Construyamos un mundo, donde quepan muchos mundos.
***
«No llores» «No lo hagas» «No llores».
Tenía atascadas demasiadas emociones, y me pregunté si una persona podía sentirlas todas juntas. Mis manos temblaron, la furia se hundió en la boca de mi estómago dándole paso a la tristeza y a la decepción, conté hasta diez, parada a la mitad de un estacionamiento que se veía vacío. Medité cada palabra desplegada por sus labios, eran los mismos labios que me habían dicho «no puedo enamorarme de alguien más, Dess» «Eres hermosa, cielo», e inevitablemente dolía, dolía como el infierno.
Joder, tenía un puto corazón roto.
Y me sentí patética, pero pensé: ¿quién no tiene un corazón roto?
Me fue imposible no soltar unas lágrimas, las quité violentamente asegurando que nada ni nadie harían que de nuevo volviera la niña pequeña en la esquina de la habitación. Un auto se detuvo a un lado de mí, escuche cuando bajaron la ventanilla con lentitud. No miré quien era, si por mí fuera iría caminando hasta casa.
—¿Estás bien? —aquella voz me recordó a una tarde en la playa; serena y cautivadora.
—Lo estaré —repliqué. Comencé a caminar o hice el intento de mover un pie frente al otro sin rapidez alguna—: solo dame unas horas —finalicé.
Esquivé su mirada porque sabía que si lo miraba algo daría acceso dentro de mí para echarme a llorar.
—Sube, Destiny —pidió, transfiriendo la mirada hacía mí—, por favor.
Negué varias veces. No quería saber nada de la vida, estaba enojada conmigo misma por haber sido tan ilusa todo este tiempo. Todos a mi alrededor sabían lo que iba a suceder, y aunque yo lo suponía no esperé a que aquello me llegara por sorpresa, ni tampoco de una manera abrumadora. Llegué a creer que Rayder se quedaría conmigo.
—Son las cuatro de la tarde, el estacionamiento esta medio abandonado y te miras mal, lo peor que puedo hacer es dejarte tirada aquí —si algo sabía a la perfección es que Derek Moore era insistente, pero en esta ocasión tenía ciertos puntos a su favor.
Me detuve.
Y acepté.
Rodeé el auto abriendo la puerta del asiento delantero. Me sentía fatal. No había tardado en ponerme a pensar todo los lazos inconexos que en días pasados me habían parecido irrelevantes hasta este momento. Miré el orden por dentro de la camioneta, dejando mis ojos en el vidrio del parabrisas, nos quedamos así por varios segundos hasta que con calma agregó:
—¿Quieres que te lleve a casa?
Salí de mi ensimismamiento para verle de reojo, Derek me sonrió, y sin querer una calma se desató dentro de mí. Él sonreía como si tuviera las respuestas a todas mis dudas justo en aquellos labios, sin pensarlo se la devolví. Sonreí.
—No quiero ir a casa hoy, Derek —repliqué, tranquila y con la voz pendiéndome de un hilo, sonaba rasposa aunque me tragara las ganas de echarme a llorar.
—¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó. Condujo fuera del estacionamiento no preste atención a donde nos llevaba.
—Fue —me removí incomoda en el asiento notando como sus cejas se hundían en su ceño— solo una discusión que probablemente define el termino de nuestra relación.
—Vaya...—se quedó callado mientras doblaba en una esquina. Se rió nervioso, exhaló y me miró—: me esperaba todo menos eso.
Respiré profundamente parpadeando varias veces seguidas para sentir el cansancio en mi cuerpo. Estaba cansada y fastidiada y lo único que pedía era dormir un poco, solo eso aunque no fuera en la misma habitación de Rayder ni en sus brazos. Era increíblemente patética y aunque tenía varias cosas por resolver me permití cerrar mis parpados y dormir.
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El chico de los ojos verdes
FantasíaUn ángel caído, y una profecía que está a dos pasos del abismo.