Capítulo 20

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Sarah me contó que no había visto a Alex en todo el día en el instituto. Y durante un momento pensé que había estado con Brittany, pero mi amiga me dijo que había pensado en eso y le había preguntado a ella, y tampoco sabía dónde estaba, cosa que hizo que me preocupara. Con todo lo que pasó ayer, era mejor mantener las distancias hasta haber tomado una decisión. Cuando estuviera en Virginia Beach, todo será diferente. No habrá rastro de Alex ni de Christian, y podré centrarme en si debía darle una oportunidad a Alex o seguí con Christian.

Como ir a Virginia Beach era un recorrido largo, mi padre pensó que no fuera hoy al instituto para poder llegar allí a la hora de cenar. Y no puse ninguna objeción.

Me preparé la maleta con lo necesario para estar en casa de mi abuela. Metí ropa de calle e interior y un pijama. Como mi abuela era mucho de salir a cenar fuera, también metí algunos vestidos y un mono precioso. Por si me apetecía salir a correr, también me llevé ropa deportiva. Rellené los demás huecos con mis zapatos deportivos y de tacón. Además, metí las planchas y el rizador para el pelo por si acaso.

Escuché el sonido de un claxon

Christian.

Bajé corriendo las escaleras y abrí la puerta, abalanzándome sobre el hombre que había bajo el umbral. Posé mis labios en los suyos, mientras que sus manos me agarraron la cintura.

—Estoy terminando de hacer la maleta —dije.

Le agarré de la mano y subimos de nuevo a mi habitación.

Metí en un pequeño neceser mi perfume, la pasta de dientes con el cepillo y mis cremas y lo metí en la maleta, al lado de los zapatos.

—Ya está —sonreí—. Ya podemos irnos. Solo queda avisar a mi padre y ponemos rumbo a Virginia Beach.

—Espera —dijo.

Me agarró de la mano y tiró de mí hasta quedar sentada a horcajadas sobre su regazo. Tenía una sonrisa en los labios. Acarició mi nariz con la suya, abrió la boca en busca de la mía, y cuando la encontró, me besó con fuerza; sus dedos recorrieron mi espalda hasta llegar al trasero, donde los clavó.

—Voy a echar de menos esto —dijo.

—Solo van a ser dos días.

Coloqué sus manos sobre mis caderas.

—Se me va a hacer eterno —sonrió.

Posó sus labios sobre los míos.

—Tengo que avisar a mi padre...

—Vale.

Me levanté de su regazo y fuimos a la habitación de mi padre, encontrándolo cerrando su maleta sobre la cama. Alzó la vista y cuando me vio, dibujó una sonrisa.

—¿Preparada para partir?

—Preparada —confirmé.

Christian me ayudó a colocar las maletas en el maletero del coche de mi padre que utilizaba para trabajar mientras que él hablaba por teléfono con mi abuela. Me despedí con un beso de mi novio y me monté en el asiento del copiloto.

Mi móvil empezó a sonar.

Sarah.

—Hola —saludé.

—¿Te has ido ya? —me preguntó—. Mañana me voy con mi familia y me gustaría poder hablar contigo de una cosa que creo que deberías saber... ¿Puedo ir a tu casa?

—Lo siento, pero ya estoy en el coche. Pero si tan importante es, cuéntamelo por aquí.

—Prefiero hacerlo en persona —dijo—. Nos vemos el lunes en el instituto, entonces.

Mi mejor errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora