Epílogo.

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Los amo, niños.

5 años después.

Podía jurar que lo espere. Cada día que pasaba yo esperaba con fe que el volvería. El problema era que le pedía que regresara a la nada. Le pedía que regresara a una estrella. Una estrella que desde hace un largo tiempo ya se había convertido en polvo, y yo en desastre.

Lo logré. Día tras día me esforcé, y logré graduarme de la universidad con la carrera de derecho. Puedo decir firmemente y sin dudar que no fue fácil. El tener a Jared conmigo y ser una novata en esto de ser madre era una complicación. Era una complicación darle de comer a un bebé en la madrugada, y estudiar para un examen el día siguiente, sin embargo cada esfuerzo valió la pena; trabajaba en un pequeño bufete de abogados.

... once, doce...—. Un pequeño jalón en mi mano hizo que centrara la atención en mi bebé: no tan bebé. —Mami...

—trece, bebé, trece—, le dije volviendo a caminar por la acera. Sus ojos verdes me examinaron un poco, buscando un rastro de desconfianza, y al no encontrarlo siguió contando sus pasos.

Jared. Un bebé demasiado inteligente con sus pequeños rizos color cobrizo. Se había obsesionado en contar todo lo que veía desde que le dije que entraría a preescolar. Podía decir que no se parecía a Rayder pero me estaría mintiendo de una manera tan obvia, su rostro era el de él. Los ojos similares desde el ángulo que los vieras bajo unas tupidas pestañas.

Mientras nos dirigíamos hacía el restaurante donde Jared suele pedir demasiado chocolate yo iba pensando en unos cuantos casos de los cuales estaba encargada de llevar acabo en mi trabajo.

— ¡Mami iremos por chocolate!—exclamó cuando vio el gran rotulo del lugar. Su sonrisa era de esas sonrisas de un niño que te ponía a pensar que todavía existía el amor en el mundo, y no bromeaba. Sus hoyuelos se asomaron por su rostro y asentí con la cabeza. Derretida por su sonrisilla.

Llegamos al lugar donde mi hijo soltó mi mano para que yo pudiera abrir las puertas del restaurante. Fueron cinco segundos en los que lo perdí de vista y al dirigir mi vista en él ya no estaba. Lo busque entre la gente que pasaba tratando de encontrarlo pero no había rastro de él. Jodida mierda, pensé.

Segundos después distinguí a una pequeña personita corriendo por la acera. No tarde en reaccionar y comenzar a correr tras de él quien parecía ir detrás de algo.

— ¡Jared!

Mi pulso se intensifico al ver como doblaba la esquina y lo perdía de vista. Mierda.

Mis tacones resonaban por todo el lugar y estoy segura que pise a más de uno. No me importaba lo único que quería era llegar al pequeño curioso que corría como si no hubiera mañana.

Doble la esquina y observe como mi bebé estaba parado en la mitad de la banqueta. Camine hacia él sin percatarme del alrededor; solo me importaba mi bebé, y sí, era una mama oso.

— ¡Jared Drew Russo!—expresé tomando varías inhalaciones. Tenía que comenzar a ejercitarme.

Su cuerpo giro y me observo para después correr a abrazar mi pierna. Me puse de rodillas tomando su rostro y acariciando sus mejillas.

—Se puede saber señor curioso que es lo que te llamó la atención.

Me miro unos segundos y enrosco sus brazos en mi cuello, en señal de que lo cargara. Claramente mi hijo me tenía bajo un encanto pues mi enojo se evaporo como agua y lo tome en brazos.

El chico de los ojos verdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora