Capítulo 18

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A la mañana siguiente, lo primero que vi al abrir los ojos fue el rostro de mi padre enfurecido a un lado de la cama y de brazos cruzados.

—¿Puedo saber qué le ha pasado a tu coche?

Me senté en la cama y apoyé la espalda contra el respaldo. Sabía que no tardaría en enterarse de lo del accidente, aunque sinceramente esperaba tener un poco más de margen para poder explicárselo todo con calma.

—Anoche tuve un accidente.

Se sentó a mi lado con una expresión preocupada y me apartó el pelo de la cara, descubriendo la pequeña brecha que me había hecho.

—¿Te duele?

Sacudí la cabeza.

—Estoy bien —aseguré.

—Cuéntame qué pasó.

—Anoche, después de dejar a Christian en la fraternidad, un hombre en dirección contraria me topó. Apestaba a alcohol. Hice fotos de la matrícula y del accidente, pero me rompió el móvil para que no pudiera denunciarle. Menos mal que un hombre que había salido a correr apareció y me prestó su móvil para que pudiera llamar al taller de Harry.

Cerró los ojos y soltó el aire por la nariz.

—Vale —dijo—. Hablaré con el inspector Larsson para que averigüe la matrícula y los datos del conductor para hacer la denuncia.

—¿Crees que lo conseguirá?

—Por supuesto. Es un buen inspector. Además, si tuviste el accidente en el campus de la universidad, debe haber cámaras de vigilancia. Incluso el hombre que te ayudó pudo ver algo que ayude a identificarlo.

Se inclinó y posó sus labios sobre mi frente, igual que solía hacer cuando era pequeña y me caía de la bicicleta.

—Si te encuentras mal, no hace falta que vayas a clase.

—Estoy bien —aseguré—. Quiero ir.

—¿Quieres que te lleve? Puedo hablar con mi jefa y decirle que voy a llegar más tarde. O tal vez deberíamos quedarnos en casa los dos y hacer un maratón de películas de terror como hacíamos antes. ¿Qué te parece?

—Aunque el plan resulta muy tentador, no puedo aceptarlo, papá. Sabes que no puedo faltar a clase. Y no te preocupes, puedo ir andando. No quiero que llegues tarde a tu trabajo.

—Te quiero, princesa.

—Yo también te quiero, papá.

—En cuanto pueda, te compro un teléfono nuevo.

Me dio un abrazo reconfortante, de esos que te achuchan con tanta fuerza que apenas puedas respirar. De esos que no quieres que se acaben nunca. Después, salió por la puerta al mismo tiempo que yo salía de la cama para entrar al cuarto de baño y darme una buena ducha de agua fría.


Me reuní con mi mejor amiga en la puerta del instituto.

—¿Cómo has pasado la noche?

—Estoy mejor —rezongó mientras se miraba los zapatos—. Mentiría si dijese que no me dolió verles en la fiesta. Sabía que iban a estar, pero es muy distinto saberlo que verlo, ¿entiendes?

—Claro que lo entiendo.

A mí me pasó exactamente lo mismo con Brittany y Alex. Sabía que estaban saliendo, pero cuando los vi besarse en el patio... algo dentro de mí se rompió.

—No quiero hablar más del tema, Chloe —repuso—. Por favor. Quiero olvidarme de Woody para siempre. Pasar página. O mejor, cambiar de libro.

Mi mejor errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora