25. Renacimiento.✔

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Me dijeron que tenías nueva compañía y que te quiere así como yo no pude hacerlo.

***

—Yo...

Estaba viendo mis manos, esas mismas que permanecían en un color escarlata espeso.

Por algún motivo no podía dejar de verlas, estaba aturdida con una incesante sonido monótono llenándome los oídos. Sostenía a Lila todavía en los brazos, viendo como sus parpadeos eran paulatinos.

—Te estoy viendo dos veces, Dess —arrastro las palabras apuntando hacia la nada con los ojos entrecerrados.

Le sonreí, mirando cada llama y grito de las personas con las que antes había estado. Todo se había convertido en un caos ardiente, no quedaba rastro del lugar para universitarios, todo eran gritos, humo y oscuridad. Empuñé el mango de las dagas sintiéndome inexplicablemente ida con mi marca ardiendo a fuego lento en mi piel, para después no sentir nada.

No sentía absolutamente nada.

Ni aquella sensación de vértigo que siempre tenía cuando algo no cuadraba. Nada. Nada dolía. En cambio recibí la dureza y el feroz placer de ver ese líquido rojo en mis manos.

—Son ellos o tú, amor —había dicho Gema.

Y, entonces, nada me importo.

Fue como haber obtenido una nueva vida.

Como haber renacido.

Sentía el dolor, el destello y el halo de cada desterrado que quedaba en mis manos, me basto verlos segundos para darme cuenta de que esto no era más que mi vendetta, por todo, y quizá también el dolor con el que había vivido todas mis vidas.

Lila había pasado a brazos de Gemma quien la había puesto en un lugar seguro. No paré. Un par de dagas fueron suficientes para sentir el placer del espesor y el rastro de la sangre en mi cuerpo. Podía sentirlo, podía ver aquel color rojo tan peculiar de la sangre.

La noche era abrumadora y oscura, era pura belleza con el color flameante del fuego como fondo no me di cuenta de que estaba llorando hasta que escuche mis agitados jadeos y el picor en mis ojos. Estaba hincada en el suelo apuñalando una y otra vez a aquel ser, sin remordimiento, no sentía nada, pero, si no sentía nada, ¿por qué estaba llorando?

Me detuve solo cuando vi mi reflejo en los ojos de Rayder, ahí retrocedí.

Estaba frente a mí hincado deteniendo mi mano con la suya con sus ojos verdes examinándome, estudiándome, diciéndome a gritos que es lo que había pasado, pero no me importaba. Me estaba viendo en sus ojos. Vi mi rostro manchado, lleno de esa culpa y los hilillos de sangre, lo vi todo.

Traspié al retroceder, solté el par de dagas que alguna vez fueron de un color blanco. Quise correr al darme cuenta de lo que había hecho, me percaté del rastro de cuerpos que había dejado en el camino.

De pronto, sucedió.

Las sensaciones me llegaron en un repentino calor sumido en culpa, quise echarme a llorar.

—Está bien, cielo.

Negué con aspecto meditabundo.

Extendió sus dedos que adecuadamente estaban tibios, tomó mi mejilla, acariciándola sin importar que en esta existieran los rastros de aquella vendetta.

—¿Qué fue lo que hice? —susurré.

Garabateó una sonrisa en sus labios para acercarse y besarme, lentamente y con aprehensión.

El chico de los ojos verdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora