Capítulo 23

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El camino de vuelta fue bastante más aburrido y tenso. Durante las siete largas horas del viaje estuvimos en completo silencio, escuchando la música que sonaba por la radio. Todo el trayecto se aferró al volante con tanta fuerza que hasta sus nudillos se tornaron a blancos. No fue hasta entrar al pueblo cuando decidí preguntar qué era lo que tanto le preocupaba.

—¿Vas a decirme por qué nos hemos marchado así?

—Ya te lo he dicho —musitó—. Mañana tienes clase y yo trabajo. Además, tenía cosas que hacer. El viaje es muy largo y quería salir pronto.

—¿Cosas cómo qué? —inquirí.

Por su expresión, supe que estaba ocultándome algo.

Puso los ojos en blanco en señal de rendición.

—Durante todo el fin de semana, tu abuela no ha dejado de insistir en que rehaga mi vida. No podía aguantar una hora más allí.

—Y tiene razón, papá; han pasado casi quince años desde que mamá nos dejó. Deberías empezar a conocer gente nueva y salir con tus viejos amigos. ¿Hace cuanto que no ves a Cole como un amigo en vez de como inspector de policía?

—¿Estás de su parte? —replicó.

—Si su parte es querer lo mejor para ti, sí. Lo estoy.

—¿Tan difícil es de entender que no quiero conocer a nadie? ¡Tu madre era única para mí! —exclamó—. No... Yo no... no puedo reemplazarla.

—No digo que reemplaces a mamá, jamás te pediría algo así, papá. Solo digo que podrías empezar a salir con gente de tu edad y estar abierto a conocer a otras mujeres...

—No lo entiendes —sacudió la cabeza—. Tu madre era todo mi mundo. Y cuando falleció, una parte de mí murió con ella. Todavía no he encontrado a nadie que la iguale... Pero cuando encuentre a una mujer que se le acerque, te prometo que lo intentaré. Te prometo que me entregaré a fondo.

Antes de llegar a casa, envié un mensaje a Sarah para decirle que ya había llegado al pueblo. Cuando me bajé del coche, ella ya estaba esperándome en el porche. Nos ayudó a meter el equipaje y acto seguido, subimos a mi habitación para deshacer mi maleta. Mientras que lo hacía, le conté lo que había pasado este fin de semana, desde mi conversación con mi abuela hasta que Christian se marchó de la fiesta de compromiso de mi tío sin ninguna razón.

—Últimamente se comporta de una manera muy rara; está todo el día anclado al teléfono —comentó Sarah mientras se probaba la ropa que mi tío me había regalado.

—Lo sé. Aunque por un lado agradezco que se fuera porque así no tenía que volver a esquivar sus besos... Cada vez que lo hacía me sentía la peor persona del mundo.

—Es normal que te sientas así cuando pretendes cortar con alguien, Chloe —se quitó el vestido que se había probado y se puso el pijama—. Ya verás que con el tiempo, todo resultará más fácil.

Me quité la ropa que llevaba y me puse también el pijama.

—A ver, cuéntame lo de Woody.

Se sentó a mi lado en la cama con una sonrisa tontorrona.

—Me envió un mensaje para reunirnos en su casa. Yo no tenía pensamientos de ir al principio, pero no paraba de insistir así que accedí. Vino a recogerme. En su casa estaba Katherine, su supuesta mujer, y entre los dos me explicaron lo que pasó: David recibió la carta del consejo escolar donde exponía que se iba a abrir una investigación por el rumor. Su amigo, que es abogado, le recomendó crear para los ojos de todo el mundo que tenía una vida feliz de casado.

Mi mejor errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora