había considerado una chica normal, ya sabes, sin problemas, pacífica y tímida, no obstante, en este momento sentía como si estuviera a punto de cometer el delito más grande del mundo.
—¡Vamos, Dess! —me animó Dan—. No puedes echarte para atrás en este momento.
Su voz fue suave y baja como si temiera que alguien nos escuchara, lo cual iba a ser imposible pues el callejón estaba, literalmente, desolado. Lanzó el cerrojo de la puerta trasera de la tienda en sus manos, estaba jugando con él.
Para Dan era imposible dejar de mover sus dedos cuando estaba nervioso, era algo así como un tic que le había descubierto de niños.
Con los nervios a flor de pie abrí la puerta y me adentré a la famosa tienda de discos, asentí en acuerdo con Dan y comencé a caminar entre los pasillos hasta llegar a la oficina del gerente.
La tienda era grande, apostaría al decir que era una de las sucursales más llamativas en el pequeño pueblo así que necesitaba personal. Un escritorio de madera me dio la bienvenida y la silla giratoria por detrás. Noté varios archiveros donde fácilmente me colé, solo había papeles sobre industrias y pedidos para la tienda, al pasarme al segundo sonreí con complicidad: estaba ordenado alfabéticamente con el nombre e información personal de cada trabajador de la tienda.
Saqué varias carpetas y comencé a hojearlas me detuve en la imagen de un hombre, era el mismo estaba casi segura, un frío aire entro por la puerta y erizó cada fibra de mi piel. Eché una mirada sobre mi hombro y no vi nada importante. Una densa capa de sudor se extendía por mi frente, tenía nervios.
—¿Qué acaso no te dije que no indagarás?
Palidecí.
Mi cuerpo choco contra el escritorio en un intento por retroceder de su cuerpo. Dejé mis manos apoyadas en la fría madera sin perder de vista sus ojos.
—¿Qué demonios estás buscando? —lanzó la pregunta con un toque de furia y frustración.
—Yo solo —me quedé callada cuando lo vi acercarse. Su quijada estaba apretada y sus pestañas cubrían sus intensos ojos verdes. Estaba molesto. Demasiado a mi parecer—. Solo venía...
—Pues no vengas —inquirió con rudeza—. Ni tú ni tu amigo. ¿Qué demonios tengo que hacer para que te alejes, Destiny?
Mordí mi labio cuando su piel hizo contacto con la mía.
Sabía mi nombre, y no le pregunte de donde me conocía, me límite a quedarme quieta.
—Solo venía por un trabajo —mentí. Me alegre por no haber tartamudeado aún cuando esa había sido la peor mentira de toda la historia.
—No es bueno mentir —esbozó una sonrisa altanera. Me percaté de que era lo mismo que había dicho Dan hoy por la mañana—. Sé lo que llevas en esa carpeta, y sé también que no te servirá para nada.
—Tu nombre es Rayder —me adelanté. Resistí el impulso de acariciar sus labios por alguna desastrosa razón. Llegué a pensar que él pensaba lo mismo cuando dejo su mirada en los míos. Las palmas de sus manos encarcelaron a mi cuerpo contra el escritorio y su cuerpo.
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El chico de los ojos verdes
FantasyUn ángel caído, y una profecía que está a dos pasos del abismo.