Epílogo

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24 de diciembre. Día antes de navidad y la primera que iba a pasar sin mi mejor amiga. Normalmente, mi familia siempre había pasado las fiestas con la familia Greene, pues mi padre y yo estábamos solos ya que mi abuela y mi tío siempre estaban viajando por trabajo sobre estas fechas. Sin embargo, este año, Elena y Víctor no estaban para ningún tipo de celebración; preferían quedarse en el hospital con su hija, cosa que entendí a la perfección. Mi padre y yo nos ofrecimos para ir y hacerles compañía el día de navidad, aunque insistieron tanto en que no hacía falta que al final nos quedamos en casa.

Sarah seguía inconsciente. Yo iba a visitarla casi todos los días, aunque me costaba horrores ir y verla inmóvil en la cama. No poder escuchar su risa, no poder hablar con ella... era más duro de lo que pensé. La investigación policial tampoco había avanzado, pues no tenían datos suficientes como para encontrar a los individuos responsables; yo hice memoria para hallar cualquier pista que pudiera ayudar, como la matrícula de la furgoneta, pero estaba todo tan oscuro y tenía tanto miedo...

Alex añoró a su tío durante estos últimos días; cada vez que veía una foto suya o se acordaba de él, los ojos se le llenaban de lágrimas y a mí se me partía el corazón. Cuando no lloraba, se enfadaba y golpeaba cualquier cosa que encontraba. Estaba dolido. Destrozado. Como si una parte de él también hubiera muerto. A medida que pasaban los días, cambió. Ya no lloraba o se enfadaba cada vez que veía una fotografía de Harry, sino que sonreía y recordaba los buenos momentos que vivieron. Solía decirse a sí mismo que estaba en un lugar mejor y que seguramente estuviera tomándose una cerveza con sus padres mientras nos observaban. Ese pensamiento le ayudó a descansar durante varias noches, aunque la mayoría de ellas sufría unos terrores nocturnos horribles.

Para el día de hoy, nuestras familias se iban a reunir por primera vez desde el funeral en mi casa. Yo no podía estar más emocionada por reunirlos a todos en un momento como este a pesar de todo lo malo que habíamos vivido. La navidad era una época para estar en familia, y era justo lo que necesitábamos.

Mientras terminaba de colocar los regalos que había comprado bajo el árbol de navidad, mi teléfono sonó en el bolsillo trasero del vaquero.

—Hola, nena.

—Hola, nene —sonreí.

—¿Cómo has dormido hoy?

—Bien... He soñado contigo —me mordí el labio inferior.

—¿Ah, sí? —preguntó, intrigado—. ¿Y qué pasaba?

—Estábamos en mi cama abrazados mientras nos besábamos apasionadamente. Tú estabas encima de mí, besando cada parte de mi cuerpo desnudo...

Me detuve. El rubor de mis mejillas no me dejó continuar. Tan solo de pensarlo, una oleada de calor me invadió y tuve que hacerme aire con la mano.

—Podríamos hacerlo realidad ahora mismo...

—Me encantaría, pero estoy colocando los regalos bajo el árbol y todavía tengo que terminar la cena... Quiero que todo salga perfecto.

—Chloe, ya te he dicho que no quiero regalos.

—Ya lo he comprado, así que te aguantas.

Soltó un largo y pesado suspiro.

—Tengo que dejarte. Tengo trabajo en el taller.

Desde que Harry falleció, Alex se había encargado del taller para no perder a los clientes. Lo que me preocupaba es lo que pasaría cuando empezaran las clases...

—¿Llegarás a tiempo para cenar? —quise saber.

—¡Claro que sí! Habré terminado mucho antes.

Mi mejor errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora