Cuando llegué al instituto al lado de mi amiga, tuve que evitar a todos los «admiradores» que me había ganado durante los dos años que llevaba siendo la capitana de las animadoras. No era por ser desagradecida ni nada por el estilo, pero, a veces, tener a cientos de personas deteniéndome en el pasillo a cada paso que daba para preguntarme cosas sobre dónde comprar ropa, si quería ir al cine con ellos o quién me hacía las fotografías de Instagram, era demasiado abrumador. Yo intentaba ser amable con todos ellos, contestar a cada una de sus preguntas y rehuir de las proposiciones que me hacían, pero había momentos en los que me hacía sentir incómoda.
Jackson se interpuso en nuestro camino.
—Vaya, Chloe, tan guapa como siempre —dijo mientras me recorría las piernas con sus ojos azules—. ¿Cómo lo haces?
—¿Cómo hago el qué?
—Ser tan irresistible...
Dio un paso hacia mí e intentó colocar sus manos en mi trasero. Antes de que pudiera hacerlo, lo empujé contra las taquillas y cogí esa parte de su cuerpo que tenía entre las piernas. Apreté un poco. Su cuerpo se tensó y su rostro se transformó. Era consciente de que todos los alumnos que habían en el pasillo me observaban.
—Como vuelvas a intentar tocarme el culo, será lo último que hagas en tu vida, ¿me has oído? Además, por lo que estoy tocando, no voy a perder más el tiempo contigo...
Lo solté y seguí mi camino entre vítores.
Mi imagen hacía que actuara de determinada manera según qué situación; cuando un hombre se propasaba conmigo, solía ponerlo en su lugar humillándolo delante de todos; cuando me sentía amenazada por alguien utilizaba cualquier aspecto físico para destruir su autoestima. Eso lo aprendí de las animadoras, aunque solo lo empleaba en los partidos de lacrosse y con las animadoras del equipo contrario. Pero nunca había utilizado a nadie como dijo Alex.
Sarah y yo nos sentamos en nuestros sitios de siempre.
—¿Sabes lo cansada que estoy de que los chicos me traten como un objeto? —bufé, apoyando la espalda en la pared y cruzando las piernas—. Hoy, Jackson. Ayer, Alex...
—¿Qué pasó con Alex?
—Fue a verme a ya sabes dónde —bajé el tono—. Y me dijo que quería follarme hasta que no pudiera moverme. ¿Pero qué les pasa a los chicos? ¿Solamente piensan en follar o qué les pasa?
—Sí. Y cuanto antes te des cuenta, mejor.
Brett entró a clase. Tenía un aspecto horrible: El labio roto, un corte en el pómulo y la mejilla todavía un poco inflamada, además de los moretones que se asomaban por el cuello de la camiseta. Tenía peor aspecto que Alex, eso estaba claro, pero cada vez que lo miraba, únicamente podía ver a Britt recostada sobre la mesa del entrenador mientras que Brett estaba detrás, hundiéndose en ella.
Sus ojos brillaron cuando me miró. Caminó hasta sentarse en el pupitre frente al mío. Giró la espalda, apoyándose en el respaldo de la silla para mirarme.
—¿Cómo has dormido hoy?
—Mejor que tú al parecer. ¿Te duele mucho? Lo pregunto por cortesía, no porque me importe.
En realidad sí que me importaba. Un poco.
—Solo duele cuando me toco... ¿Sabes qué día es hoy?
Claro que lo sabía. El mismo día de hoy, dos años atrás, me pidió ir al cine como nuestra primera cita oficial. Yo acepté. Pero como se folló a otra, era un día como cualquier otro.
—Es el día de nuestro aniversario —musitó.
—Lo sé.
—Venga, no seas así... Sabes lo mucho que me importas.
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Mi mejor error
RomanceChloe Davis es la chica más popular del instituto. Todo en su vida es perfecto, está controlado. Hasta que en el último curso aparece un chico nuevo; Alex Wilson, tan borde y arrogante como guapo e irresistible, que pondrá todo su mundo patas arrib...