🔆Soy la clase de desastre con la que nadie quiere complicarse.🔆
***
—Entonces, ¿crees que te miente? —pregunto, Dan. Me miro con la duda filtrándose en su voz—. Dess, es tu mamá, la mujer que te ha criado toda tu vida, ¿por qué demonios te mentiría?
—Quizá solo estoy volviéndome loca —confesé ajustando las correas de mi mochila. Suspiré, tal vez si estaba perdiendo la cabeza.
—Confía en ella, es tu madre después de todo —paso su brazo por encima de mis hombros como siempre lo hace—, diablos, sí que eres pequeña.
—Las cosas buenas vienen en frascos pequeños —me burlé levantando la cabeza para mirarlo.
Noté su sonrisa.
—¿Estás bien? —me miró.
Mi sonrisa se borró. Cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta de que algo me sucede, pero, aun así, le sonreí fugazmente.
—Lo estoy —admití.
—¿Quieres que te acompañe a tu casa cuando salgamos?
—No quiero que dejes de hacer tus cosas para ayudarme a mí —me negué mientras esquivaba a un grupo de estudiantes.
—Vamos, Dess no eres una carga para mí —puntualizó. Me devolvió la mirada cómplice. Justo cuando estaba a punto de alegar el grito de una mujer se escuchó.
—¡Dani! —Linsey le sonrió radiante. ¿Quién rayos se veía tan bien a las ocho de la mañana? —¡Espero que asistas a mi fiesta!
Dan le sonrió con altanería a la castaña.
—¡Ahí estaré! —gritó mientras se relamía los labios.
Cuando atravesamos las puertas de la universidad lo encaré.
—A esto me refería —no señale alternadamente con una sonrisa tensa en mis labios—. No puedes pausar tu vida por algo tan insignificante.
—Das mucho para los demás, pero tú no te tomas en cuenta, Destiny —no me miro en ningún momento, pero sus palabras salieron amargas—, si me invitas a tu casa iré, si me pides estar ahí para ti lo voy a estar. ¿No puedes recibir algo sin estar jodiendo?
Dan estaba molesto.
Raramente mezclaba malas palabras en su vocabulario, sabía que enfurecerlo no era bueno. No le temía, pero si alguien se topara con Dan enojado lo destruye con sus palabras. Esa era su arma, no había golpes o violencia, solo palabras y verdades que no quieres escuchar.
Entramos a la sala de la única materia que compartíamos en silencio. Casi quise hacer una rabieta cuando me percaté de que habíamos llegado tarde y nos habíamos quedado sin los lugares del frente. Seriamos victimas del malar olor y de la saliva del profesor Phipps.
—Mierda —susurramos al mismo tiempo.
Y eso solo aumentaba el mal humor de mi amigo.
—¿Hasta el último? —pregunte.
—Hasta el último.
Me sonrió discretamente.
Aun cuando ayer había sufrido probablemente de un robo, no estaba en los planes de mi madre dejar que faltará a la escuela. Ni siquiera cuando insistí cuando estábamos desayunado.
—El arte debería hacerte sentir algo, no solo atraerte por su belleza —recargué mi mejilla en la palma de mi mano mientras escuchaba al profesor—. Puedes hacer arte, puedes crear sentimientos y plasmarlos en algo...
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El chico de los ojos verdes
FantasíaUn ángel caído, y una profecía que está a dos pasos del abismo.