Las últimas palabras que habían salido de mi boca habían sido «te amo» y sí, se lo dije a él.
Por qué se lo merecía. Por qué aunque todo acabara siempre sería de él. Le amo como un niño pequeño ama su juguete nuevo. Le amo con toda mi alma. Un alma que le pertenece a un exiliado. Un desterrado, y no me arrepentía en lo absoluto.
No me arrepentía haberme metido aquel día en aquella tienda de discos por un poco de información. No me arrepentía en no haberme alejado de él cuando me lo ordeno, eso no me importo. Así que cuando me pidió que lo acompañara a conocer a mi supuesto «padre» la inseguridad me inundó.
Pero una vez más aquí estaba caminando sin rumbo alguno, siguiéndole a él y a Adonis. Dan venía a un lado de mí junto con Mayson y Gema.
Mi respiración era acelerada. Al parecer todos habían estado de acuerdo en venir pues se sentenciaría lo definitivo.
—Vienes temblando—susurro, Dan— y no sé si es por el frío o por los nervios. —Término. Sus ojos azules me miraban con una calidez que hacía que me doblegara.
Gema me observó por uno cortos minutos para volver la vista al frente. Esto era muy duro para ambas; pero, creo que era más carga para ella, pues el rencor se emanaba de sus pupilas.
Mayson no podía desprender sus ojos de Gema, en ningún momento. La miraba como si en algún segundo alguien llegara y se la llevaría. Esto solo aumentaba el riesgo de la situación a la que nos enfrentamos. Dan entrelazo nuestros dedos. Su palma era fría pero tranquilizadora.
—Todo saldrá bien, pequeña—murmuró.
Asentí, sin decir una palabra. Rayder miraba hacía en mi dirección con el ceño fruncido, sin embargo eso no hizo que me zafara del agarre de Dan.
Quince minutos después, en medio de la nada se abría paso un portal. Mis ganas de salir corriendo aumentaron cuando Adonis fue el primero en pasar sin ningún problema. Ya no había marcha atrás. No podía parar lo inevitable.
Los que restaban pasaron sin ningún problema o alteración. En cambio yo estaba atemorizada.
— ¿Sabes que todo estará bien, verdad?
Sus ojos rutilantes me miraban, y podía jurar que me encantaban. Le sonreí. Quise echarme a correr por lo que me causaban pero era imposible. Estar con Rayder fue como estar en medio del océano, ahogándote, pero sintiendo la satisfacción de que sigues viva.
Yo estaba viva.
Mis hombros se relajaron y relamí mis labios con cautela.
—¿Que me lo garantiza? —interrogué, cruzándome de brazos con un aire risueño—. ¿Que me garantiza que volveré con todos ustedes a mí lado?
La risa de Rayder fue ronca y baja.
—Compruébalo por ti misma —inquirió.
Dudé. Lo hice, tenía miedo, ¿como puedes estar consiente de que lo perderás todo y aún así arriesgarte? Lo mire. De alguna forma estaba guardando cada parte de él en mi memoria, entonces, sonrío. Sonrió con una calidez que hizo que me temblara el cuerpo, él seguía allí, con sus hoyuelos marcados, con su risa, estaba ahí, y supe que aunque me dirigiera a mi final; a nuestro final, todo saldría bien.
Las ramas crujieron ante mi peso y cruce el portal.
Todo era de un color azul, reflejaba paz y tranquilidad. Adonis sonría con una mujeres de belleza sin igual y mi boca tomo la sorpresa que mi cuerpo sentía.
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El chico de los ojos verdes
FantasyUn ángel caído, y una profecía que está a dos pasos del abismo.