21

464 35 1
                                    

Cojo la foto impresa en papel y la arrugo, botándola en un bote de basura público. Coloco mi capucha y comienzo a correr hasta la calle dónde detengo un taxi que me lleva directamente a mi casa.
Agradezco al taxista cuando cierro la puerta del auto y quedo observando mi casa. Hogar dulce hogar. Mis labios se curvan y la angustia se apodera de mi ser.
Camino a la puerta y toco el timbre. Espero impaciente imaginando los ojos de mi madre llenos de lágrimas todas las noches, pensando que me han raptado y vendido o que estoy muerta.

La puerta se abre. Mis ojos se conectan de inmediato con los de mi madre, se lleva ambas manos a su boca y veo que sus ojos comienzan a cristalizarse.

Trago saliva sin saber que hacer.

-Hola mamá. -Digo rascando mi nuca, sintiéndome diminuta.

Sus manos bajan de su rostro y cuando creo que se está acercando para darme un abrazo materno con un 'te extrañé' al oído; su mano viaja directamente hacia mi cara.

Deberían darle un premio a las mamás por la puntería, en serio, dónde sea que estén, siempre le dan a la cara, y si no es su mano, es la chancla.

-¡No sabes el susto que me diste! -Grita tomándome de la polera, tirándome dentro de la casa.

Y aquí es cuando mi modo escudo se activa, coloco mis manos estiradas protegiendo mi anatomía, preparada para cualquier golpe.

-Y-yo te voy a explicar -Mi voz tiembla.

-¡¿Que mierda le pasó a tu diente?!

Cierro la boca abriendo mis ojos a más no poder, sin pronunciar ninguna palabra.

-¡Sube a tu cuarto y no bajes hasta que yo te diga! -Vocifera y yo hago caso, en un dos por tres desaparezco y voy a mi cuarto que es lo único que quería realmente. Lo único que necesitaba.

Estaba todo como lo había dejado, mi computador portátil a un lado de la cama me recordó a la novela que estoy escribiendo. Todo fue como una eternidad, siento como si hubiera pasado un año, pero en el momento se sintió como un segundo porque estaba con él.

Estoy en una especie de trance aún, no sé como pasé por todo eso y estoy aquí, sana y salva. Eso creo.

Comienzo a llorar acostada en mi cama sin saber qué decir cuando me pidan explicaciones, mis padres perderán la confianza conmigo para siempre. Después de unos minutos llorando por mi desgracia, escucho voces de personas desconocidas en la planta baja. La puerta se abre y mi madre asoma la cabeza.

-Baja. -Ordena mirándome sobre el hombro.-Tienes que responder a tus actos.

Con eso deja la puerta abierta y baja. Mi piel se eriza, estoy congelada con el trasero pegado en la cama, sólo quiero desaparecer en este momento. Trágame tierra y escúpeme en una novela cliché de esas que me encantan.

Seco mis lágrimas con mis manos y me levanto para enfrentar las consecuencias de mis actos, si es que eso quiso decir mi madre.

-¿Ella es Lía? -Pregunta uno de los uniformados que están de pie junto a la mesa en el comedor.

-Sí, es mi hija.

-¿Puede dejarnos un momento a solas? -Cuestiona el policía a mi madre y ella asiente caminando al segundo piso. -Toma asiento.

Hago lo que pide, él se sienta frente a mi y el otro oficial moreno atrás de pie.

¿Entonces era verdad que me estaban buscando? Por un momento me imaginé a mi madre pegando fotos mías por toda la ciudad. Me siento como una prófuga. Ahora soy como una chica mala, cuidado policía, en cualquier momento puedo sacar mi arma y dispararle en la calva. Una risa se escapa de mis labios, me encanta hacerme reír con mis pensamientos, aveces soy muy graciosa.

DemianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora