Qué locura ¿No?Cuando uno más necesita a alguien es cuando más solo se queda.
Voten, comenten, los amo, ya regrese de mis merecidas vacaciones.
***
Cada quien trataba de asimilar lo que había sucedido.
Desde la furia de aquellas almas llamados caídos hasta mis manos cubierta del espesor de la sangre de un caído. Permanecí sentada, en mi lugar, atónita, viéndome en los ojos de aquel ser. No podía borrarlos de mi memoria.
—Hiciste lo que hiciste porque te orillaron a eso —un sabor cúprico se acentuó en mi boca al escuchar las palabras de Gemma. Al verla sonreír no hubo duda de que su sonrisa era poseedora de un mal terrible—. Todos alguna vez estuvimos en esa situación.
Me quede embelesada con un punto fijo en el empapelado blanco de flores sin saber que hacer o decir, aun cuando un ser como aquellos me habían atacado, yo no era nadie para decidir quién debía vivir o quién no.
—No lo sé —repliqué, mordiéndome los labios—. No puedo olvidar su rostro, sus ojos, el reflejo de ellos me aterra, hasta hace unos meses solo me preocupaba por acabar mi carrera y llevar una vida normal para después mudarme a Seattle.
Ella se echó a reír.
—La vida es dura, hermana.
Algo se arremolino en sus pensamientos, lo supe cuando estudié sus facciones duras y frías, sin saberlo me imagine un mundo con ella, en donde hubiésemos sido ordinarias con un padre y una madre. Una hermana. Mi familia después de todo.
—¿Cómo es que naces y recuerdas a Mayson? —le pregunté.
Cerró sus parpados extendiendo sus piernas largas hacía adelante, estábamos charlando en medio del pórtico de la casa de mamá. La lluvia junto con el olor a tierra húmeda del bosque eran maravillosas, me había quitado aquel vestido con olor a cenizas y a tierra para cambiarlo por una pijama con un suéter enorme.
Un dije.
Un dije fue lo que me mostro.
Y aquello no fue lo impresionante, desprendió un halo de luz electrizante que sucumbió hasta su piel mostrándome algunos tatuajes en color azabache, tan oscuros que resalto tanto en su piel blanca con dejes de una tormenta electrizante.
—Marcas, amor —algo flaqueó en su voz—. Un recuerdo por cada marca.
No sé qué habrá hecho pero se extendió por todo su cuerpo, mostrándome distintas formas de tatuajes, estaban ahí, cuando extendí mis dedos a uno de ellos el recuerdo, vivaz, capaz de proyectarse me lo mostro todo para después en un abrir y cerrar de ojos esfumarse tal y como había aparecido. Me pareció normal hasta que vi el miedo en sus ojos antes de caer desplomada en el suelo como un alma sin vida.
Fue ahí donde la vi. Lucía radiante e inequívocamente tan mortífera con sus ojos negros atrayéndome hacía ella, ya no eran de aquel color café que la distinguía en su lugar era pura oscuridad. Grace sonrió, y aunque tuve que temer le devolví la sonrisa llena de vehemencia.
—Un poco dramática —habló Grace con hastió—. Pero bueno, ya no estorbara. La he soportado por miles de años como para no dormirla un poco, el amor, los recuerdos, Mayson y ella, tú y Rayder, uno se cansa —recargo su cuerpo en la madera de la cerca del pórtico y me observo con las cejas hundidas con su cabello meneándose por el frio viento de la noche—. Sigues tú.
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El chico de los ojos verdes
FantasyUn ángel caído, y una profecía que está a dos pasos del abismo.