31. Tormenta ✔

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Escalofriante.

Eso describía a la perfección el desenvolvimiento de lo que sucedía a mí alrededor, estaba rígida, a pesar de que el clima era fresco sentía como una ligera capa de sudor se deslizaba por mi espalda. Tocar ese tema era delicado pues al parecer todo el mundo conocía a cerca de la persona que había sido mi madre. El aire se volvió denso y fresco, las ráfagas de viento eran agradables segundos después Dan agregó:

—Una tormenta —murmuró—. Una maldita tormenta.

— ¿Te dan miedo las tormentas Dan?

Lila sonrío de manera altanera, casi lo hice yo también, y lo hubiera hecho si no conociera bien a Dan, él era una de las personas que comúnmente no le temía a nada en todos los años solo había descubierto cinco miedos, no más, no menos y en ellos no entraban las tormentas. Me saboreé el sabor amargo en mi boca algo se enredó en la punta de mi estómago cuando vi el foco de la cocina parpadear constantemente, estábamos sentados frente al televisor quedándonos en silencio los tres, nada tambaleo dentro de mí.

—No lo entiendes...

Quise decirle que me explicara qué era lo que estaba a punto de suceder pero me callé. Lo hice por el diminuto problema de que quería conseguir un poco de paz en mi interior, conté hasta diez mentalmente y sin querer clavé mis uñas en la palma de mi mano, suspiré.

Y luego, un llamativo rayo a través de la ventana.

Me quedé observando con detenimiento aquella imagen, era algo digno de ver, me perdí tanto en aquel espectáculo que una sacudida arremetió en mi cuerpo, observe a Dan.

—No los miren —dijo Dan, casi sin aliento—. Tenemos que cerrar todo.

Metí las manos en mis bolsillos.

—Espera —dije solemne—. ¿Qué sucede, Dan?

Sabía que podía llegar a ser muy insistente pero esto rebasaba mis estándares. No tenía ni la menor idea de que era esto, y Dan no parecía con las ganas de querer decirme algo.

Comenzó a caminar de un lado a otro sin sentido.

—Estas convirtiendo todo esto confuso, Dan, ¿qué es lo que sucede?—interrogó Lila, levantándose y acercándose a él.

Dan, quien seguía absorto a lo que pasaba a su alrededor entorno los ojos hacia ella. Su mirada penetrante no dejaba nada a la imaginación, sus ojos azules recorrían con lentitud cada espacio de la habitación como si buscara algo, o a alguien.

No me quedé a observar cómo Dan se quedaba en shock. Caminé por el pasillo esquivando los muebles y la pequeña lámpara que se atravesaba para llegar a las ventanas de la cocina. Lila me siguió y seguido me imito. Los rayos eran visibles, su magnitud era algo espectacular.

—Esto es...—comentó mientras tamborileaba sus dedos en la mezclilla de su pantalón.

La miré de soslayo y sé que trataba de esconder lo que en verdad sentía: estaba atemorizada hasta la médula.

La luz comenzaba a volverse en un ir y venir constantemente, hubo un momento en que nos detuvimos, reí sin gracia por estar en esta situación. Lila se metió en el cuarto de enfrente y maldije a sabiendas de que la casa estaba llena de habitaciones vacías.

—Dess...—un murmullo se escuchó del otro lado del pasillo.

Me traslade al cuarto contrario de donde estaba Lila, y termine de correr la cortina de la ventana mirando sobre mi hombro tratando de no perderle de vista. Entonces un corte eléctrico fue lo que sucedió segundos después. Me paralice. Mis piernas parecieron aferrarse al suelo y mordí mi labio en un intento de no gritar. Esto era común cuando vivía con mamá, sin embargo, ahora me parecía lo más escalofriante del mundo, agarré aire y me llené los pulmones.

Mi ceño se frunció involuntariamente, estábamos sin luz en la planta baja Dan se encargaba de mover todos los muebles, definitivamente esta era mala suerte, salí de la habitación de puntillas atenta a lo que sucedía a mi alrededor.

Bajé por las escaleras pasando mis dedos por el empapelado floreado de las paredes a los costados, la lluvia se venía torrencialmente y podía los murmullos a través de las paredes no eran normales, el vaho salió de mi boca y en algún punto desaparecía, estaba helando, retrocedí dos peldaños y pare al ver el rastro de una figura, mis ojos vagaron lento y cuando lo hicieron la palma de una mano fría se enredó en mi boca arrastrándome hacia arriba, por instinto clavé mis uñas en su mano.

— ¡Joder Dess! Me acabas de pisar y arañar —susurro Dan. Sentí alivio al escuchar su voz.

— ¿Y Lila?—le pregunté.

—Está bien —pasó un dedo por sus labios haciendo una seña de que hablara bajo—. Tenemos que salir de este lugar.

La luz de los relámpagos hacia que mi sombra diera a entender que me escondía de alguien. La lluvia parecía no querer cesar, y mis dientes titiritaban debido al frío, o al miedo ya no lo sabía.Los murmullos y pasos se escuchaban cerca provocando que me estremeciera.

—Tú por allí—señaló un hueco entre el armario y la pared. Los ojos de Dan irradiaban miedo puro. Logré meterme en ese pequeño lugar tratando de regular mi respiración. Él me sonrió con calidez tratando de tranquilizarme. —Si escuchas algo no salgas Dess, por favor, no salgas de aquí. —repitió preocupado.

Asentí torpemente y observe en el suelo como su silueta desaparecía. Mi estómago hacía estragos y eso solo aumentaba mis ganas de salir corriendo.Lo único que se colaba en la habitación era el ruido que provocaba el aire chocando contra la ventana. No tenía ni la mínima idea de que es lo que estaba ocurriendo pero algo dentro de mí se negaba a admitir que moriríamos en este lugar.

La madera crujía dando a indicar a que alguien se acercaba. Mi corazón palpitaba con tal frenesí que sentía los latidos en mis oídos, noté como varios cuerpos pasaron con cautela por el pasillo, pero se detuvieron en el porte de la puerta.

La respiración se me fue, y solo pedí que Dan haya sacado a Lila de aquí.

Gran, gran mierda.

Solo tenía presente que si moría, no lo haría en vano. Había sobrevivido a todo lo que había sucedido en mi vida, y eso ya era algo de ventaja.

—Búscala, y no la lastimes. Ella es importante.

Y este es el momento en que salgo haciendo mi acto heroico, pero no. La cobardía y el miedo me rebasaban. Cerré mis ojos fuertemente y desee que todo esto fuera un sueño, que nada de esto fuera real y que nadie estuviera en peligro por mi culpa. Me tapé la boca con mi mano aspiré fuerte, armándome de valor para asomar mi rostro a un lado del estante de madera.

Vislumbre con atención a Lia escabulléndose en el cuarto del frente un hilo de sangre corría por su antebrazo, la necesidad de hacer algo me inundo se ocultó detrás de las puertas del armario y resoplé despacio, después de eso sucedió, aquella figura llamativa de alas grandes y enigmáticas apareció en la habitación observando como divagaban y rebuscaban entre los cajones, apreté mis dedos e internamente respire hondo.

—Esto está vacío.

Una voz femenil fue la que resonó en la habitación para después ser callada bruscamente.

—Hay que seguir buscando. Ten cuidado con el ángel, sabe que estamos aquí —un murmullo se escuchó en respuesta pero yo estaba demasiado concentrada en sus alas.

Eran de un color blanco atrayente, su perfil era la digna imagen de haber sido hecho con un pincel y precisión. Jadeé cuando sonrío. Cualquiera diría que estaba a punto de hacer un estupidez, sin embargo había algo en él que lo hacía magnético.
Caminé dos pasos y después me detuve sin hacer tanto ruido. Los relámpagos seguían presentes dejándome ver bien su rostro y su cicatriz.
 ¿Quién era? No tenía ni la menor idea, pero de algo estaba segura; mi cobardía no sería la causante de que me quede con las dudas.

El chico de los ojos verdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora