La lluvia se cernió sobre nosotros en cuanto bajamos del coche. Alex colocó la chaqueta del traje sobre nuestras cabezas para evitar que nos mojásemos mientras corríamos hacia el interior del instituto. Una vez refugiados, empleé la pantalla del móvil para comprobar que el maquillaje no se hubiera estropeado y me peiné rápidamente con las manos. Yo no estaba tan mojada en comparación con Alex; al colocar la chaqueta sobre nuestras cabezas, el agua había caído sobre sus hombros y tenía gotas por toda la camisa.
—¿Cómo estoy? —pregunté.
Alex se limitó a sonreír.
—Preciosa. Como siempre.
Sentí como mis mejillas ardían.
—Tú también vas bien —dije con la boca pequeña.
—Un poco mojado, pero bien.
Se inclinó y posó sus labios sobre los míos.
—¿Vamos? —preguntó, ofreciéndome su brazo para que enhebrara.
El gimnasio estaba espectacular. Del techo colgaban copos de nieve enormes que habían hecho los del primer curso sujetos a un hilo casi invisible. Había luces por todas partes, y en el suelo había cientos de globos plateados, azules y blancos, idea que se me ocurrió tras la petición de Alex. En el fondo, había música en directo mientras que los alumnos movían las caderas al ritmo de la canción que tocaban.
Nos acercamos a la mesa rectangular donde se encontraban diversos tipos de aperitivos. Al lado, un enorme cuenco de ponche de cereza. Llené dos vasos.
—Esto no llevará alcohol, ¿verdad?
—En un principio no —contesté—. Pero nunca se sabe.
Brett apareció vestido con un traje negro, sin corbata y con los primeros botones de la camisa azul marino desabrochada. Tenía una sonrisa dibujada en el rostro cuando me abrazó.
—Estás guapísima.
Saludó a Alex con un fuerte apretón de manos.
—No te pongas celoso. Tú también vas muy guapo.
—Qué pena que no pueda decir lo mismo...
Ambos se echaron a reír.
—¿Has visto a Sarah? —pregunté a Brett.
—No. Estará a punto de venir.
Alex se giró hacia mí.
—¿Te apetece bailar? —me preguntó.
—Claro.
Me tendió la mano y caminamos hasta llegar al centro de la pista. Envolvió mi cintura y yo rodeé su cuello con los brazos, pegándonos uno al otro. Empezamos a movernos al ritmo de la música lenta que sonaba por los altavoces.
—¿En qué piensas?
—En todo lo que ha pasado entre nosotros —respondí—. Me cuesta creer que hayamos llegado tan lejos después de nuestra disputa en tu coche el primer día.
—Sí —se mordió el labio inferior—. Nadie se imaginaba qué íbamos a acabar juntos después de tantas discusiones y de las humillaciones. Sorprendentemente, las cosas han salido mucho mejor de lo que esperaba.
Me hizo dar una vuelta y después acabé con las manos sobre su pecho. Seguimos bailando. Alcé la mirada hacia sus ojos y por primera vez en mucho tiempo, me sentí plenamente feliz; Alex había llenado un vacío que no sabía que existía hasta este preciso momento. Cada vez que lo miraba, era consciente de la suerte que tenía de poder decir que me había enamorado de un hombre como Alex.
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Mi mejor error
RomanceChloe Davis es la chica más popular del instituto. Todo en su vida es perfecto, está controlado. Hasta que en el último curso aparece un chico nuevo; Alex Wilson, tan borde y arrogante como guapo e irresistible, que pondrá todo su mundo patas arrib...