16- Capítulo

30 1 0
                                    

Tarde o temprano todo termina. Mi papá siempre decía que para salir de un laberinto tenías que encontrar las tácticas adecuadas, recorrerlo una y otra vez hasta dar con la salida; y que así es la vida misma. Caerse, levantarse, volver a caer y volver a levantarte. Superar todo aquello que alguna vez te causó más daño de lo habitual, dejar pasar los pormenores y seguir adelante. ¿Qué ganas con vivir atascado en los mismos errores y no dejarlos atrás? Solo tengo una respuesta para esto: dañarte más a ti mismo. Y retomo la idea que el ser humano es masoquista cuando quiere serlo, y a veces tan idiotas por naturalezas, y no los culpo; todos en algún momento hemos sido masoquistas e idiotas. Es como cuando sabes que algo o alguien te hace daño, y tú sigues allí, detrás como una sombra ambulante.

El sentido humanístico se está perdiendo fugazmente y no lo digo yo, lo dice el día a día. ¿Cuándo fue la última vez que alguien te invitó a tomar una taza de café mientras tienen una plática sobre cómo ha estado tu día y tu vida en los últimos cinco años? ¿Cuándo fue la última vez que pudiste abrirte con alguien sin temores ni tabúes y contarle que alguna chica, o algún chico rompió tu corazón? Creo que la gran mayoría ha de estarse preguntando lo mismo justo ahora. La vida es momentánea, y por eso eso hay que vivir de momentos sin aferrarse a situaciones, cosas y personas tóxicas.

_________________________________________

Narra Alejandra

Mi vida siempre había sido una mierda desde un principio, pero justo ahora estaba siendo más mierda que antes. Dañaba a personas porque era mí deber, porque era una máquina manipulada por personas sin cerebro ni corazón. Estropeaba todo lo que estaba a mi alrededor, era como un estorbo más para los demás y por eso dejaba que hiciesen conmigo lo que venía a su antojo. Mi padre antes de morir repetía a voz viva una y otra vez que no era más que un experimento de la humanidad que vino a dañarle la vida, siendo yo tan pequeña. El peso de sus palabras recayó sobre mí, pero no tanto como ahora que soy adulta y entiendo las cosas. Mi madre siempre fue tan justa, una señora decente y buena. Trabajó desde muy joven para poder atendernos, y el miserable de mi padre, lo único que hacía era repetirle una y otra vez que éramos inferiores a él por el simple hecho de ser mujeres, que éramos unas buenas para nada. En cuánto a mi, no se equivocó. Soy gerente de las industrias Copacavana, mi sueldo es bastante sustentable pero aún así no me llenaba por completo. A lo largo de los años de trabajar en esa industria, conocí a una señora muy refinada, Eleonor Fleman. Me enseñó lo necesario para crecer en mi trabajo y al paso de dos años me uní a ella en un gran proyecto; Los Dorson Posession.

Ale, ¿estás escuchándome?

Escuché la voz de mi gran amigo Bruno, que repetía una y otra vez lo mismo.

— Claro, Bruno. Estoy escuchándote.

— Púes no parece, tengo rato repitiéndote lo que hay que hacer en Copacavana y tú estás pensando en los perros que cantan el himno.

— ¿Qué? Yo no estoy pensando en perros, y mucho menos en perros que canten

Rodó los ojos y los puso en blanco llevándose las manos a la frente

— Además, no existen perros cantantes

Se levantó del sillón y chasqueó los dedos

— Ya sé, tengo una gran idea

Dijo muy entusiasta

— ¿Idea? ¿Cuál?

— ¿Por qué mejor no dejas de ser tan tonta, y te concentras en lo que hay que hacer?

— ¿Esa es tu idea?

— Vamos Al, necesito que me ayudes en esto, por favor.

Puso su típica cara de cachorro regañado
— Quiero que la señora Eleonor me incluya en sus proyectos, quiero sorprenderla así como lo hiciste tú.

EncontrándomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora