Me quede con las ganas de hacernos más, de probar que tan alto podíamos llegar.
Donde todo término.
Jamás supe como comenzar una carta o en este caso una despedida.
Lo único que sabía con certeza es que lo nuestro tiene que tener un fin más allá de alejarnos. De separarnos tantas veces, no encuentro la razón lógica para hacerte plantearte que no podemos dejar esto aquí.
No puedo.
Algo dentro de mí no me permite dejarte ir, no otra vez. No después de ver cómo te aferras con fuerza a algo que no entiendo como tiene la maldición de encontrar a la mujer de sus sueños una y otra vez para ver como la pierde, lento y sin complicaciones.
No puedo evitar aferrarme a ti.
Es como explicarle a un niño por que no puedes quitarle su juguete favorito. No puedes hacerle entender que lo tiene que dejar ir.
Soy egoísta.
Las personas son egoístas. Miro cada recuerdo. Cada recuerdo se reproduce como una película dentro de mi cabeza desde el primer momento en que te vi, y no comprendía como era posible que los humanos le tuvieran tanta esperanza a ese sentimiento llamado amor. Es algo tonto dejar demasiada fe en un sentimiento. Entonces no entendí hasta que me sucedió. Por un momento piensas que los sabes todo que lo tienes todo pero entonces llega el abismo. Ese momento en el que observas como todo te consume tan rápido que no sientes dolor, no sientes dolor al caer por una persona, no sientes lo que te provoca el tan solo verla. Ese sentimiento es un arma de doble filo, pues bien puedes tocar el cielo con los dedos o puede convertirse en tu tormento.
Pero nadie explica que a veces puedes estar en una fina línea que divide esos dos.
Justo ahí, en esa fina línea estamos tú y yo.
Rozándonos, consumiéndonos; bien pude ser yo quien te llevo a rozar el tormento o tú quien me llevo a tocar el cielo.
Sin embargo permanecimos ahí, cada risa, cada mirada, cada roce, cada beso permaneció ahí. En la fina línea, la primera mirada estaba en ese lugar se consumía lento; sin prisas, tu risa aun suena en el abismo alejando cada tormento. El roce que desencadeno el caos seguía con la misma intensidad y magnetismo para absorber hasta el más fuerte de los sentimientos.
Recuerdo todo de ti.
Y eso es masoquista.
Para mí lo es. ¿Es malo ser masoquista? ¿Es malo pensar en ti aunque sé que nos vamos a lastimar? ¿Es malo pensar en tu fuego y saber que te vas a enamorar de mí?
Podría recitar cada y uno de tus lunares de memoria y no me equivocaría. Sé que no te demostré que te amé, sé que de mis labios nunca salió esa palabra con demasiado significado, pero si algo aprendí de ti es que no es necesario decirlo.
No es necesario repetirlo cientos de veces por qué, sé, con certeza que tú estás satisfecha de que te lo demuestre todos los días.
Mi pequeña Dess. Sé que lo que te pido es un acto egoísta, algo con un fin que solo tiene la finalidad de esperar. Y tal vez te esté pidiendo algo demasiado valioso y respetare si tú no lo haces.
Pero, recuerda que ambos estamos en esa fina línea entre el cielo y el tormento. Un roce y todo se desestabiliza solo te pido tiempo, te pido tiempo para poder dejar de estar en esa línea y convertirnos en algo más que caos.
ESTÁS LEYENDO
El chico de los ojos verdes
FantasyUn ángel caído, y una profecía que está a dos pasos del abismo.