F R A N C I A, 1 7 9 6
RAYDER
Habíamos repetido la historia.
Mirada al frente.
Espalda erguida.
Un inalcanzable a la vista.
Una mujer con delirios de imposible justo frente a mí.
Podía correr el riesgo de mirarla tan solo unos segundos más antes de que todos a nuestro alrededor se percataran de la osadía que estaba haciendo, pero, era preciosa, no en el sentido exótico, lo era en un sentido tímido, si es que algo como eso existía. Desviar la vista de ella era como dejar de ver a un ángel destructor en el paraíso.
—Eleva tu mentón, Arielle —ordenó la mujer—. Tienes que fingir que eres fuerte y segura de ti misma, nadie quiere a un pajarito asustado.
Vi el dolor en sus ojos pero ella lo dejó pasar.
— ¿Por qué tengo que fingir? —Elevó su mentón mientras su espalda se erguía todavía más.
Se movía con lentitud y gracilidad, temiendo que su madre le reprochara por parecer tan impulsiva. Una mujer vivía en docilidad y suavidad, no podía apuntar a ser quien de verdad quería ser.
Aun cuando permanezco en las escaleras del ostentoso lugar la impulsividad y la osadía de ir por ella y largarnos de aquí es tan fuerte que por un momento pienso en poder lograrlo. En poder irnos de aquí, poder comenzar de nuevo, poder jugar a ser humanos solo por dos segundos.
— ¿Qué tan difícil es volverla campesina?
Una sonrisa fría curvó en los labios de Mayson.
Dejó caer sus codos en el barandal color oro sin mirarme, él mantenía fijo sus ojos en el salón central. Me quise echar a reír y al mismo tiempo ocultar la aflicción en mi cara. A veces me preguntaba cómo es que soportaba todo este lío, podía dejarla, podía hacer tantas cosas que no nos involucrara sentimentalmente pero de una u otra forma encontrábamos la forma de llegar a nosotros, siempre.
—Es una vendetta —confesé. Me perdí en el empapelado de margaritas en la pared y traté de no hundirme en mis propias consecuencias—. Quien nos hizo esto odiaba a su madre, y ella, Ivonne, era como una reina a donde sea que fuera.
—Todo consigue encajar al final —me contestó quitando el listón alrededor del cuello. Podía notar la furia en sus palabras, no obstante, no era por mí o por Arielle, era por él: en mi decisión habían terceros que también sufrían las consecuencias. Un caído siempre sería un caído, un exiliado, no pertenecíamos a nadie y nadie nos pertenecía, íbamos a ser cazados hasta el fin de los tiempos, ¿por qué quedarse con la hija de quien nos caza?—. Hemos vivido en las sombras, ocultos, esperando a que nos maten o que tu profecía cambie, Rayder, ¿no estás cansado de todo esto? ¿No te cansas de verla morir y renacer sin que en su memoria existas tú?
Tensé mi mandíbula, mi garganta se cerró y mis pulmones parecieron aspirar algo tóxico, yo más que nadie sabía que esto era algo sin retorno. Algo que no merecía ser cambiado.
—¿Qué harías tú?
Nos habíamos olvidado de todo lo que yacía a nuestro alrededor. Deslicé mis pupilas hasta Mayson, quién parecía perdido, al igual que todos los que caían, al igual que yo.
—Dejarla.
Me reí con amargura mientras sacudía la cabeza con ingenuidad.
—¿Nunca te has enamorado?
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El chico de los ojos verdes
FantasyUn ángel caído, y una profecía que está a dos pasos del abismo.