Tras varias semanas Harry no había despertado. Las esperanzas de que algún día lo hiciera fueron disminuyendo a medida que pasaban los días. Alex estuvo intercalando los estudios, el taller e ir al hospital, por lo que últimamente parecía un muerto en vida, aunque tampoco debíamos culparlo, pues requería un enorme esfuerzo ir por las mañana al instituto para ir a una buena universidad, tal y cómo su tío quería; por las tardes, se encargaba del taller para seguir pagando las facturas; y por las noches, se quedaba en el hospital o cuidando de sus sobrinos. Incluso había noches en las que ni siquiera dormía porque el sofá del hospital era demasiado incómodo o porque sus primos no dejaban de hacer ruidos mientras jugaban.
En varias ocasiones acompañé a Alex para ayudarlo con sus sobrinos. Mi intención era quedarme con ellos mientras que él intentaba dormir, aunque no funcionó. Ni siquiera funcionó el acostarme a su lado y acariciarlo mientras sus primos dormían en la habitación de al lado; Alex dormía pegado al teléfono por si su tía lo necesitaba, y ese estrés no lo dejaba descansar.
—¿En serio que tenemos que ir? —preguntó Alex mientras echaba la cabeza hacia atrás en el asiento.
—Apenas duermes, Alex. Necesitas descansar.
—Sí que descanso —replicó.
—Tu tía me ha dicho que te pasas las noches en vela en el hospital, y cuando estamos en tu casa tampoco duermes por tus primos. Necesitas dormir y yo tengo la casa sola.
Anoche mi padre me dijo que tenía que hacer una cosa fuera del pueblo y que lo más seguro es que durmiera en algún motel para no tener que conducir de noche. Al principio me sorprendió que no especificara qué era esa cosa tan importante que tenía que hacer fuera, después pensé que podría aprovechar que mi padre no estaba para que Alex pudiera descansar en una casa libre de ruidos.
—¿Dormirás conmigo? —torció la sonrisa de ese modo que tanto me gustaba y que hacía semanas que no veía.
—Sólo si te portas bien.
Presioné el botón del control remoto para abrir la puerta del garaje. Luego volví a presionarlo para cerrarla. Alex y yo nos bajamos del coche y entramos por la puerta que conectaba el garaje con la casa.
Subimos a mi habitación.
Alex se quitó la cazadora y se sentó en el borde de la cama mientras observaba detenidamente el cuarto. Era la primera vez que estábamos en mi habitación.
—No veo el póster de la chica semidesnuda.
—Lo tengo escondido. Ese póster solo puedo verlo yo.
Se echó a reír y yo sonreí por volver a escuchar su risa.
—¿Quieres algo?
—Un poco de agua, por favor.
—Vale. Ponte cómodo. Ahora vengo.
Bajé corriendo las escaleras y entré en la cocina. Llené un vaso de agua y cuando regresé a la habitación, encontré a Alex tumbado en la cama plácidamente dormido. Dejé el vaso sobre la mesita de noche y me senté a su lado. Aparté los mechones de su pelo que caían sobre su rostro mientras me preguntaba qué pasaría si Harry no despertara jamás. Ese pensamiento me asustó tanto que hasta sentí que me faltaba el aire. Traté de pensar en otra cosa mientras le quitaba los zapatos. Cubrí su cuerpo con una manta para que no cogiera frío cuando escuché el sonido de la puerta de entrada cerrarse.
Mi padre.
Salí de la habitación y cerré la puerta lo más despacio que pude. Mi padre subía las escaleras con un rostro cansado y la chaqueta colgando del brazo. Alzó la mirada y me saludó con una radiante sonrisa que se extinguió por la expresión nerviosa de mi rostro.
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Mi mejor error
RomanceChloe Davis es la chica más popular del instituto. Todo en su vida es perfecto, está controlado. Hasta que en el último curso aparece un chico nuevo; Alex Wilson, tan borde y arrogante como guapo e irresistible, que pondrá todo su mundo patas arrib...