15. No supe si quedarme o irme.

6.8K 485 23
                                    

  R A Y D E R

—¿Siempre eres tú el que me da mi libertad? —pregunto. Inconscientemente mis labios se curvearon en una sonrisa.

—Soy el que te la quitó.

Podía verlo en sus ojos, estaban rutilantes y vivaces, ella solo me pedía con la mirada algo que yo estuve conteniendo desde que la vi.

Había aprendido a leer sus gestos en todos estos años, sin embargo, me gustaba mirarla. No quería tener sexo con ella, tampoco atosigarla para que no se me fuera de las manos, quería apreciarla, quería mirarla un sinfín de tiempo sin parecer obsesionado. Era guapa. Demasiado guapa y extraordinaria como para ser del montón. Tenía unos ojos tan expresivos y transparentes que era fácil darte cuenta de lo que quería, ni hablar de sus labios.

—Deberías dejar de beber —le señale los vasos en la mesa. Mis palabras parecieron romperla.

—Lo haré —me sonrió forzada. Metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y miró hacía la pista donde los humanos se movían—. ¿Sabes qué? Definitivamente no. Me embriagare hasta perder la conciencia.

Le sonreí.

Estaba seguro de que lo haría, pero también apostaba a que terminaría bailando en el lugar sin importarle que cientos de ojos la miraran. Se alejó de mi lado y en ningún momento la perdí de vista. Habló con el barman quien le sonrió con cautela dándole lo que había pedido, noté que en el camino termino con su bebida y continúo con la otra hasta llegar a mí.

Me extendió una y sonrió.

Le había dolido.

Lo sabía. Podía ver ese gesto en sus ojos cuando trataba de sonreír. Ella quería que la besara. Y yo también quería.

Cualquiera se hubiera vuelto loco por ella. Y yo era un hijo de puta afortunado. Incluso cuando caí.

Tomé la bebida. Se sentó a mi lado, removiéndose incómoda. El club se había tornado en luces rojas, tragué el líquido amargo y salado se sentía tan fresco que mi cordura se tambaleó. Jamás había sido adicto a las bebidas alcohólicas, no hace trescientos años ni hoy, pero esto se sintió diferente, o quizá era el hecho de que estaba controlando mis impulsos.

— ¿Cómo terminamos aquí? —Arrastró las palabras—. Tú, yo y alcohol.

Rogaba que no se acercara. Un roce bastaría para que todo se fuera a la mierda. Cuando creí que había dejado pasar aquel rollo quito su chaqueta de su pequeño cuerpo, dejando la piel de sus hombros y su cuello expuestos. Estaba seguro de que no lo había hecho apropósito.

Caos.

No supe si quedarme o irme.

—Aposté a que no me metería a tu habitación sin permiso a cambio de que vinieras —repliqué, moviendo mis dedos al mismo tiempo que la música.

—Fue un buen trato —dictamino. Sacudió la cabeza estando de acuerdo en algo—. Creo que eres un ángel caído —me susurró.

—Lo soy, cielo.

—Espera —dejo sus labios entre abiertos solo un poco, pensando su siguiente pregunta—, ¿por qué cielo? ¿Por qué no otro apodo?

—Me gusta —reconocí. Deslicé mis ojos hacía ella con calma. Una calma que no existía, y hasta ese momento no noté que estaba a solo una distancia tan corta como para convertirnos en un roce. No me moví cuando me observo.

No estaba borracha, podía verlo aún en sus ojos, seguía pidiéndomelo a gritos, y se lo di.

Pareció sonreír en mis labios.

Quise quedarme ahí para siempre. Sus labios sabían a sal, delirio y pecado, no era un combate para ver quien había extrañado más, era, un ''quédate''.

—No deberíamos besarnos —dijo, pero yo ya había cubierto sus labios de nuevo.

Aprendí, que, en cualquier bendita vida de ella, yo sería el hombre que sin dudar le pertenecería. La bese con ímpetu, la bese como si nunca la hubiera besado en mi vida.

Cuando nos separamos permanecimos ahí, juntos, y recordé todas mis vidas pasadas con ella, cada una de sus palabras y de las miles de formas en que le había hecho el amor sin tomarla como mía. Ella no era mía, no de esa manera posesiva y celosa, formaba parte de mí y aquello si merecía ser llamado mía.

— ¿Por qué tardaste tanto? —preguntó, jadeante.

— ¿Por qué tardaste tú?

Me sonrió radiante, y pareció que en sus labios tenía aquel desliz por el cual cualquiera caería. 

El chico de los ojos verdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora