16. Elizabeth.✔

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Mis ojeras tienen motivos, momentos y nombres escritos.

***

No miré a la mujer que estaba frente a mí. Ni a ella ni a quienes la acompañaban. Mis ojos estaban enfocados en él quien se veía tranquilo y con calma en su rostro, sin embargo, los dedos largos y fríos de Rayder se aferraban a mi muñeca transmitiendo la sensación que el sentía: miedo.

—No lo harás, Liz —las palabras salieron de su boca con tanta suavidad y dulzura que me quede estática. Algo se originó dentro de mí y no supe el significado de aquello—. Solíamos cuidarlos, no dañarlos, Elizabeth. ¿Lo recuerdas?

La consideración pasó velozmente en las pupilas de sus ojos y fue remplazada por una barrera indescifrable.

—Ya no más, Rayder —su voz era gélida, aterradora y pareció trepar por mi piel como cientos de agujas—. Nos arrastraron a un punto en el que nos volvíamos más dóciles. La docilidad no va conmigo.

Esto podía ser comparado con una partida de naipes, y nosotros, Rayder y yo, esperábamos a que Elizabeth nos arrojara las cartas. Todo pendía de un hilo y mentiría si dijera que no estaba asustada.

— ¿Por qué no dejamos todo esto atrás? —preguntó la persona a un lado de mí.

Si Elizabeth se movía nosotros nos movíamos, y temí, por mí y por Rayder. No sabía de qué era capaz de hacer ella. Llevaba tacones y un vestido diseñado exactamente a su figura, era alta con el cabello más precioso que había visto, no obstante, llevaba algo en la sonrisa que te advertía sobre lo catastrófica que podía llegar a ser. Su expresión se volvió áspera y aburrida cuando escucho a Rayder, cómo si escuchara eso todos los días.

Se dio unos golpecitos con los dedos en el mentón.

—Amor, no puedes crear una vendetta para al final decir que siempre no —bramó sin quitar su mirada hastiada, evité mirarla directamente. Solo cuando sonrió como si me tuviera en la palma de su mano me aterroricé. El corazón me iba a mil por hora, estaba asustada. Quería llorar y decirle que se fuera, pero sabía que eso no funcionaria. No con ella—. ¿Sabes lo que daría por volverme humana?

Aquello atrajo la atención de Rayder.

—Daría todo lo que tengo, Rayder —profirió—. Lo daría todo por no escapar de los cazadores. Lo daría todo por algunos sentimientos humanos como los tuyos. Todo. Entonces... ¿qué tan malo es lastimar a un pequeño ratoncito por un intercambio?

Sus ojos capturaron los míos en alguno de los segundos que pasaron, se quedaron ahí, en una guerra que ella estaba dispuesta a ganar. Las palmas de mis manos estaban sudadas y por mi cuello corría sudor frio. Deslizó su mirada hacía Rayder, sus ojos dorados y el verde de los de él parecieron quedarse una eternidad ahí, parecieron olvidarse de la guerra que estaba a punto de disolverse en caos. Ellos parecieron olvidarse de todo, hasta de mí, el tiempo se nos fue de entre las manos hasta que Rayder hablo:

—No voy a dejarla, Elizabeth.

Ella sonrió como si estuviera esperando esa respuesta. Me pareció exacto compararla con una mañana soleada que estaba a punto de convertirse en la tormenta más caótica de diciembre.

—Lo sé —respondió ella tras una pausa—. Pero, ¿la seguirás amando aun cuando este destruida?

—No lo vas a hacer —dio un paso hacia ella, soltando mi muñeca, ella retrocedió y una sonrisa fría curvo sus labios—. ¿No lo entiendes? No te amo. No puedes dañar a alguien por no sentir lo mismo que tú.

El chico de los ojos verdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora