Capítulo 22

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La dependienta sacó un estuche de terciopelo verde esmeralda con los mejores anillos de la tienda, a petición de mi tío. Había una gran variedad, y cada uno más bonito que el anterior. De todos ellos, el que más me gustó fue un anillo de diamantes en oro blanco engastado en medias lunas.

—Ese —señalé el anillo.

Kevin preguntó a la dependienta si podía cogerlo y, cuando esta asintió, colocó el anillo en mi dedo anular para ver cómo quedaba en una mano.

—¿Te gusta? —preguntó con una sonrisa nerviosa. Metió las manos en los bolsillos del vaquero. El jersey azul y su piel bronceada hacían resaltar sus ojos azules.

—Me encanta —respondí—. Es precioso.

—Perfecto —se dirigió a la dependienta—. Me llevo este.

—Gran elección.

Me quité el anillo y se lo entregué a la mujer de pelo oscuro. Ella lo metió en una caja parecida a la otra pero de un tamaño reducido.

—¿Crédito o tarjeta?

—Tarjeta.

Una vez comprado el anillo, salimos de la joyería. Los rayos del sol me golpearon directamente a la cara y tuve que colocar la mano para reducir el impacto. Justo al lado había una tienda de ropa, cuyo escaparate mostraba un precioso vestido de color coral que me llamó la atención.

—¿Te gusta? —me preguntó mi tío.

Miré el precio en la etiqueta.

—Sí, pero no puedo permitírmelo.

—Pero yo sí.

—No —sacudí la cabeza—. Es demasiado caro. No puedo dejar que te gastes tanto dinero en mí.

—Chloe, llevo más de diez años sin regalarte nada por tu cumpleaños ni en navidades. Déjame comprártelo, ¿sí? Nuestra familia tiene mucho dinero, así que no te preocupes por eso. Entra y compra todo lo que quieras.

—Pero mi padre me matará si se entera...

—Bueno, pues que te mate con motivos —me guiñó el ojo.

Rendida pero ilusionada, entré y me probé el vestido que, una vez puesto, me gustó todavía más. Era un vestido que me llegaba a la mitad del muslo, permitiendo así lucir mis largas piernas.

—¿Te gusta?

—Estás impresionante —contestó con una radiante sonrisa.

Mientras me cambiaba, mi tío se dio una vuelta por la tienda y encontró varias prendas de ropa que pensó que me gustarían. Me impresionó el gusto que tenía mi tío para la moda, pues todo aquello que me trajo, me encantó. En especial un vestido que, nada más verlo, supe que iba a ser mi vestido para el baile de invierno.


Nada más entrar por la puerta de casa de mi abuela, la llamé para enseñarle la ropa que me había regalado Kevin. Escuché su voz en el salón. La encontré sentada en uno de los sofás, leyendo un libro.

—¿Cómo han ido las compras?

—Muy bien —respondí—. Kevin se ha vuelto loco y me ha comprado un montón de ropa. Estoy tan ilusionada que ni siquiera me importa que me padre vaya a matarme... Por cierto, ¿dónde está?

—Salió después de comer y todavía no ha vuelto —dejó el libro a su lado y se giró para ver las bolsas que había dejado en el suelo—. Ahí hay mucha ropa. Esperemos que tu padre no te mate porque me gustaría asistir a tu boca... Aunque todavía no tengo muy claro quién va a ser el marido.

Mi mejor errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora