42- capítulo

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Narra Camila.

Como todo, todo termina. Luego te acostumbras a la ausencia y al vacío constante.  Vives en un calvario sin fecha de caducidad, y lo soportas. Eres fuerte, mucho más de lo que creen, mucho más de lo que crees. El dolor, se vuelve tu mejor amigo mientras intentas seguir de pie. Te deprimes, tanto, que llegas a creer que eres uno más, entre tantos.

He pasado los días más afisxiantes de mi vida. Me he convertido en miedo y desconfianza. He censurado cada espacio de mi ser, y eso no es algo que no me permita ser; de hecho, he aprendido de lecciones y vivencias bastante significativas. Aún no encuentro la manera en la que las cosas que más te importan, no te perjudiquen cuando te fallan. Es natural, somos humanos y sentimos como tal. Habrá momentos de tu vida donde querrás salir huyendo de alguien, por la sola idea que te lastimen. Están esos otros casos donde la situación te obliga a desprenderte de todo lo que amas. Yo, me desprendí de él. Acepté que no había un futuro juntos a pesar de tantos sueños en común. Acepté que por más que lo quisiera, siempre habría una razón más grande en medio de todo esto. Era él o yo.

Y sí, lo elegí a él. Elegí que fuera él quien le diera vida a mi vida después de tanta lluvia sin cesar. Me permití amar, y lo amé como nunca llegué a amar a alguien. No me arrepiento, en lo absoluto. Mientras duró, viví el amor plenamente. Lo sentí y sé que él también lo sintió. Nos volvimos uno, siendo dos. Sabía que aunque no fuera una historia de amor más, con un final feliz, fue todo lo que necesité para superar mis temores. Me dio paz, en medio de tanta tempestad, calmó mis ansías de él, sacie mis ganas absurdas de sentirme amada aunque solo fuera por un momento. 

Su sonrisa soñolienta, era todo lo real.

Quien me dio vida, le dará vida a alguien más.

Eso fue suficiente.

Y lo comprendí.

Aunque fuimos, siempre seremos. 

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Desperté con jaqueca. Los dolores punzantes en mí cabeza eran torturadores.

Alejandra me había explicado la dinámica de ésta habitación: prender la calefacción si tengo frío, manipular el control del estéreo y la lista de canales en la televisión. La noche se había demorado en acabar. Había sido muy larga pero dormí como un bebé. Tenía mucho que no dormía tan bien. Salí de la habitación y todo estaba en silencio. Al parecer, Alejandra acostumbraba a despertar más tarde.  Entré a la ducha y demoré unos cuántos minutos mientras me aseaba completamente. En silencio me recorrí todo el departamento. Era un lugar bastante tranquilo. No se escuchaban esos típicos ruidos de un vecindario. Tenía un par de revistas y las miré. Ambas hablaban de la falsificación de documentos por internet. Se leía interesante aunque no se veía como algo que lee una chica joven. Las puse en su mostrador y entré a la cocina. Mi estómago rugía. Me tomé el atrevimiento de abrir su refrigerador y revisar. No le molestaría en absoluto que preparara un platillo para el desayuno.

O eso creo.

Preparé tostadas con miel, cereal y café. Le sentaría bien un desayuno más nutritivo luego de una noche de pizzas. Volteé la última tostada y busqué el segundo plato. El sonido de un teléfono hizo que volteara para ver a una Alejandra con su móvil. Levantó la cabeza y me sonrió.

—Te ves animada, eso es bueno. — habló ella mientras entraba a la cocina y tomaba asiento. La escena era muy cómica. Nunca pensé que podría estar viviendo ésta situación. Era muy alocado. Reí para mis adentros y ella lo notó.  —¿Qué te causa gracia? — preguntó riendo.

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