Capítulo 27

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Dentro de dos días era el baile de invierno. Todos los años, el instituto organizaba un baile para despedir el año de la mejor manera posible. Al ser la presidenta del consejo estudiantil, una de mis funciones principales era organizar cada celebración dispuesta por el instituto. Y eso era lo que había hecho; había trabajado muy duro estas últimas semanas para hacer de este baile un encuentro memorable, pues era nuestro último baile. Sin contar con la graduación, claro.

Había sido una ardua tarea decorar el gimnasio para dejarlo como si el invierno estuviera en su interior, igual que una bola de navidad. Pero todo esfuerzo tenía su recompensa, y este en espacial había quedado estupendamente.

En circunstancias normales, los chicos pedían a sus parejas que les acompañasen al baile con varias semanas de antelación. Sin embargo, después de todo por lo que había pasado Alex, entendía que no quisiera ir. Por eso me limité a evadir el tema y a admirar en silencio los carteles colgados por todo el instituto que promocionaban el baile, pese a la ilusión que me hacía ir. Tras una larga y cansada jornada repleta de hilos, purpurina azul y blanca y globos por doquier, regresé a casa. Me quité el abrigo y lo colgué del perchero que había en la entrada cuando escuché un ruido en la parte de arriba. El primer pensamiento que tuve fue que se trataba de mi padre, que había llegado de trabajar pese a que me había escrito para decirme que no iba a venir a cenar, pero después de ver que su abrigo no estaba en el perchero, deseché la idea e imaginé que se trataba de un ladrón.

Con manos temblorosas, cogí un cuchillo antes de subir las escaleras. Mis pies iban lentos, inseguros, mientras yo hacía todo lo posible para calmar mis pulsaciones que se aceleraron tras escuchar el ruido. Parecía como una explosión de aire..., algo realmente extraño. 

La primera habitación que comprobé fue la habitación de invitados, pero estaba desierta. Completamente. Nunca se llegó a utilizar esta habitación, por lo que solamente había una cama y un armario tapados por una manta blanca. Nada más.

Giré lentamente el pomo de mi habitación, intentando no hacer demasiado ruido para sorprender al ladrón y... ¿Y qué? ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Pelear? ¡Yo no sé pelear!

El sonido que hizo un globo al explotar al pisarlo me asustó tanto que empecé a gritar. La habitación estaba alumbrada únicamente por unas cuantas velas dispersas, el suelo cubierto por infinidad de globos rojos y dorados. Sobre la cama, había un enorme corazón compuesto por pétalos de rosa que aguardaba un sobre dorado. Su interior escondía dos entradas para el baile de invierno.

—¿Quieres ir al baile conmigo?

Alex salió del cuarto de baño con un precioso ramo de rosas entre las manos y una sonrisa deslumbrante; quise contestar, decir que sí quería ir, que me moría de ganas de ir con él, pero las palabras solo estuvieron en mi mente.

—¿Cómo... Cómo has entrado? —quise saber.

—Sabía dónde estaba la llave de repuesto. ¿Me he pasado?

—No, es solo que... no sé que decir. Esto es... increíble.

Alex se acercó a mí y tomó mi rostro para besarme. Tanto el ramo como el cuchillo cayeron al suelo, haciendo explotar otro globo. El sonido no hizo que dejáramos de besarnos, de hecho, en ese momento ninguno de los dos nos encontrábamos en este mundo, sino en uno donde solamente estábamos nosotros dos, un lugar donde no cabía el dolor y pena, tan solo la esperanza y el amor.

—Dime que vendrás al baile conmigo.

—Pensaba que no querrías ir por lo de tu tío...

—Y no quería —sus manos me envolvieron la cintura y me pegó a su cuerpo, notándolo duro y acogedor—, pero me he dado cuenta de cómo mirabas los carteles. Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de hacerte feliz. Ahora mismo tú eres lo más importante para mí.

Mi mejor errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora