25

445 44 13
                                    

-¿D-Damian? -Musito acercándome con lentitud a la cama. La pieza está echa un desastre, como si un huracán hubiera estado aquí antes.
Llevo una de las manos temblorosas a mi cara, cubriendo mi boca. Me dedico a mirarlo petrificada en mi lugar, ninguna señal de movimientos se hace presente en ninguno de los dos.

-¿Damian? -Hablo más fuerte.

Mi corazón comienza a latir con fuerza cuando sus ojos se abren lentamente y una curva en sus labios. Lágrimas comienzan a rodar de mis mejillas. Si tan sólo hubiera venido antes, si le hubiera dicho a su madre que lo amaba, quizás todo hubiera sido distinto.

-Lía. -Su voz suena profunda y forjada.

Una tras otra, mis lágrimas caen como cascada contemplándolo con tristeza, siento un nudo en la garganta y un peso en mi pecho.

-Oh no, por favor no llores Lía... -Pide con dulzura y lo miro con vergüenza. Creo que yo estoy peor que él. Hace una mueca cerrando los ojos y es ahora cuando me doy cuenta lo tonta que estoy siendo al hacer nada. Me acerco rápido a él e intento sacar la soga de sus manos primero pero es muy fuerte el nudo, sus ojos me miran con esperanza.

-Lo siento.-Murmuro desesperada moviendo las manos de manera torpe. Corro hacia la cocina y saco el cuchillo más grande que encuentro. Al momento de devolverme tomo con fuerza su mano para no cortar su piel y comienzo a cortar la soga. Posteriormente la otra y al verlo con sus brazos sueltos, me dan unas ganas tremendas de abrazarlo pero me contengo y sigo con lo mio, sin mirarlo en absoluto, concentrada en lo que hago. Estoy a punto de cortar finalmente un nudo que amarra su pie, cuando un grito me detiene.

-¡¿Quién eres tú?! -La voz de la madre retumba por toda la habitación poniéndome los pelos de punta. El cuchillo se desliza de mis manos hasta caer al suelo.

Siento que sus manos cogen mis hombros con fuerza y me lanza al suelo.

-¡No la toques! -Vocifera Damian sentado de manera erguida en la cama, sus puños están apretados y me doy cuenta de que sus muñecas tienen un aro alrededor de color morado.

-¡Vete de aquí niña intrusa! -Grita caminando hacia Damian, éste intenta sacar la soga a la fuerza tirando de sus pies pero estos comienzan a tornarse blancos por la presión que ejerce la soga en su piel.

-Te estás haciendo daño. -Digo caminando hasta él pero la madre se adelanta y coge el cuchillo entre sus manos apuntándome con este.

-¡No te acerques a mi hijo!

-¡¿Que clase de madre hace esto?! Estás loca.

-¡Cállate! ¡Vete y no vuelvas! -Grita mientras su mano temblorosa sostiene con fuerza el cuchillo, el miedo en su mirada es evidente. Sinceramente no creo que sea capaz de hacerlo, no puedo permitir que le haga esto a Damian.

-Él está enfermo, yo sé qué hacer con mi hijo.

-¡Tú eres la única enferma aquí vieja loca! -Grito con rabia. El semblante de Damian esta tenso, sus ojos se abren con miedo y frunzo el ceño. Siento que la mujer se acerca de manera peligrosa y doy un paso atrás esquivando el cuchillo. Ahora si que estoy asustada.

-Vete. -Pide Damian. -¡Vete! -Vuelve a gritar con sus ojos cristalizados.

-¡Sí, vete! Ya no significas nada para mi hijo, no sé por qué viniste.

Desvío la mirada hacia la señora y niego con la cabeza.

-Sí le importo, me quiere, él me ama...-Mi voz tiembla, miro a Damian y su mirada cae en la cama, esquivando la mía. Ya no lucha, su postura decae.

DemianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora