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Siento que mi estómago se contrae al escuchar su nombre. ¿Por qué vendría su mamá a hablar conmigo? Se supone que me odia, esto no va nada bien.

Me levanto de la cama y paso las manos por mi cara para despertar por completo y comienzo a bajar las escaleras con lentitud, con mi madre pisándome los talones. Veo desde la escaleta a la señora de pie junto a la puerta con sus manos temblando y mirando el piso inquieta. Le susurro a mamá que me deje sola, se queda un momento observando mis ojos pero cede finalmente. Termino de bajar las escaleras y me acerco a la mesa sintiendo sus ojos clavados en mi. Levanto mi mirada y nuestras miradas se cruzan, antes de que diga algo le dejo todo claro, no quiero que me moleste más.

-Mire señora, siento mucho lo de su hijo pero yo no tenía idea de que él estaba enfermo y no puedo hacer nada ahora porque en serio no sé dónde está. -Mi voz suena dura y por un momento siento lástima por ella, pero es la verdad y no quiero que me trate mal como la otra vez.

-¿Tú amas a mi hijo? 

Su pregunta me toma por sorpresa y me descoloca automáticamente. 

-Y-yo...-Intento formular una respuesta pero no sale nada. 

Asiente lentamente con los brazos cruzados, sin despegar la mirada. Una mirada vacía. 

-Es todo lo que necesitaba. -Dice dándose la vuelta, abriendo la puerta y desapareciendo por esta dejándome perpleja. 

Me mantengo en mi lugar de pie, congelada. 

-¿Qué quería esa mujer, hija? -Pregunta mi madre bajando por las escaleras y yo niego con la cabeza mirando el suelo, sintiéndome extraña. Me siento en una silla que rodea la mesa. Siento su mano tocar mi hombro.

-Me preguntó si amaba a su hijo. -Pronuncio con la voz apagada. 

-¿Y que le respondiste?

Sigo mirando el suelo, quizás sintiéndome avergonzada por no saber reconocer mis sentimientos, por no saber admitirlos. 

-No supe responderle. -Mi voz flaquea. 

Un silencio invade la sala, no es incómodo, es agobiante. Un silencio agobiante.

Me levanto de mi silla y camino lentamente hasta la escalera pero antes de volver a subir mi madre habla.

-Mañana me dirás todo, sin mentiras. Te he dado suficiente tiempo para pensarlo, no desapareciste porque sí. 

Con eso asiento y mis pies vagan hasta llegar a mi habitación y recostar mi cabeza. Creo que aún estoy en trance, nunca pensé que una simple pregunta me afectara tanto. 

¿Lo amo? 

¿Por qué vino? 

Veo el reloj en la pared y son las siete de la tarde. Tomo unas pastillas para dormir que tengo escondidas porque mi mamá no deja que tome ya que dice que no son para chicas jóvenes pero aún así lo haré. Introduzco una en mi boca y la deslizo por la garganta junto con el agua. Vuelvo a acostarme en la cama y después de unos minutos, caigo dormida en los brazos de morfeo.

Siento un ruido y abro mis ojos, observo el balcón abierto de mi cuarto y la brisa me da un escalofrío. Desvío la mirada encontrándome con una silueta masculina en la esquina, casi me orino. Doy un grito ahogado. 

-Tranquila, soy yo. -La voz de Damian invade la habitación y un alivio mi cuerpo. 

-¿Damian? -Pregunto emocionada y él se acerca a mi, después de tanto tiempo puedo contemplar sus ojos negros como la noche frente a mis narices. 

-No, soy Demian

-¿Ah? -Siento como si mi pecho se apretara con tan sólo oírlo. 

-Quiero hacerte las Cincuentas sombras de Gray.

-¿Ah? -Vuelvo a pronunciar sorprendida y él se acerca aún más a mi tomándome de la cintura para apegar nuestros cuerpos. 

-¿¡Que pasó con tu diente?! -Grita en mi cara y me alejo instantáneamente sorprendida. 

-Me lo pusieron de nuevo. -Informo tragando saliva.

-¡Mentira! ¡Mira! ¡No está! -Grita apuntando mi boca. 

Frunzo el ceño tocándome este y siento el vacío entre dos dientes. 

-N-no sé...-Respondo confusa alejándome de él y luego escucho que alguien abre la puerta de golpe y miro hacia esta. Damian está de pie  en el marco de la puerta mirándome serio. ¿Otro Damian?

¿WTF? 

-¿Que mierda? -Digo levantándome de mi cama. Ambos comienzan a acercarse entonces empiezan a bailar con pasos extraños mientras suena la canción  Peanut butter belly de Galantis. 

Siento que un balde de agua fría cae en mi cara y abro los ojos. Mi hermana está sonriendo con un vaso vacío en sus manos. Sentí que era mucha agua y sólo es un maldito vaso. 

Estúpido y extraño sueño.

-Mamá dice que te levantes. -Habla en tono burlón y yo le arrebato el vaso de las manos para tirarle lo poco y nada que queda dentro. Se pone a llorar cuando unas cuantas gotas salpican su rostro y ruedo los ojos. 

-Si vuelves a hacer eso voy a ir a tu habitación de noche y te tomaré hasta llegar a la tina y lanzarte en ella. -Amenazo seria y ella hace un puchero. 

-¿Que pasa? -Entra mi mamá tomando a Noah en sus brazos. Suspira cansada. -Sabía que debía abortarlas. -Bromea y río empujando su hombro cuando se sienta a mi lado. 

-Debiste haber elegido una mas linda. -Comento mirando a Noah quien me observa atenta en sus brazos. 

-¿Cómo? -Cuestiona mamá desentendida y yo me limito a sonreír.

-Cuando la adoptaste. 

Veo como los ojos de mi hermana comienzan a aguarse y mi madre me lanza una mirada asesina. Se la lleva en sus brazos fuera de la habitación mientras le susurra cosas al oído como ''Es mentira, ella te ama.''

Veo el reloj y son las tres de la tarde. Vaya que sirvió la pastilla. Me baño y me visto, porque a diferencia de los otros días en los que anduve de vagabunda todo el día, quiero ser productiva hoy. Cuando bajo veo que hay ollas en la cocina y un delicioso olor inunda mis fosas nasales. 

-¿Puedes ir a comprar? -Pide mi mamá entrando a la cocina y asiento sin vacilar pero extrañada a la vez, porque se supone que no puedo salir. 

Me tiende el dinero y lo recibo rápido antes de que cambie de opinión, supongo que es para que de un respiro. Lo hace a propósito y la amo por eso. 

Cuando estoy caminando por la acera veo que un autobús viene, y recuerdo el día en el que fui a la casa de Damian, porque es exactamente el mismo bus que me conduce a su paradero. Me quedo quieta y el bus se detiene a mi lado, por un momento me pregunto si lo hice parar inconscientemente pero no, una mujer se baja de él y el chofer me mira expectante. Me decido por subir, no sé por qué. 

Llego hasta mi destino y bajo un poco aturdida por lo que estoy haciendo, sólo debería estar comprando ajo y pan. 

Antes de doblar en una esquina veo a la mamá de Damian pasar a paso apresurado por la vereda de al frente, la miro hasta que se desaparece por otra calle. Sigo caminando hasta llegar a su casa y golpeo, aun que venía a hablar con ella, no pierdo nada en soñar que Damian está aquí y que me abra la puerta. Golpeo de nuevo y me río irónicamente dándome cuenta de la estupidez que estoy haciendo. Giro sobre mis talones y comienzo a caminar pero algo me detiene, una sensación extraña, tal vez esperanza con una pizca de decepción obvia. Vuelvo a la puerta pero esta vez la abro con descaro y me adentro rápido hasta llegar a la habitación de Damian. Abro la puerta y me quedo sin aliento. 

Es una imagen perturbadora que jamás podré sacar de mi mente. 

El cuerpo de Damian yace sobre la cama amarrado en esta con sus muñecas y pies envueltos en una gruesa soga. Está sólo en calzoncillos, tiene moretones por todo el cuerpo, los ojos cerrados, piel pálida, labios decolorados y una leve capa de sudor cubre su cuerpo. 

No puedo creer lo que estoy viendo.

DemianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora