Capítulo 7

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El sonido del teléfono me despertó de un profundo e increíble sueño: Estaba en el intercambio de clases cuando él me cogió de la muñeca y me llevó al interior del cuarto de la limpieza. Me acorraló contra la pared poniendo sus manos a ambos lados de mi cabeza mientras que sus ojos me miraban deseosos por estar dentro de mí. Se acercó y me besó tan apasionadamente que no me importó el lugar donde nos encontrábamos, y mucho menos que sus manos descendieran por mi espalda hasta llegar al trasero, donde hincó los dedos con firmeza y me obligó a enroscar las piernas alrededor de su cintura para tener un mejor acceso a mi sexo. Y justo entonces... había empezado a sonar el maldito teléfono.

—¿Sí? —respondí adormilada.

—Chloe, soy Brett. ¿Te he despertado?

—No, ya estaba despierta... ¿Qué pasa?

—Estoy solo en casa y me preguntaba si querrías venir para darte un baño en la piscina, como solíamos hacer antes. He llamado también a Sarah, pero no he podido dar con ella.

—Voy a ver si yo la localizo. Estaré allí en quince minutos.

Colgué y dejé el móvil sobre la mesita de noche. Respiré hondo sin poder quitarme de la cabeza la forma en la que Alex acariciaba mi cuerpo y se apoderaba de mi boca, sorprendiéndome de lo real que parecía el sueño.

Me puse un precioso biquini azul coral que me regaló mi abuela bajo un short y una camiseta de tirantes blanca. Casi toda la ropa que tenía en el armario era gracias a los regalos que me hacía, pues adoraba ir de compras y cada vez que veía algo que pensaba que me gustaría siempre lo compraba y me lo enviaba. Cogí las chanclas de playa y me calcé unas zapatillas de deporte para conducir.

Mientras bajaba las escaleras, llamé a Sarah. No contestó, por lo que opté en dejarle un mensaje donde le decía que me llamara en cuanto pudiera.

Una vez allí, rodeé el chalet para llegar al jardín trasero. Brett estaba acostado en una de las tumbonas con las gafas de sol cubriéndole la mitad del rostro. Llevaba puesto un bañador blanco ajustado que contrastaba con su piel bronceada. Tenía los músculos bien definidos ya que desde que entró al instituto, no paró ni un momento de entrenar para entrar en el equipo. Estuvo días y noches enteras entrenando por su cuenta, horas y horas de mucho esfuerzo, hasta que al final se convirtió en uno de los mejores jugadores del instituto. Por eso sus compañeros lo votaron como capitán del equipo.

—Buenos días —saludó cuando me puse a su lado. Me quité la ropa y la guardé en el interior del bolso antes de dejarme caer en la tumbona de al lado.

—Buenos días.

Respiré hondo y permití que el sol penetrara en mi piel. Esa sensación cálida me devolvió a la realidad e hizo que dejara de pensar en mi sueño.

—Hoy hace mucho calor —comenté.

—Lo sé, y por eso me apetecía darme un baño. Y sabes que siempre me ha gustado hacerlo acompañado. Por cierto, ¿has conseguido hablar con Sarah?

—Le he dejado un mensaje.

—Últimamente está muy ocupada... ¿Sale con alguien?

—No lo sé —mentí—. Tengo calor. ¿Nos metemos?

—Vale.

Brett dejó las gafas sobre la tumbona mientras que yo me echaba rápidamente crema solar. Nada más terminar, me cogió en volandas sin previo aviso y saltó al agua, provocando que cientos de gotas salpicaran a los rosales de su madre.

—Está fresquita...

Me senté en el borde de la piscina y eché el cuerpo hacia atrás para tomar el sol. Ya que hacía la misma temperatura que en el infierno, que menos que aprovechar para ponerme a coger algo de color. Respiré hondo, llenándome de paz y tranquilidad que no había gozado desde que comenzaron las clases.

Mi mejor errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora