DAMIAN /ÚLTIMO CAPÍTULO.

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No hay nada. Literal. No hay muebles, absolutamente nada. Sólo un espacio en blanco dentro de la casa. Trago saliva sintiendo que mi corazón se acelera, subo las escaleras voy hacia las habitaciones y están igual, y así en toda la casa. Exceptuando los sillones del living y mis cosas que están intactas. Se han ido. Mi familia me abandonó.

Corro hacia mi habitación en medio de la oscuridad, son las dos de la mañana, estuve media hora tendida en la calle llorando. Cuando llego cierro la puerta con fuerza y me dirijo al baño, veo mi reflejo, mis ojos están rojos e hinchados, para qué decir del resto de mi cara, soy un asco. ¿Cómo pude hacerle eso a él? ¿Cómo todo terminó así? Jamás lo había visto así, tan despechado y enojado, especialmente enojado. Él no es así. Ahora comprendo cuando dicen que el dolor cambia a las personas.

Respiro con dificultad y aprieto el lavamanos con intensidad contra mis palmas. Mis manos se hacen un puño y cierro los ojos con fuerza. Un fuerte estruendo invade mis oídos y es cuando me doy cuenta de que acabo de quebrar el vidrio con mis manos. Miro mi mano derecha aturdida, comienza a sangrar de a poco hasta llenarse por completo de sangre. No distingo los cortes, sólo veo mis lágrimas caer mezclándose con la sangre. Me quedo un momento así, hasta que mi respiración comienza a regularse y mi pulso a disminuir. Escucho que tocan la puerta en la planta de abajo y no me molesto en mover mi cuerpo. Abro la llave del agua e introduzco mi mano bajo el chorro, cerrando mis ojos inconscientemente.

Por favor que todo esto sea un sueño.

(...)

Pasé dos días acostada en mi cama, y sinceramente no sé qué hice en estos días. Me mantuve en un especie de transe depresivo.

Un fuerte portazo hace que abra mis ojos, luego mi puerta se abre y entra mi madre agitada.

-¿Lía? Hija,¡¿que te pasó?! -Casi grita acercándose a mi mano y frunzo el ceño alejándome de ella. Me siento y veo mi mano cubierta de sangre seca. Hago una mueca de asco y vuelvo a observarla aturdida. Ella no espera una respuesta y me levanta llevándome al baño para posteriormente lavar mi mano y desinfectarla. No pronuncio ninguna palabra, sólo observo como si manos se mueven con delicadeza. Asimilando lo que sucedió anoche, una gota rueda por mi mejilla en silencio.

-Pensé que no volverías. -Su voz suena histérica pero a la vez preocupada. -Estuvimos a punto de ir de nuevo a la policía.

-Creí que se habían ido. -Admito con la voz apagada, no responde. Sigue concentrada en mi mano. -Mamá...

-¿Mh, si? -Eleva su mirada hacia la mía y junto mis labios en una sola línea.

Sostengo la mirada y después de una pausa respondo.

-Quiero irme con ustedes.

Sus ojos brillan por un instante y una sonrisa se forma en su rostro.

Si supiera que no tengo opción.

-¿De verdad? ¡Eso es fantástico hija! juro que seremos la familia más feliz. -Dice emocionada y yo fuerzo una sonrisa. -Ahora mismo le diré a tu padre para que compre tu pasaje.

Trago duro y asiento. Se levanta del piso y desaparece de mi habitación. Nuevamente silencio.

Me pongo de pie y me visto, bajo las escaleras y escucho a mi madre hablar por teléfono. Abro la puerta de entrada.

-¿Dónde vas? -Su voz se hace presente.

-Vuelvo en un rato. -Dicho eso cierro la puerta cuando estoy afuera y comienzo a caminar.

Soy una persona madura, puedo afrontar esto. Ya estuve dos días reflexionando, Ahora me siento capacitada para enfrentar la realidad.

Todo pasa por algo ¿no?. Él me dijo que terminaríamos alguna vez.

Arrastro mis pies por la vereda, a pesar de mi positivismo forzado en estos momentos, se siente como caminar sin vida. Podría sólo escapar a otra ciudad y olvidarme de todo pero siento que si lo hago mi mente nunca estaría tranquila.

Toco la puerta de su casa, espero unos minutos y se abre. Todo lo que pensé desaparece, me invaden unas ganas tremendas de llorar pero no lo hago. Me invaden unas ganas tremendas de abrazarlo pero no lo hago. Su rostro está serio, se mantiene erguido sin pronunciar alguna palabra. Presionándome con la mirada. Olvido todo.

-Ehm, -Rasco mi cabeza cohibida. -Y-yo...

Desvío la mirada, siento cómo las lágrimas se acumulan en mis ojos y me siento patética.

-¿Qué quieres, Lía? -Su voz es seca. Sólo con eso bastó para que mi cuerpo temblara.

-Vengo a pedirte perdón. -Digo con la voz en un hilo. Siento que me voy a desmoronar en cualquier momento. -Me iré de la ciudad, sólo vengo a despedirme. -Saco una lágrima de mi rostro y aclaro mi garganta. -Sólo necesito decirte que jamás quise hacerte daño, él no es nada para mí, ni siquiera sé por qué lo hice. -Niego con la cabeza concentrando mis ojos en los suyos.-A pesar de lo que hicimos, gracias por todo. Nunca te olvidaré Damian.

Su cuerpo se aproxima a el mío y me envuelve con sus brazos. Suficiente para volver a romper en llanto. Escucho los latidos de su corazón bombeando con fuerza. Levanta mi rostro con sus manos y besa mis labios con intensidad. De un momento a otro ya estamos en su cama, ambos desnudos. Comienza a dar delicados besos en mi cuello, no quiero dejar de sentir su tacto con el mío. Hicimos el amor, pero esta vez fue todo distinto porque lo disfruté aún más que otras veces, porque cuando sientes que estás perdiendo a alguien es cuando más lo necesitas y así me sentía yo, no tenía la seguridad de que volviera a sentirme tan completa de nuevo. Cada beso, cada caricia, cada sentimiento lo he formado parte de mi memoria con perspicacia.

Nos acostamos agitados con el sudor a flor de piel. Percibo que se mueve y se sitúa sobre mi entre mis piernas, toca mi rostro entre sus manos y clava un apasionado beso en mis labios que lo recepciono con frenesí. Luego de eso, sus ojos plasmados de excitación recorren mi cara.

-Te amo. -Asevera colocando ambas manos en mi cuello e insólitamente no me nace decírselo de vuelta. De pronto sus manos se acomodan en mi cuello y como si de una cobra se tratara, comienza a apretar mi cuello. Miro sus ojos exaltada, intentando de encontrar una respuesta en su mirada a lo que está pasando porque no lo creo. Lo creo tan poco, que hasta me doy unos segundos para asimilar lo que está pasando. Empiezo a quedarme sin aire, mis ojos están invadidos de lágrimas, intento sacar sus manos de mi cuello pero es imposible, cada vez se produce con más intensidad. De su cuello sale una vena al igual que de sus brazos por la fuerza que está ejerciendo para matarme. Ha escavado un hoyo de decepción en mi corazón que él mismo había tapado.Tener a la persona que amas matándote se siente algo totalmente escéptico al principio, sin embargo, después cuando lo asimilas, una sensación sombría invade todo tu cuerpo hasta destruir tu alma.

Se siente como caminar hacia el infierno, lento y doloroso. Poco a poco mi respiración fue disminuyendo hasta apagarse por completo. No sé cuánto tiempo pasó, sólo sé que a la hora de observar sus ojos, descubrí que el hambre asesina nunca muere.

Si me preguntaran de qué morí realmente, diría que la pena me mató.


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